Exactamente. Una y media. Y a las dos,
una terrible niebla venenosa empieza allí.
Digo, señalando
a la selva cercana. Así que ahora tenemos que ir a un lugar seguro.
Sonríe y se levanta
obedientemente. ¿Tienes sed? Le paso el cuenco entretejido y ella
bebe alrededor de una cuarta parte. Finnick le da el último trozo de
pan y ella lo devora a grandes mordiscos. Con la incapacidad para comunicarse
superada, es funcional de nuevo.
Reviso mis armas.
Ato el spile y el tubo de medicina en el paracaídas y los engancho a
mi cinturón con la viña.
Beetee aún está
bastante fuera de juego, pero cuando Peeta intenta levantarlo, objeta.
Cable. Dice.
(NdT: tal y como escribí hace tiempo, wire significa cable) Está
justo aquí. Le dice Peeta. Wiress está bien. Ella también viene.
Pero Beetee
aún protesta.
Cable. Insiste.
Oh, sé a lo que
se refiere. Dice Johanna con impaciencia. Cruza la playa y recoge
el cilindro que sacamos de su cinturón cuando lo bañábamos. Está
cubierto en una gruesa capa de sangre coagulada. Esta cosa estúpida.
Es algún tipo de cable o algo. Así es como consiguió que le cortaran.
Corriendo a la Cornucopia para coger esto. No sé qué tipo de arma se
supone que es. Supongo que podrías sacar un pedazo y usarlo como garrote
o algo. Pero de verdad, ¿te puedes imaginar a Beetee agarrotando a nadie?
Ganó sus Juegos
con cable. Colocando una trampa eléctrica. Dice Peeta. Es la mejor
arma que podría tener.
Hay algo extraño
en cómo Johanna no relacionó esto. Algo que no parece del todo cierto.
Sospechoso.
Parecía que lo
habías averiguado. Digo yo. Ya que lo apodaste Volts y eso.
Los ojos de
Johanna se estrechan ante mí peligrosamente.
Sí, eso fue muy
estúpido por mi parte, ¿verdad? Dice. Supongo que debí de distraerme
mientras mantenía a tus amiguitos con vida. Mientras tú estabas…
¿cómo era? ¿Consiguiendo matar a Mags?
Mis dedos se
aprietan sobre la empuñadura del cuchillo en mi cinturón.
Adelante. Inténtalo.
No me importa si estás preñada. Te rebanaré la garganta. Dice Johanna.
Sé que no puedo
matarla justo ahora. Pero sólo es cuestión de tiempo con Johanna y
conmigo. Antes de que una de las dos termine con la otra.
Tal vez deberíamos
tener todos cuidado por dónde pisamos. Dice Finnick, lanzándome una
mirada significativa. Toma el rollo y lo deja sobre el pecho de Beetee.
Aquí está tu cable, Volts. Vigila donde lo enchufas.
Peeta recoge
a Beetee, que ahora no opone resistencia. ¿Adónde?
Me gustaría
ir a la Cornucopia a mirar. Sólo para asegurarnos de que tenemos razón
con el reloj. Dice Finnick. Parece tan buen plan como cualquier otro.
Además, no me importaría tener la oportunidad de poder revisar otra
vez las armas. Y ahora somos seis. Incluso si no cuentas a Wiress y
Beetee, tenemos cuatro buenos luchadores. Es tan diferente de donde
estaba el año pasado en este punto, haciéndolo todo yo sola. Sí, está
genial tener aliados mientras ignores la idea de que tendrás que matarlos.
Beetee y Wiress
probablemente encontrarán la forma de morir ellos solos. Si tenemos
que huir de algo, ¿hasta dónde llegarían ellos? A Johanna, francamente,
podría matarla con facilidad cuando llegara el momento de proteger
a Peeta. O tal vez incluso sólo para hacer que se calle. Lo que necesito
de verdad es que alguien termine con Finnick por mí, ya que no creo poder
hacerlo personalmente. No después de todo lo que ha hecho por Peeta.
Pienso en meterlo en algún tipo de encuentro con los Profesionales.
Es frío, lo sé. Pero ¿cuáles son mis opciones? Ahora que sabemos lo del
reloj, probablemente no morirá en la selva, así que alguien tendrá
que matarlo en una batalla.
Porque esto es
algo muy repelente en lo que pensar, mi mente trata frenéticamente
de cambiar de tema. Pero lo único que me distrae de mi situación presente
es fantasear sobre matar al Presidente Snow. Supongo que no son unos
sueños muy bonitos para una chica de diecisiete años, pero son muy satisfactorios.
Caminamos por
la banda de arena más cercana, aproximándonos a la Cornucopia con
cuidado, por si acaso los Profesionales están escondidos allí. Dudo
que lo estén, porque hemos estado en la playa durante horas y no ha habido
señales de vida. El área está abandonada, tal y como esperaba. Sólo
el gran cuerno dorado y la pila medio vacía de armas siguen allí.
Cuando Peeta
deja a Beetee sobre la escasa arena que proporciona la Cornucopia,
este llama a Wiress. Ella se agacha a su lado y él pone el rollo de cable
en sus manos.
Límpialo, ¿sí?
Le pide.
Wiress asiente
y corretea hacia la orilla, donde mete el rollo en el agua. Empieza a
cantar en voz baja una cancioncilla divertida, sobre un ratón corriendo
por un reloj. Debe de ser para niños, pero parece alegrarla.
Oh, la canción
otra vez no. Dice Johanna, poniendo los ojos en blanco. Eso siguió horas
y horas anoche antes de que empezara con el tictac.
De repente Wiress
se yergue muy derecha y señala a la selva.
Dos. Dice.
Sigo su dedo
hacia donde la pared de niebla acaba de empezar a extenderse hacia
la playa.
Sí, mirad. Wiress
tiene razón. Son las dos en punto y ha empezado la niebla.
Como un trabajo
de relojería. Dice Peeta. Fuiste muy lista por averiguar eso, Wiress.
Wiress sonríe
y vuelve a cantar y a remojar el rollo.
Oh, es más que
lista. Dice Beetee. Es intuitiva. Todos nos giramos hacia Beetee,
que parece estar volviendo a la vida. Puede sentir cosas antes que
nadie más. Como un canario en una de vuestras minas de carbón. ¿Qué es
eso? Me pregunta Finnick.
Es un pájaro
que llevamos abajo a las minas para avisarnos de si hay mal aire. Digo.
¿Qué hace, morir? Pregunta Johanna.
Primero deja
de cantar. Es entonces cuando deberías salir. Pero si el aire es muy
malo, se muere, sí. Y tú también. No quiero hablar de pájaros cantores
muriéndose. Traen recuerdos de la muerte de mi padre y de la muerte
de Rue y de la muerte de Maysilee Donner y de mi madre heredando su pájaro
cantor. Oh, genial, y ahora estoy pensando en Gale, allá en la profundidad
de esa horrible mina, con la amenaza del Presidente Snow pendiendo
sobre su cabeza. Tan fácil hacerlo parecer un accidente allí abajo.
Un canario silencioso, una chispa, y nada más.
Vuelvo a imaginar
matar al presidente.
A pesar de su
molestia por Wiress, Johanna está tan contenta como la he visto nunca
en la arena. Mientras yo estoy ampliando mi almacén de flechas, ella
hurga por ahí hasta que sale con un par de hachas de aspecto letal. Parece
una elección extraña hasta que la veo lanzar una con tal fuerza que se
clava en el oro suave de la Cornucopia. Por supuesto. Johanna Mason.
Distrito 7. Madera.
Me apuesto a que ha estado lanzando hachas por ahí desde que aprendió
a gatear. Es como Finnick con su tridente. O Beetee con su cable. Rue
con su conocimiento de las plantas. Me doy cuenta de que no es más que
otra desventaja a la que se han enfrentado los tributos del Distrito
12 a lo largo de los años. No bajamos a las minas hasta cumplir los dieciocho.
Parece que la mayoría de los otros tributos aprenden algo de su industria
más pronto. Hay cosas que haces en una mina que podrían ser útiles en
los Juegos. Blandir un pico.
Explotar cosas.
Darte una posibilidad. Igual que hizo mi caza. Pero las aprendemos
demasiado tarde.
Mientras yo estaba
hurgando en las armas, Peeta ha estado agachado en el suelo, dibujando
algo con la punta de su cuchillo en una hoja grande y suave que trajo
de la selva.
Miro por encima
de su hombro y veo que está creando un mapa de la arena. En el centro
está la Cornucopia en su círculo de arena con las doce bandas saliendo
de ella. Parece una tarta cortada en doce cuñas iguales. Hay otro círculo
representando la línea del agua y uno un poco más grande indicando el
límite de la playa.
Mira cómo está
posicionada la Cornucopia. Me dice.
Examino la Cornucopia
y veo a qué se refiere.
La cola apunta
a las doce en punto. Digo.
Exacto, así que
esta es la parte alta de nuestro reloj. Dice, y rasca rápidamente
los números del uno al doce alrededor de la esfera del reloj. De las
doce a la una está la zona de los rayos. Escribe rayos con letra pequeña
en la cuña correspondiente, después sigue en sentido de las agujas
del reloj añadiendo sangre, niebla y monos en las secciones siguientes.
Y de diez a once
es la ola. Digo. La añade. En este punto se nos unen Finnick y Johanna,
armados hasta los dientes con tridentes, hachas y cuchillos. ¿Notasteis
algo inusual en las otras? Les pregunto a Johanna y a Beetee, ya que
tal vez hayan visto algo que nosotros no. Pero todo lo que han visto es
un montón de sangre.
Supongo que podrían
contener cualquier cosa.
Voy a marcar
esas donde sabemos que el arma de los Vigilantes nos persigue más allá
de la selva, para mantenernos alejados de esas. Dice Peeta, dibujando
líneas en diagonal en las playas de la niebla y la ola. Después se echa
atrás. Bueno, es mucho más de lo que sabíamos por la mañana, en cualquier
caso.
Todos asentimos,
y es entonces cuando lo percibo. El silencio. Nuestro canario ha
dejado de cantar.
No espero.
Cargo una flecha y cuando me doy la vuelta veo de reojo a un Gloss chorreante
dejando caer al suelo a Wiress, su garganta cercenada en una brillante
sonrisa roja. La punta de mi flecha desaparece en su sien derecha,
y en el instante que me lleva recargar, Johanna ha enterrado la hoja
de un hacha en el pecho de Cashmere. Finnick aparta una lanza que Brutus
le lanza a Peeta y recibe el cuchillo de Enobaria en el muslo. Si no
estuviera la Cornucopia para cubrirse detrás, estarían muertos,
los dos tributos del Distrito 2. Salgo despedida en pos de ellos. ¡Boom!
¡Boom! ¡Boom! El cañón confirma que no hay forma de ayudar a Wiress,
que no hay necesidad de rematar a Gloss ni a Cashmere. Mis aliados y
yo estamos rodeando el cuerno, empezando a darles caza a Brutus y
Enobaria, que están corriendo por una banda de arena hacia la selva.
De repente el
suelo da un salto debajo de mis pies y caigo de lado sobre la arena.
El círculo de tierra que contiene la Cornucopia empieza a girar rápido,
muy rápido, y puedo ver pasar la selva en un borrón. Siento la fuerza
centrífuga llevarme hacia el agua y entierro mis manos y pies en la
arena, intentando encontrar algo de firmeza en el suelo inestable.
Entre la arena voladora y el mareo, tengo que cerrar con fuerza los
ojos. Literalmente no hay nada que pueda hacer salvo sujetarme hasta
que, sin deceleración ninguna, paramos de repente.
Tosiendo y con
el estómago revuelto, me siento lentamente para descubrir que mis
compañeros están en la misma condición. Finnick, Johanna y Peeta se
han sujetado. Los tres cadáveres han sido arrojados al agua salada.
Toda la cosa,
desde echar en falta la canción de Wiress hasta ahora, no puede haber
pasado en más de un minuto o dos. Nos quedamos allí sentados jadeando,
apartándonos la arena de la boca. ¿Dónde está Volts? Dice Johanna. Estamos
en pie. Un círculo tambaleante alrededor de la Cornucopia confirma
que ya no está. Finnick lo ve a unos veinte metros en el agua, apenas logrando
mantenerse a flote, y nada para traerlo de vuelta.
Es entonces
cuando recuerdo el cable y lo importante que era para él. Miro a mi
alrededor frenéticamente. ¿Dónde está? ¿Dónde está? Y entonces lo
veo, aún aferrado en las manos de Wiress, muy lejos en el agua. Mi estómago
da un vuelco ante lo que tengo que hacer ahora.
Cubridme. Les
digo a los otros. Lanzo a un lado mis armas y corro hacia el brazo de
arena más cerca de su cuerpo. Sin aminorar el paso, me lanzo al agua y
voy hacia ella. Por el rabillo del ojo, puedo ver el aerodeslizador apareciendo
sobre nosotros, la garra empezando a descender para llevársela. Pero
no me detengo. Sólo sigo nadando tan rápido como puedo y acabo chocando
contra su cuerpo. Salgo a la superficie jadeando, intentando evitar
tragar el agua ensangrentada que sale de la herida abierta de su cuello.
Está flotando sobre la espalda, sostenida por su cinturón y por la
muerte, mirando al implacable sol. Mientras me mantengo sobre el
agua, tengo que luchar para sacar el rollo de cable de sus dedos, porque
su agarre final sobre él es muy fuerte. No hay nada que pueda hacer salvo
cerrarle los párpados, susurrar adiós, y alejarme a nado. Para cuando
dejo el rollo en la arena y salgo del agua, su cuerpo ya no está. Pero
todavía puedo notar el sabor de su sangre mezclada con el agua de
mar.
Voy de regreso
a la Cornucopia. Finnick ha traído a Beetee de vuelta con vida, aunque
todo empapado, y está sentado y tosiendo agua. Tuvo el sentido común
de aferrarse a sus gafas, así que por lo menos puede ver. Coloco el rollo
de cable sobre su regazo. Está reluciente, no queda nada de sangre.
Desenreda un trozo de cable y la desliza entre sus dedos. Por primera
vez lo veo, y no es como ningún cable que conozca. De color oro pálido
y del grosor de un cabello. Me pregunto cómo es de largo. Debe de haber
kilómetros de la cosa para llenar el gran carrete. Pero no pregunto,
porque sé que está pensando en Wiress.
Miro a los rostros
sobrios de los demás. Ahora Finnick, Beetee y Johanna han perdido los
tres a sus compañeros de distrito. Voy hacia Peeta y lo rodeo con los
brazos, y durante un rato estamos todos en silencio.
Salgamos de esta
isla apestosa. Dice Johanna al fin. Ahora sólo está la cuestión de
nuestras armas, que por lo general hemos retenido. Afortunadamente
las viñas aquí son fuertes y tanto el spile como el tubo de medicina
envuelto en el paracaídas todavía están unidos con seguridad a mi
cinturón. Finnick se saca la camiseta interior y la ata alrededor
de la herida que el cuchillo de Enobaria hizo en su muslo; no es profundo.
Beetee cree que ahora puede andar, si vamos lentamente, así que lo ayudo
a levantarse. Decidimos ir a la playa de las doce en punto. Eso debería
proporcionar horas de calma y mantenernos alejados de cualquier
residuo venenoso. Y entonces Peeta, Johanna y Finnick salen los tres
en tres direcciones distintas.
Doce en punto,
¿verdad? Dice Peeta. La cola apunta a las doce.
Antes de que
nos dieran vueltas. Dice Finnick. Yo estaba juzgando por el sol.
El sol sólo te
dice que son alrededor de las cuatro, Finnick. Digo yo.
Deben de ser
después de las cuatro, si la niebla ha parado. Apunta Johanna.
A no ser que la
cortaran cuando nos dieron vueltas. Dice Beetee. Creo que sé lo que
Katniss quiere decir, saber la hora no quiere decir que sepas necesariamente
dónde están las cuatro en el reloj. Tal vez tengas una idea general de
la dirección. A no ser que consideres que quizás hayan cambiado también
el círculo externo de la selva.
No, lo que Katniss
quería decir era mucho más básico. Beetee ha articulado una teoría
mucho más allá de mi comentario sobre el sol. Pero yo sólo asiento
con la cabeza como si esa hubiera sido mi idea desde el principio.
Sí, así que cualquiera
de estos caminos podría llevarnos a las doce en punto. Digo.
Giramos alrededor
de la Cornucopia, escrudiñando la selva. Tiene una uniformidad sorprendente.
Recuerdo el árbol alto que recibió el primer rayo a las doce en punto,
pero cada sector tiene un árbol similar. Johanna piensa en seguir
las huellas de Enobaria y Brutus, pero o bien han sido borradas por
el viento o por el agua.
Nunca debí haber
mencionado el reloj. Digo amargamente. Ahora también han quitado
esa ventaja.
Sólo temporalmente.
Dice Beetee. A las diez, veremos la ola de nuevo y estaremos de nuevo
al tanto.
Sí, no pueden
rediseñar toda la arena. Dice Peeta.
No importa.
Dice Johanna con impaciencia. Tenías que decírnoslo o nunca habríamos
movido el campamento en primer lugar, descerebrada. Irónicamente,
su respuesta lógica, si bien degradante, es la única que me reconforta.
Sí, tenía que decírselo para que se movieran. Vamos, necesito agua.
¿Alguien tiene un buen instinto?
Elegimos al
azar un camino y lo tomamos, sin tener ni idea del número al que nos dirigimos.
Cuando llegamos
a la selva, miramos dentro, intentando descifrar qué es lo que puede
estar esperando en el interior.
Bueno, debe de
ser la hora de los monos. Y no veo ninguno aquí. Dice Peeta. Voy a intentar
abrir un grifo en un árbol.
No, es mi turno.
Dice Finnick.
Por lo menos
te cubriré. Dice Peeta.
Katniss puede
hacerlo. Dice Johanna. Necesitamos que hagas otro mapa. El otro se
lo llevó el agua. Arranca una hoja grande de un árbol y se la entrega.
Durante un momento,
sospecho que están intentando dividirnos y matarnos. Pero no tiene
sentido. Yo tendré ventaja sobre Finnick si él está lidiando con el
árbol y Peeta es mucho más grande que Johanna. Así que sigo a Finnick
unos quince metros selva adentro, donde él encuentra un buen árbol
y empieza a apuñalarlo para hacer un agujero con su cuchillo.
Mientras estoy
ahí de pie, con las armas listas, no puedo deshacerme de la sensación
extraña de que está pasando algo y que tiene que ver con Peeta. Retrocedo
por nuestros pasos, desde el momento en que sonó el gong, buscando la
fuerte de mi incomodidad. Finnick sacando a Peeta de su plataforma
metálica. Finnick resucitando a Peeta después de que el campo de fuerza
parara su corazón. Mags corriendo hacia la niebla para que Finnick
pudiera llevar a Peeta. La morphling lanzándose delante de él para
bloquear el ataque del mono. La lucha con los Profesionales fue muy
rápida, pero ¿no impidió Finnick que la lanza de Brutus golpeara a Peeta
incluso aunque eso significara recibir el cuchillo de Enobaria en
su pierna? E incluso ahora Johanna lo tiene dibujando un mapa en
una hoja en vez de estar poniéndose en peligro en la selva…
No hay cuestión
sobre ello. Por razones que no puedo alcanzar a comprender, algunos
de los otros vencedores están intentando mantenerlo con vida, incluso
aunque eso suponga sacrificarse a sí mismos.
Estoy anonadada.
Por una parte, ese es mi trabajo. Por otra parte, eso no tiene sentido.
Sólo uno de nosotros
puede salir de aquí. Así que ¿por qué han elegido proteger a Peeta? ¿Qué
ha podido decirles Haymitch, con qué ha comerciado para hacer que pongan
la vida de Peeta por encima de las suyas propias?
Sé mis propias
razones para mantener vivo a Peeta. Es mi amigo, y esta es mi forma
de desafiar al Capitolio, para minar sus terribles Juegos. Pero si
no tuviera lazos de verdad con él, ¿qué me haría querer salvarlo, elegirlo
a él por encima de mí misma? Ciertamente es valiente, pero todos hemos
sido lo suficientemente valientes para ganar los Juegos. Está esa
cualidad por el bien que es difícil pasar por alto, pero aún así… y después
pienso en ello, en lo que Peeta puede hacer mucho mejor que el resto
de nosotros. Puede usar las palabras. Obliteró a todos los demás en
ambas entrevistas. Y tal vez es por esa bondad subyacente por la que
puede mover a una multitudno, a un paísa su lado con el giro de una sola
frase.
Recuerdo pensar
que ese era el don que el líder de nuestra revolución tendría que tener.
¿Ha convencido Haymitch de esto a los demás? ¿Que la lengua de Peeta
tendría mucho más poder contra el Capitolio que ninguna fuerza física
que el resto de nosotros pudiera clamar?
No lo sé. Todavía
parece un gran salto para algunos de los tributos. Quiero decir, estamos
hablando de Johanna Mason. Pero ¿qué otra explicación podría haber
para sus decididos esfuerzos por mantenerlo con vida?
Katniss, ¿tienes
ese spile? Pregunta Finnick, devolviéndome a la realidad. Corto la
viña que ata el spile a mi cinturón y le paso el tubo metálico.
Es entonces
cuando oigo el grito. Tan lleno de miedo y dolor que me hiela la sangre.
Y tan familiar. Dejo caer el spile, me olvido de dónde estoy o qué es
lo que hay delante, sólo sé que tengo que alcanzarla, protegerla. Corro
salvajemente en dirección a la voz, sin importarme el peligro, corriendo
a través de viñas y ramas, a través de cualquier cosa que me impida
llegar a ella.
Llagar a mi hermana
pequeña. ¿Dónde está? ¿Qué es lo que le están haciendo? ¡Prim! Grito.
¡Prim! Sólo me responde otro grito agonizante. ¿Cómo llegó ella
aquí? ¿Por qué es ella parte de los Juegos? ¡Prim!
Las viñas me
cortan en la cara y en los brazos, las enredaderas me atrapan los pies.
Pero estoy acercándome a ella. Más cerca. Ahora muy cerca. El sudor
corre por mi rostro, escociéndome en las heridas en proceso de curación.
Jadeo, intentando sacar algún uso del aire húmedo y cálido que parece
vacío de oxígeno. Prim hace un sonidoun sonido tan perdido, irreparableque
ni siquiera puedo imaginar lo que le han hecho para evocarlo. ¡Prim!
Me abro camino con las manos a través de una pared de vegetación hasta
un pequeño claro, y el sonido se repite directamente encima de mí.
¿Encima de mí? Levanto la cabeza rápidamente. ¿La tienen arriba en
los árboles? Busco desesperadamente entre las ramas pero no veo nada.
¿Prim? Digo suplicante. La oigo pero no puedo verla. Suena su siguiente
quejido, claro como una campanilla, y no hay modo de confundir la fuente.
Viene de la boca de un pequeño pájaro negro con cresta situado en una
rama a unos tres metros sobre mi cabeza. Y entonces comprendo.
Es un charlajo.
Nunca he visto
uno antes creía que ya no existían y por un instante, mientras me apoyo
contra el tronco del árbol, aferrando el flato de mi costado, lo examino.
La mutación, el precursor, el padre. Evoco una imagen mental de un sinsonte,
la fundo con la del charlajo, y sí, puedo ver como se aparearon para
dar lugar a mi sinsajo. No hay nada en el pájaro que sugiera que es un
muto. Nada excepto esos horribles sonidos vívidos de la voz de Prim
saliendo de su boca. Lo silencio con una flecha en la garganta. El pájaro
cae al suelo. Saco mi flecha y le retuerzo el cuello como precaución.
Después lanzo la cosa repulsiva a la selva. Ni el hambre más feroz
podría tentarme a comerlo.
No era real,
me digo. Igual que las mutaciones de lobos el año pasado no eran de verdad
los tributos muertos. Sólo es un truco sádico de los Vigilantes.
Finnick llega
corriendo al claro para encontrarme limpiando la flecha con algo
de musgo. ¿Katniss?
Está bien. Estoy
bien. Digo, aunque no me siento bien en absoluto. Creí que había oído
a mi hermana, pero… El agudísimo chillido me corta. Es otra voz, no
la de Prim, tal vez la de una mujer joven. No la reconozco. Pero el efecto
en Finnick es inmediato. El color desaparece de su rostro y puedo
ver cómo sus pupilas se dilatan de terror. Finnick, ¡espera!
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