Digo, extendiendo hacia él la mano
para reconfortarlo, pero ha salido disparado. En pos de la víctima,
tan falto de sentido como cuando yo perseguí a Prim. ¡Finnick! Lo llamo,
pero sé que no volverá para esperar a que le dé una explicación racional.
Así que todo lo que puedo hacer es seguirlo.
No me cuesta
ningún esfuerzo rastrearlo, incluso aunque se está moviendo muy
rápido, porque deja atrás un camino claro y pisoteado. Pero el pájaro
está por lo menos a medio kilómetro de distancia, la mayor parte del
camino cuesta arriba, y para cuando lo alcanzo, me falta el aliento.
Está dando vueltas alrededor de un árbol gigante. El tronco debe de
tener un diámetro de un metro y veinte, y las ramas ni siquiera empiezan
hasta los seis metros de altura. Los chillidos de la mujer salen de
algún punto entre el follaje, pero el charlajo está escondido. Finnick
también está gritando, una y otra vez. ¡Annie, Annie! Está en estado
de pánico y completamente inalcanzable, así que hago lo que haría
en cualquier caso. Escalo al árbol adyacente, localizo el charlajo,
y lo elimino con una flecha. Cae derecho al suelo, aterrizando justo
a los pies de Finnick. Él lo coge, haciendo la conexión lentamente,
pero cuando me deslizo tronco abajo para reunirme con él, parece
más desesperado que nunca.
Está bien, Finnick.
Sólo es un charlajo. Están jugando con nosotros. Digo. No es real.
No es tu… Annie.
No, no es Annie.
Pero la voz era la suya. Los charlajos imitan lo que oyen. ¿Dónde consiguieron
esos gritos, Katniss? Dice él.
Puedo sentir
cómo mis propias mejillas lividecen al entender lo que está intentando
decirme.
Oh, Finnick,
no crees que ellos…
Sí. Lo creo.
Eso es exactamente lo que creo.
Veo una imagen
de Prim en una habitación blanca, atada a una mesa, figuras embatadas
obteniendo esos sonidos de ella. En algún lugar la están torturando,
o la torturaron, para conseguir esos sonidos. Mis rodillas se convierten
en agua y me derrumbo sobre el suelo.
Finnick está
tratando de decirme algo, pero no puedo oírlo. Lo que sí oigo finalmente
es otro pájaro empezando a gritar en algún lugar a mi izquierda. Y
esta vez, la voz es de Gale.
Finnick me agarra
del brazo antes de que pueda huir.
No. No es él.
Empieza a arrastrarme colina abajo, hacia la playa. ¡Vamos a salir
de aquí! Pero la voz de Gale está tan llena de dolor que no puedo evitar
luchar para alcanzarla. ¡No es él, Katniss! ¡Es un muto! Me grita Finnick.
¡Vamos! Me mueve hacia delante, a medias arrastrándome, a medias
llevándome en brazos, hasta que puedo procesar lo que ha dicho. Tiene
razón, sólo es otro charlajo. No puedo ayudar a Gale dándole caza.
Pero eso no cambia el hecho de que es la voz de Gale, y que en algún lugar,
en algún momento, alguien le ha hecho sonar así.
Dejo de luchar
contra Finnick, y como la noche de la niebla, huyo de aquello contra
lo que no puedo luchar. Lo que sólo me hará daño. Sólo que esta vez es
mi corazón y no mi cuerpo el que se está desintegrando. Esta debe de
ser otra arma del reloj. Las cuatro en punto, supongo.
Cuando las agujas
hacen tictac hasta las cuatro, los monos se van a casa y los charlajos
salen a jugar. Finnick tiene razónsalir de aquí es lo único que se puede
hacer. Aunque no habrá nada que Haymitch pueda lanzar en un paracaídas
que nos ayude ni a Finnick ni a mí a recuperarnos de las heridas que
los pájaros han infligido.
Veo a Peeta y
a Johanna de pie en la línea de árboles y me llena una mezcla de alivio
y furia. ¿Por qué no vino Peeta a ayudarme? ¿Por qué no vino nadie detrás
de nosotros? Incluso ahora se mantiene apartado, las manos levantadas,
las palmas hacia nosotros, sus labios moviéndose aunque hasta nosotros
no llega ninguna palabra. ¿Por qué?
La pared es
tan transparente, que Finnick y yo chocamos contra ella y rebotamos
contra el suelo de la selva. Yo tengo suerte. Mi hombro se llevó la
peor parte del impacto, mientras que Finnick chocó de frente y ahora
de su nariz mana sangre a borbotones. Esta es la razón por la que Peeta
y Johanna e incluso Beetee, a quien veo sacudiendo la cabeza detrás
de ellos, no han acudido en nuestra ayuda. Una barrera invisible
bloquea el área delante de nosotros. No es un campo de fuerza. Puedes
tocar la superficie dura y suave todo lo que quieras. Pero ni el cuchillo
de Peeta ni el hacha de Johanna pueden hacer mella en ella. Sé, sin revisar
más que unos metros en una dirección, que encierra toda la cuña de las
cuatro en punto. Que estaremos atrapados aquí como ratas hasta que
pase la hora.
Peeta presiona
la mano contra la superficie y yo levanto la mía al otro lado, como
si pudiera sentirlo a través de la pared. Veo sus labios moviéndose
pero no puedo oírlo, no puedo oír nada fuera de nuestra cuña. Intento
descifrar lo que está diciendo, pero no puedo concentrarme, así que
simplemente me quedo mirándolo a la cara, haciendo todo lo que puedo
por aferrarme a mi cordura.
Entonces empiezan
a llegar los pájaros. Uno por uno. Colgándose de las ramas cercanas. Y
un concierto de los horrores cuidadosamente orquestado empieza
a manar de sus bocas.
Finnick se da
por vencido nada más empezar, encogiéndose sobre el suelo, apretando
con todas sus fuerzas las manos contra sus oídos como si estuviera intentando
romperse el cráneo.
Yo intento
luchar durante un rato. Vaciando mi aljaba de flechas en los odiados
pájaros. Pero cada vez que uno cae muerto, otro toma rápidamente su
lugar. Y al final abandono y me encojo junto a Finnick, intentando
bloquear los insoportables sonidos de Prim, Gale, mi madre, Madge,
Rory, Vick, incluso Posy, la pobrecita indefensa Posy…
Sé que ha parado
cuando siento las manos de Peeta sobre mí, me siento levantada del
suelo y alejada de la selva. Pero sigo con los ojos fuertemente cerrados,
las manos sobre las orejas, los músculos demasiado rígidos para soltarlos.
Peeta me sostiene en su regazo, diciéndome palabras tranquilizadoras,
acunándome levemente. Pasa mucho tiempo antes de que empiezo a relajar
el agarre de acero sobre mi cuerpo. Y cuando lo hago, empiezan los
temblores.
Todo está bien,
Katniss. Susurra él.
Tú no los oíste.
Respondo.
Oí a Prim. Justo
al principio. Pero no era ella. Dice. Era un charlajo.
Era ella. En
algún sitio. El charlajo sólo lo grabó.
No, eso es lo
que quieren que pienses. Igual que yo me pregunté si los ojos de Glimmer
estaban en ese muto el año pasado. Pero esos no eran los ojos de Glimmer.
Y esa no era la voz de Prim. O si lo era, la grabaron de una entrevista o
algo y distorsionaron el sonido. Le hicieron decir lo que fuera que
estaba diciendo.
No, estaban
torturándola. Replico. Probablemente está muerta.
Katniss, Prim
no está muerta. ¿Cómo podrían matar a Prim? Casi hemos llegado a los
ocho finales. ¿Y qué pasa entonces? Dice Peeta.
Mueren siete
más. Digo desesperanzada.
No, en casa.
¿Qué pasa cuando llegan a los ocho tributos finales en los Juegos?
Levanta mi barbilla
para que tenga que mirarlo. Me obliga a establecer contacto visual.
¿Qué pasa? ¿En los ocho finales?
Sé que está intentando
ayudarme, así que me obligo a pensar. ¿En los ocho finales? Repito.
Entrevistan a tu familia y amigos en casa.
Eso es. Dice
Peeta. Entrevistan a tu familia y amigos. ¿Y pueden hacer eso si los
han matado a todos? ¿No? Pregunto, aún insegura.
No. Así es como
sabemos que Prim está viva. Será la primera a la que entrevisten,
¿no?
Quiero creerlo.
Desesperadamente. Sólo que… esas voces…
Primero a Prim.
Después a tu madre. A tu primo, Gale. Madge. Prosigue. Era un truco,
Katniss. Uno horrible. Pero nosotros somos los únicos a los que puede
hacerles daño.
Somos nosotros
quienes estamos en los Juegos. No ellos. ¿De verdad crees eso?
De verdad. De
verdad. Titubeo, pensando en cómo Peeta puede hacer que cualquiera
crea en cualquier cosa. Miro a Finnick en busca de confirmación,
veo que está fijado en Peeta, en sus palabras. ¿Tú lo crees, Finnick? Digo.
Podría ser cierto.
No lo sé. Dice. ¿Podrían hacer eso, Beetee? Tomar la voz normal de alguien
y hacer que…
Oh, sí. Ni siquiera
es tan difícil, Finnick. Nuestros niños aprenden una técnica similar
en el colegio. Dice Beetee.
Por supuesto
que Peeta tiene razón. Todo el país adora a la hermanita de Katniss.
Si de verdad la mataran así, probablemente tendrían un levantamiento
entre las manos. Dice Johanna rotundamente. No quieren eso, ¿verdad?
Echa atrás la cabeza y grita ¿Todo el país en rebelión? ¡No querrían
nada así!
Me quedo con
la boca abierta del shock. Nadie, nunca, dice algo así en los Juegos.
Definitivamente,
han cortado a Johanna, editando la escena. Pero yo la he oído y nunca
podré pensar en ella de la misma forma. Nunca ganará ningún premio
por bondad, pero sí que tiene agallas. O está loca. Coge algunas conchas
y se dirige a la selva.
Voy a buscar
agua. Dice.
No puedo evitar
agarrarle la mano cuando pasa a mi lado.
No vayas allí.
Los pájaros… Recuerdo que los pájaros deben de haberse ido, pero aún
así no quiero a nadie allí dentro. Ni siquiera a ella.
No pueden hacerme
daño. Yo no soy como el resto de vosotros. No queda nadie a quien quiera.
Dice Johanna, y libera la mano con una sacudida impaciente. Cuando
me trae de vuelta una concha de agua, la tomo con un silencioso movimiento
de cabeza en señal de agradecimiento, sabiendo cuánto despreciaría
la compasión en mi voz.
Mientras Johanna
recoge agua y mis flechas, Beetee hurga en su cable y Finnick se va al
agua. Yo también necesito limpiarme, pero aún estoy en brazos de Peeta,
todavía demasiado agitada para moverme. ¿A quién usaron en contra
de Finnick? Pregunta.
A alguien
llamada Annie.
Debe de ser Annie
Cresta. ¿Quién?
Annie Cresta.
Era la chica por la que Mags se presentó voluntaria. Ganó hace unos cinco
años. Dice Peeta.
Ese habría sido
el verano después de la muerte de mi padre, cuando empecé a alimentar
a mi familia, cuando todo mi ser estaba ocupado combatiendo contra
la inanición.
No me acuerdo
mucho de esos Juegos. Digo. ¿Fue el año del terremoto?
Sí. Annie es
la que se volvió loca cuando su compañero de distrito fue decapitado.
Corrió sola y se escondió. Pero un terremoto rompió una presa y la mayor
parte de la arena se inundó. Ella ganó porque era la mejor nadadora.
Dice Peeta. ¿Se puso mejor después? Pregunto. Quiero decir, ¿su cabeza?
No lo sé. Ni siquiera
recuerdo volverla a ver en los Juegos. Pero no parecía demasiado estable
este año durante la cosecha. Dice Peeta.
Así que es esa
a quien quiere Finnick, pienso. No a su ristra de guapas amantes en
el Capitolio. Sino a una pobre chica loca en casa.
La explosión
del cañón nos reúne a todos en la playa. Un aerodeslizador aparece en
lo que estimamos que es la zona de las seis a las siete en punto. Miramos
mientras la garra baja cinco veces distintas para recuperar los
trozos de un cuerpo, hecho pedazos. Es imposible decir quién era.
Lo que quiera que suceda a las seis en punto, no quiero saberlo nunca.
Peeta dibuja
un mapa nuevo en una hoja, añadiendo CH para los charlajos en la sección
de las cuatro a las cinco en punto y simplemente escribiendo bestia
en aquella donde vimos el tributo recogido por partes. Ahora tenemos
una buena idea de lo que siete de las horas traerán. Y si hay algo positivo
en el ataque de los charlajos, es que nos dejó saber de nuevo dónde estamos
en la esfera del reloj.
Finnick teje
otra cesta de agua y una red para pescar. Yo me doy un baño rápido y me
pongo más ungüento en la piel. Después me siento al borde del agua,
limpiando los peces que coge Finnick y mirando el sol caer más allá
del horizonte. La brillante luna ya se está levantando, llenando la
arena con ese extraño crepúsculo. Estamos a punto de sentarnos para
nuestra comida de pescado crudo cuando empieza el himno. Y después
los rostros…
Cashmere.
Gloss. Wiress. Mags. La mujer del Distrito 5. La morphling que dio su
vida por Peeta. Blight. El hombre del 10.
Ocho muertos.
Más ocho de la primera noche. Dos tercios de nosotros muertos en un
día y medio. Eso debe de ser algún tipo de record.
Pues sí que están
diezmándonos. Dice Johanna. ¿Quién queda? Además de nosotros cinco
y el Distrito Dos? Pregunta Finnick.
Chaff. Dice Peeta,
sin necesidad de pensar en ello. Tal vez ha estado pendiente de él
por Haymitch.
Baja un paracaídas
con una pila de bollos de pan cuadrados del tamaño de un bocado.
Estos son de tu
distrito, ¿verdad, Beetee? Pregunta Peeta.
Sí, del Distrito
Tres. Dice. ¿Cuántos hay?
Finnick los cuenta,
girando cada uno entre sus manos antes de colocarlos en una ordenada
configuración. No sé qué le pasa a Finnick con el pan, pero parece obsesionado
con manejarlo.
Veinticuatro.
Dice. ¿Dos docenas exactas, entonces? Dice Beetee.
Veinticuatro
clavadas. Dice Finnick. ¿Cómo deberíamos dividirlas?
Tomemos tres cada
uno, y quien sea que quede vivo en el desayuno puede votar sobre los
demás. Dice Johanna. No sé por qué esto me hace reír un poco. Supongo
que porque es verdad. Cuando lo hago, Johanna me lanza una mirada que
es casi aprobadora. No, aprobadora no. Pero tal vez algo satisfecha.
Esperamos hasta
que la ola gigante ha salido de la sección de las diez a las once en
punto, esperamos a que retroceda el agua, y después vamos a esa playa
a acampar. Teóricamente, deberíamos tener doce horas completas de
seguridad de la selva. Hay un coro desagradable de chasquidos, probablemente
de algún malvado tipo de insecto, viniendo de la cuña de las once a
las doce en punto. Pero lo que sea que está haciendo el sonido se queda
en los confines de la selva y nosotros nos mantenemos apartados de
esa parte de la playa sólo por si acaso no están esperando más que una
pisada descuidadamente situada para salir en enjambre.
No sé cómo
Johanna se mantiene aún en pie. Sólo ha tenido alrededor de una hora
de sueño desde que empezaron los Juegos. Peeta y yo nos presentamos
voluntarios para el primer turno de guardia porque estamos mejor
descansados, y porque queremos algo de tiempo solos. Los otros se quedan
dormidos de inmediato, aunque el sueño de Finnick es intranquilo.
De vez en cuando lo oigo musitar el nombre de Annie.
Peeta y yo nos
sentamos sobre la arena húmeda, mirando en direcciones contrarias,
mi hombro y cadera derechos presionando contra los suyos. Yo miro
el agua mientras él mira la selva, lo que para mí es mejor. Aún estoy
embrujada por las voces de los charlajos, algo que desafortunadamente
los insectos no pueden ahogar. Después de un rato apoyo la cabeza sobre
su hombro. Siento su mano acariciarme el pelo.
Katniss, dice
suavemente, no tiene sentido fingir que no sabemos lo que el otro está
intentando hacer. No, supongo que no lo tiene, pero tampoco es divertido
discutirlo.
Bueno, no para
nosotros, en cualquier caso. Los espectadores del Capitolio estarán
pegados a las pantallas para no perderse ni una maldita palabra.
No sé qué clase
de trato crees haber hecho con Haymitch, pero deberías saber que a mí
también me hizo promesas. Por supuesto, también sé esto. Le dijo a
Peeta que me mantendrían con vida para que no sospechara nada. Así
que creo que podemos asumir que le mintió a uno de los dos.
Esto capta mi
atención. Un doble juego. Una doble promesa. Con sólo Haymitch sabiendo
cuál es real. Levanto la cabeza, miro a Peeta a los ojos. ¿Por qué dices
esto ahora?
Porque no quiero
que olvides lo diferentes que son nuestras circunstancias. Si tú
mueres, y yo vivo, no me queda ninguna vida de regreso en el Distrito
Doce. Tú eres toda mi vida.
Dice. Nunca
volvería a ser feliz. Empiezo a objetar pero me pone un dedo en los labios.
Es diferente
para ti. No digo que no fuera a ser duro. Pero hay otra gente que haría
que tu vida mereciera ser vivida.
Peeta se saca
la cadena con el disco dorado de alrededor del cuello. Lo sostiene
a la luz de la luna para que pueda ver claramente el sinsajo. Después
su pulgar se desliza por una ranura en la que no me había fijado antes,
y se abre. No es algo macizo, como había pensado, sino un guardapelo.
Y en el guardapelo hay fotos. En el lado derecho, mi madre y Prim, riendo.
Y en el izquierdo, Gale. Sonriendo de verdad.
No hay nada en
el mundo que pudiera acabar con mi voluntad en este momento más rápido
que esas tres caras. Después de lo que oí esta tarde… es el arma perfecta.
Tu familia te
necesita, Katniss. Dice Peeta.
Mi familia.
Mi madre. Mi hermana. Y mi primo fingido Gale. Pero la intención de
Peeta es clara. Que Gale es de veras mi familia, o que lo será algún
día, si sobrevivo. Que me casaré con él. Así que Peeta me está dando su
vida y a Gale al mismo tiempo. Para hacerme saber que nunca debería
dudarlo. Todo. Eso es lo que Peeta quiere que coja de él.
Espero a que
mencione el bebé fingido, a que actúe para las cámaras, pero no lo hace.
Y así es como sé que nada de esto es parte de los Juegos. Que me está diciendo
la verdad de cómo se siente.
Nadie me necesita
de verdad a mí. Dice, y no hay autocompasión en su voz. Es cierto que
su familia no lo necesita. Llorarán su muerte, igual que hará un puñado
de amigos. Pero seguirán adelante. Incluso Haymitch, con la ayuda de
un montón de licor blanco, seguirá adelante. Me doy cuenta de que sólo
hay una persona que vaya a quedar dañada más allá de todo arreglo si
Peeta muere. Yo.
Yo sí. Digo.
Yo te necesito. Parece disgustado, toma aire como si para empezar
una larga argumentación, y eso no es bueno, nada bueno, porque empezará
a hablar sobre Prim y mi madre y todo y me quedaré confusa. Así que antes
de que pueda hablar, detengo sus labios con un beso.
Siento esa cosa
de nuevo. La cosa que sólo sentí una vez antes. En la cueva el año pasado,
cuando estaba intentando que Haymitch nos enviara comida. Besé a
Peeta unas mil veces durante esos Juegos y después. Pero sólo hubo
una vez que me hizo sentir que algo vibraba en mi interior. Sólo una
que me hizo querer más. Pero la herida de mi cabeza empezó a sangrar
y me obligó a acostarme.
Esta vez, no
hay nada más que nosotros mismos para interrumpirnos. Y después de
unos pocos intentos, Peeta se rinde en su intención de hablar. La sensación
dentro de mí se hace más cálida y se extiende por mi pecho, por todo
mi cuerpo, a lo largo de mis brazos y piernas, hasta las puntas de mi
ser. En vez de satisfacerme, los besos tienen el efecto opuesto, de hacerme
necesitar más. Creía que era algo así como una experta en el hambre,
pero esta es de una clase completamente nueva.
Es el primer
rayo de la tormenta de relámpagos el rayo golpeando el árbol a medianoche
el que nos devuelve el sentido. También despierta a Finnick. Se sienta
con un breve grito. Veo sus dedos enterrándose en la arena mientras
se asegura a sí mismo de que fuera cual fuera la pesadilla que habitaba,
no era real.
Ya no puedo
dormir más. Dice. Uno de vosotros debería descansar. Sólo entonces
parece darse cuenta de nuestras expresiones, de la forma en la que
estamos envueltos el uno en el otro. O los dos, puedo vigilar solo.
Sin embargo,
Peeta no le deja.
Es demasiado
peligroso. Dice. Yo no estoy cansado. Acuéstate tú, Katniss. No pongo
objeciones porque sí que necesito el sueño si voy a ser de alguna utilidad
manteniéndolo con vida. Le dejo que me dirija hasta donde están los
demás. Pone la cadena con el guardapelo alrededor de mi cuello,
después posa la mano sobre el punto donde estaría nuestro bebé.
Vas a ser una gran madre, ya lo sabes. Dice. Me besa una última vez y vuelve
con Finnick.
Su referencia
al bebé señala que nuestro tiempo muerto en los Juegos se ha terminado.
Que sabe que
el público se estará preguntando por qué no ha utilizado el argumento
más persuasivo de su arsenal. Los patrocinadores deben ser manipulados.
Pero mientras
me estiro sobre la arena me pregunto, ¿podría ser más? ¿Como un recordatorio
para mí de que todavía podría tener hijos con Gale algún día? Bueno,
si era eso, fue un error. Porque para empezar, nunca ha sido parte de
mi plan. Y además, si sólo uno de los dos puede ser padre, cualquiera
puede ver que debería ser Peeta.
Mientras me duermo,
intento imaginarme ese mundo, en algún lugar en el futuro, sin Juegos,
sin Capitolio. Un lugar como la pradera de la canción que le canté a
Rue mientras moría. Donde el hijo de Peeta podría estar a salvo.
Cuando me despierto,
tengo una sensación breve y deliciosa de felicidad que está de algún
modo relacionada con Peeta. La felicidad, por supuesto, es algo
completamente absurdo en este momento, ya que al ritmo al que van
las cosas, estaré muerta en un día. Y eso en el mejor de los casos, si
soy capaz de eliminar al resto de los contendientes, incluyéndome
a mí misma, y consigo coronar a Peeta como ganador del Quarter Quell.
Aún así, la sensación es tan inesperada y dulce que me aferro a ella,
si bien por breves momentos. Antes de que la arena áspera, el sol caliente
y el picor de mi piel exijan que regrese a la realidad.
Todos están ya
levantados y mirando el descenso de un paracaídas a la playa. Me uno
a ellos para otra entrega de pan. Es idéntico al que recibimos la
noche anterior. Veinticuatro panecillos del Distrito 3. Eso nos
deja con treinta y tres en total. Todos tomamos cinco, dejando ocho
en la reserva. Nadie lo dice, pero ocho se dividirán perfectamente
después de la siguiente muerte. De algún modo, a la luz del día, bromear
sobre quién quedará para comer los panecillos ha perdido su humor.
¿Cuánto tiempo podemos mantener esta alianza? No creo que nadie esperara
que el número de tributos cayera tan rápidamente. ¿Qué pasará si me
equivoqué sobre que los demás estén protegiendo a Peeta? ¿Si las cosas
fueron simplemente una coincidencia, o si todo ha sido una estrategia
para ganarse nuestra confianza y convertirnos en presas fáciles,
o si no entiendo lo que está pasando de verdad? Espera, no hay
"si" sobre eso. No entiendo lo que está pasando. Y si no lo entiendo,
es hora de que Peeta y yo nos vayamos de aquí.
Me siento junto
a Peeta en la arena para comer mis panecillos. Por algún motivo, me
es difícil mirarlo. Quizás sean todos esos besos anoche, aunque el
que nosotros nos besemos no es nada nuevo. Tal vez ni siquiera hayan
sido nada diferentes para él. Quizás sea el saber el poco tiempo que
nos queda. Y el hecho de que estamos hablando un diálogo de sordos en
lo referente a quién debería sobrevivir a estos Juegos.
Después de comer,
lo cojo de la mano y lo dirijo hacia el agua.
Vamos. Te enseñaré
a nadar. Necesito apartarlo de los otros, a algún lugar donde podamos
discutir nuestra huida. Será difícil, porque una vez se den cuenta
de que estamos rompiendo la alianza, nos convertiremos de inmediato
en objetivos.
Si le estuviera
enseñando de verdad a nadar, haría que se quitara el cinturón, ya que
lo mantiene a flote, pero ¿qué importa eso ahora? Así que simplemente
le enseño la brazada básica y dejo que practique yendo de uno a otro
lado en agua hasta la cintura. Al principio, veo a Johanna vigilarnos
con cuidado, pero después de un rato pierde el interés y se va a echar
una siesta. Finnick está tejiendo una nueva red con viñas y Betee juguetea
con su cable. Sé que el momento ha llegado.
Que horrible sólo poder aspirar a sobrevivir en un mundo así! dónde una vez al año te sentencian al azar a morir de las peores formas. Mi sueño es ser madre pero esto sería una GRAN razón para renunciar a tener hijos. En dónde no hay libertad, no hay esperanza para ellos.
ResponderEliminarQuizás diga que este libro es una visión del futuro y que no es real pero para mi este libro tiene muchas cosas de la realidad como el capitolio y la pobreza extrema entre muchas otras cosas
EliminarAmo las escenas de Peeta y Katniss 😍😍😍 hacen hermosa pareja... Ella por fim empezo a sentir algo mas fuerte por el...
ResponderEliminarYo pienso que kannis ha amado a petter desde siempre es solo que no se ha dado cuenta de lo que siente y con galería solo se confunde más.
ResponderEliminarY con gale se confunde más. ☺
ResponderEliminarJaja traductor :v
ResponderEliminar