¿No
lo sabes, Katniss? Bonnie parece estar genuinamente sorprendida.
Me
reconocen. Por supuesto que me reconocen. Mi rostro no está cubierto
y estoy aquí en el exterior del Distrito 12 apuntándoles con una flecha.
¿Quién más podría ser?
Sé
que es como la insignia que llevaba en la arena.
No
lo sabe. Dice Bonnie suavemente. Tal vez no sepa nada.
De
repente siento la necesidad de aparentar estar por encima de todo.
Sé
que ha habido un levantamiento en el Ocho.
Sí,
por eso tuvimos que salir. Dice Twill.
Bueno,
ahora estáis bien y fuera. ¿Qué vais a hacer? Pregunto.
Nos
dirigimos al Distrito Trece. Responde Twill. ¿El Trece? Digo. No hay
Trece. Desapareció del mapa.
Hace
setenta y cinco años. Dice Twill.
Bonnie
cambia de postura sobre su muleta y hace una mueca de dolor. ¿Qué te
pasa en la pierna? Pregunto.
Me
torcí el tobillo. Mis botas son demasiado grandes. Dice Bonnie.
Me
muerdo el labio. Mi instinto me dice que están diciendo la verdad.
Y detrás de esa verdad hay un montón de información que me gustaría
conseguir. Sin embargo, doy un paso el frente y recupero la pistola
de Twill antes de bajar mi arco. Después vacilo un momento, pensando
en otro día en este bosque, cuando Gale y yo vimos un aerodeslizador
aparecer de la nada y capturar a dos fugitivos del Capitolio. Al chico
le lanzaron una lanza y lo mataron. La chica pelirroja, lo averigüé
cuando fui al Capitolio, fue mutilada y convertida en una sirvienta
muda llamada Avox. ¿Alguien os persigue?
No
lo creemos. Pensamos que creen que morimos en la explosión de la fábrica.
Dice Twill. Sólo fue de casualidad que no fuera así.
Está
bien, vamos dentro. Digo, señalando con la cabeza la casa de cemento.
Las sigo al interior, llevando la pistola.
Bonnie
se dirige directa al hogar y se sienta sobre una capa de agente de la
paz que ha sido extendida ante él. Alza las manos ante la débil llama
que arde en un extremo de un tronco carbonizado. Su piel está tan pálida
que parece traslúcida y puedo ver el fuego brillar a través de ella.
Twill trata de colocar la capa, que debe de haber sido la suya propia,
alrededor de la chica tiritante.
Una
lata de un galón ha sido cortada por la mitad, el borde irregular y
peligroso. Está sobre las cenizas, lleno con un puñado de agujas de
pino hirviendo en agua. ¿Haciendo té? Pregunto.
En
realidad no estamos seguras. Recuerdo ver a alguien hervir agujas
de pino en los Juegos del Hambre hace unos años. Por lo menos, creo que
eran agujas de pino. Dice Twill con el ceño fruncido.
Recuerdo
el Distrito 8, un lugar feo y urbano apestando a gases industriales,
la gente alojada en gastados edificios de varias plantas. Apenas si
una brizna de hierba a la vista. Sin oportunidad, jamás, de conocer la
naturaleza. Es un milagro que estas dos hayan llegado hasta aquí.
¿Sin comida? Pregunto.
Bonnie
asiente.
Cogimos
lo que pudimos, pero la comida ha sido tan escasa. Nos quedamos sin
nada hace tiempo. El temblor en su voz derrite mis restantes defensas.
No es más que una chica malnutrida y herida escapando del Capitolio.
Bueno,
entonces este es vuestro día de suerte. Digo, dejando caer mi bolsa
de caza en el suelo. La gente se está muriendo de hambre por todo el
distrito y nosotras aún tenemos más que de sobra. Así que he estado
repartiendo un poco por ahí. Tengo mis propias prioridades: la familia
de Gale, Sae la grasienta, algunos de los otros miembros del Quemador
que se quedaron sin puesto. Mi madre tiene otra gente, sobre todo pacientes,
a quienes quiere ayudar. Esta mañana llené a propósito mi bolsa de
caza hasta los topes, sabiendo que mi madre vería la despensa vacía
y asumiría que estaba haciendo mi ronda a los hambrientos.
En
realidad estaba haciendo tiempo para ir al lago sin que se preocupara.
Tenía intención de repartir la comida esta tarde al volver, pero
ahora veo que eso no va a suceder.
De
la bolsa saco dos bollos frescos con una capa de queso gratinado encima.
Parece que siempre tenemos provisión de estos desde que Peeta averiguó
que eran mis favoritos. Le lanzo uno a Twill pero me acerco y le dejo el
otro a Bonnie en el regazo ya que su coordinación parece un poco cuestionable
de momento y no quiero que la cosa termine en el fuego.
Oh.
Dice Bonnie. Oh, ¿todo esto es para mí?
Algo
dentro de mí da un vuelco cuando recuerdo otra voz. Rue. En la arena.
Cuando le di el zanco de granso. "Oh. Nuca antes había tenido un
zanco completo para mí." La incredulidad de los crónicamente
hambrientos.
Sí,
cómela. Digo. Bonnie sostiene el bollo como si no se acabara de creer
que es real y después hunde los dientes en él una y otra vez, incapaz
de parar. Es mejor si lo masticas.
Asiente,
intentando ir más despacio, pero sé lo difícil que es cuando tienes
tanta hambre.
Creo
que vuestro té está listo. Aparto la lata de las cenizas. Twill saca
dos tazas de lata de su mochila y vierto el té, dejándolo sobre el
suelo para que se enfríe. Se acurrucan juntas mientras comen, soplando
sobre su té, y tomando sorbitos hirvientes mientas yo preparo el fuego.
Espero hasta que se están chupando la grasa de los dedos para preguntar.
Así que, ¿Cuál es vuestra historia? Y me la cuentan.
Desde
los Juegos del Hambre, había estado creciendo el descontento en el
Distrito 8.
Siempre
había estado allí, por supuesto, en cierto grado. Pero lo que era diferente
era que sólo hablar ya no bastaba, y la idea de pasar a la acción pasó
de un deseo a la realidad. Las fábricas de textil que sirven a Panem
son muy ruidosas por la maquinaria, y el barullo también ayudaba a
hacer correr la voz, unos labios cerca de un oído, palabras sin llamar
la atención, sin vigilar.
Twill
daba clase en el colegio, Bonnie era una de sus alumnas, y después del
timbre final, las dos se pasaban un turno de cuatro horas en la fábrica
que se especializaba en uniformes de agentes de la paz. Le llevó meses
a Bonnie, que trabajaba en el frío muelle de inspección, asegurarse
los dos uniformes, una bota por aquí, unos pantalones por allá. Se suponía
que eran para Twill y su marido porque era entendido que, una vez que el
levantamiento empezase, sería crucial hacer correr la voz acerca
de él más allá del Distrito 8 si debía extenderse y tener éxito.
El
día que Peeta y yo fuimos e hicimos nuestra aparición del Tour de la
Victoria era de hecho un tipo de ensayo. La gente de la multitud se colocó
según su equipo, junto a los edificios que serían sus objetivos cuando
estallara la rebelión. Ese era el plan: traer abajo los centros de poder
en la ciudad como el Edificio de Justicia, el Cuartel General de los
agentes de la paz, y el Centro de Comunicaciones de la plaza. Y en otras
localizaciones en el distrito: la vía de tren, el granero, la estación
eléctrica, y la armería.
La
noche de mi compromiso, la noche en que Peeta cayó de rodillas y proclamó
su amor inmortal hacia mí delante de las cámaras en el Capitolio, fue
la noche que empezó el levantamiento. Era la tapadera ideal. Nuestra
entrevista del Tour de la Victoria con Caesar Flickerman era de visión
obligada. Le dio a la gente del Distrito 8 una razón para estar en
las calles después de caer el sol, ya fuera reuniéndose en la plaza o
en diversos centros comunitarios alrededor de la ciudad para verla.
Normalmente esa actividad habría sido demasiado sospechosa. En
vez de ello todo el mundo estaba en su sitio a la hora acordada, ocho
en punto, cuando se pusieron las máscaras y se desató el infierno.
Tomados
por sorpresa y superados en número, los agentes de la paz fueron inicialmente
superados por la multitud. El Centro de Comunicaciones, el granero
y la estación eléctrica fueron todos asegurados. A medida que fueron
cayendo los agentes de la paz, los rebeldes fueron apropiándose de
armas. Había esperanza de que esto no hubiera sido un acto de locura,
que de alguna forma, si pudieran hacer llegar la voz a los otros distritos,
tal vez fuera posible la caída del gobierno del Capitolio.
Pero
entonces cayó el hacha. Empezaron a llegar agentes de la paz a millares.
Aerodeslizadores
bombardeaban las fortalezas rebeldes hasta dejarlas reducidas a
cenizas. En el completo caos que siguió, todo lo que la gente podía
hacer era volver a sus casas con vida.
Llevó
menos de cuarenta y ocho horas someter a la ciudad. Después, durante
una semana, se cerró la ciudad. Sin comida, sin carbón, se les prohibió
a todos abandonar sus casas. La única vez que la televisión enseñaba
algo que no fuera estática era cuando los instigadores eran ahorcados
en la plaza. Después, una noche, cuando todo el distrito estaba al
borde de la hambruna, llegó la orden de volver al trabajo como siempre.
Eso
suponía colegio para Twill y Bonnie. Una calle hecha intransitable
por las bombas hizo que llegaran tarde a su turno en la fábrica, así
que aún estaban a cincuenta metros cuando explotó, incluyendo a
todos cuantos había dentroincluyendo al marido de Twill y a toda
la familia de Bonnie.
Alguien
debe de haberle contado al Capitolio que la idea del levantamiento
había empezado allí. Me dice débilmente Twill.
Las
dos corrieron de vuelta a casa de Twill, donde aún aguardaban los trajes
de agentes de la paz. Arañaron juntas cuantas provisiones pudieron,
robando libremente a los vecinos que ahora sabían que estaban muertos,
y llegaron a la estación de tren. En un almacén cerca de las vías se
cambiaron a los atuendos de agentes de la paz y, disfrazadas, fueron
capaces de entrar en un vagón de carga lleno de tela en un tren dirigido
al Distrito 6. Se escaparon del tren en una parada por combustible
durante el camino y viajaron a pie. Escondidas en el bosque, pero
usando las vías como guía, llegaron a las afueras del Distrito 12 hace
dos días, donde fueron obligadas a parar cuando Bonnie se torció el
tobillo.
Entiendo
por qué escapáis, pero ¿qué esperáis encontrar en el Distrito Trece?
Pregunto.
Bonnie
y Twill intercambian una mirada nerviosa.
No
estamos exactamente seguras. Dice Twill.
No
hay más que escombros. Digo. Todos hemos visto las secuencias.
Es
exactamente eso. Han estado usando las mismas secuencias tanto tiempo
como nadie en el Distrito Ocho puede recordar. Dice Twill. ¿De verdad?
Intento recordar, rememorar las imágenes del 13 que he visto en la televisión.
¿Sabes como siempre enseñan el Edificio de Justicia? Prosigue
Twill. Asiento. Lo he visto miles de veces. Si miras con mucho cuidado,
lo ves. En la esquina de arriba a la derecha. ¿Veo qué? Pregunto.
Twill
alza de nuevo la galleta con el pájaro.
Un
sinsajo. Sólo un instante mientras pasa volando. El mismo cada
vez.
En
casa, creemos que han estado reutilizando las secuencias viejas
porque el Capitolio en realidad no puede enseñar lo que hay allí ahora.
Dice Bonnie.
Suelto
un gruñido de incredulidad. ¿Vais al Distrito Trece basándoos en
eso? ¿Una imagen de un pájaro? ¿Creéis que vais a encontrar alguna
ciudad nueva con gente paseando por ella? ¿Y eso le parece bien al Capitolio?
No.
Dice Twill con seriedad. Creemos que la gente se refugió bajo tierra
cuando todo en la superficie fue destruido. Creemos que han logrado
sobrevivir. Y creemos que el Capitolio los deja solos porque, antes
de los Días Oscuros, la industria principal del Distrito Trece era
el desarrollo nuclear.
Eran
mineros de grafito. Digo. Pero después vacilo, porque esa es información
que conseguí del Capitolio.
Tenían
varias minas pequeñas, sí. Pero no las suficientes para justificar
una población tan grande. Eso, supongo, es lo único que sé con seguridad.
Dice Twill.
Mi
corazón está latiendo demasiado rápido. ¿Qué pasa si tienen razón?
¿Podría ser cierto? ¿Podría haber un lugar al que huir más allá de la
espesura? ¿Algún lugar seguro? Si existe una comunidad en el Distrito
13, ¿sería mejor ir allí, donde podría ser capaz de conseguir algo,
en vez de esperar aquí por mi muerte? Pero entonces… si hay gente en el
Distrito 13, con armas poderosas… ¿Por qué no nos han ayudado? Digo
enfadada. Si eso es cierto, ¿por qué nos han dejado para vivir así?
¿Con el hambre y los asesinatos y los Juegos? Y de repente odio esta
imaginaria ciudad subterránea del Distrito 13 y a aquellos que se
sientan sin hacer nada, mirándonos morir. No son mejores que el Capitolio.
No
lo sabemos. Susurra Bonnie. Ahora mismo, sólo nos aferramos a la esperanza
de que existan.
Esto
me devuelve el sentido. Esto no son más que fantasías. El Distrito
13 no existe porque el Capitolio nunca lo dejaría existir. Probablemente
se confundan acerca de las secuencias. Los sinsajos son casi tan escasos
como las piedras. Y casi tan fuertes. Si pudieron sobrevivir al bombardeo
inicial del Distrito 13, probablemente les vaya ahora mejor que
nunca.
Bonnie
no tiene hogar. Su familia está muerta. Volver al Distrito 8 o adaptarse
a otro distrito sería imposible. Por supuesto que la idea de un Distrito
13 fuerte e independiente la atrae. No consigo obligarme a decirle
que está persiguiendo un sueño tan insustancial como una voluta
de humo. Tal vez ella y Twill puedan labrarse una vida en el bosque. Lo
dudo, pero son tan desgraciadas que tengo que intentar ayudarlas.
Primero
les doy toda la comida de mi bolsa, sobre todo grano y habas secas, pero
es suficiente para mantenerlas durante un tiempo si tienen cuidado.
Después me llevo a Twill al bosque e intento explicarle los puntos
básicos de la caza. Tiene un arma que, de ser necesario, puede transformar
energía solar en rayos mortíferos, así que puede durar indefinidamente.
Cuando
consigue matar a su primera ardilla, la pobre cosa es un desastre
carbonizado porque recibió un disparo directo a través del cuerpo.
Pero le muestro cómo desollarla y limpiarla. Con algo de práctica,
lo conseguirá. Corto una nueva muleta para Bonnie. De vuelta en la
casa, me quito una capa extra de calcetines para la chica, diciéndole
que los coloque en las puntas de las botas para andar, y que después se
los ponga en los pies por las noches. Finalmente les enseño cómo preparar
un fuego de verdad.
Me
ruegan que les diga detalles sobre la situación en el Distrito 12 y
les cuento cómo es la vida bajo Thread. Puedo ver que creen que es información
importante que les llevarán a aquellos que dirigen el Distrito 13,
y yo les sigo el juego para no destruir sus esperanzas. Pero cuando
la luz señala que ya es tarde, me he quedado sin tiempo para complacerlas.
Tengo
que irme ya. Digo.
Ellas
muestran todo su agradecimiento y me abrazan.
Lágrimas
caen de los ojos de Bonnie.
No
puedo creer que llegáramos a conocerte de verdad. Eres prácticamente
lo único de lo que nadie ha hablado desde…
Lo
sé. Lo sé. Desde que saqué esas bayas. Digo con cansancio.
Apenas
me doy cuenta del camino a casa incluso aunque empieza a caer una
nieve húmeda. Mi mente está dando vueltas con información nueva
sobre el levantamiento en el Distrito 8 y la improbable pero tentadora
posibilidad de un Distrito 13.
Escuchar
a Bonnie y Twill confirmó una cosa: el Presidente Snow me ha estado teniendo
por tonta. Todos los besos y las muestras de afecto del mundo no habrían
podido detener lo que se cocía en el Distrito 8. Sí, el que yo sacara
las bayas había sido la chispa, pero yo no tenía forma de controlar
el fuego. Él debe de haber sabido eso. Así que ¿por qué visitarme en mi
casa, por qué ordenarme persuadir a la muchedumbre de mi amor por Peeta?
Era obviamente un complot trazado para distraerme e impedirme hacer
nada más inflamatorio en los distritos.
Y
para entretener a la gente del Capitolio, por supuesto. Supongo
que la boda no es más que la necesaria extensión de eso.
Me
estoy acercando a la valla cuando un sinsajo se posa con suavidad
sobre una rama y me gorjea. Al verlo me doy cuenta de que nunca obtuve
una explicación completa del pájaro en la galleta y lo que significa.
"Significa
que estamos de tu parte." Eso es lo que Bonnie había dicho. ¿Tengo
a gente de mi parte? ¿Qué parte? ¿Soy sin pretenderlo la cara de la tan
esperada rebelión? ¿Se ha convertido el sinsajo de mi insignia en
un símbolo de resistencia? Si es así, a mi bando no le está yendo demasiado
bien. No tienes más que ver lo que pasó en el 8 para saberlo.
Escondo
mis armas en el tronco hueco más cercano a mi antigua casa en la Veta
y me dirijo a la valla. Estoy sobre una rodilla, preparada para entrar
en la Pradera, pero todavía estoy tan preocupada con los eventos del
día que hace falta el repentino chillido de un búho para devolverme
la sensatez.
En
la luz difusa, las cadenas se ven tan inocuas como siempre. Pero lo
que me hace apartar la mano con violencia es el sonido, como el zumbido
de un árbol lleno de nidos de rastreavispas, indicando que la valla
está viva con electricidad.
Mis
pies se echan atrás automáticamente y me escondo entre los árboles.
Cubro mi boca con mi guante para dispersar mi aliento blanco en el
aire helado. La adrenalina fluye a través de mí, apartando todas las
preocupaciones del día de mi mente mientras me concentro en la amenaza
inmediata ante mí. ¿Qué está pasando? ¿Ha encendido Thread la valla
como una precaución adicional? ¿O sabe de algún modo que hoy he escapado
a su red? ¿Está determinado a mantenerme fuera del Distrito 12 hasta
que pueda atraparme y arrestarme? ¿Arrastrarme a la plaza para encerrarme
en la empalizada o azotarme o ahorcarme?
Cálmate,
me ordeno. No es como si esta fuera la primera vez que me quedé fuera
del distrito por una verja electrificada. Ha pasado varias veces
a lo largo de los años, pero Gale siempre estaba conmigo. Nos limitaríamos
a buscar un árbol cómodo del que colgar hasta que la electricidad se
apagara, algo que siempre acababa sucediendo. Si estaba llegando
tarde a casa, Prim incluso cogió la costumbre de ir a la Pradera a
comprobar si la valla estaba encendida, para evitarle preocupaciones
a mi madre.
Pero
hoy mi familia nunca se imaginaría que estuviera en el bosque. Incluso
he dado pasos en falso para confundirlas. Así que si no aparezco, se
preocuparán. Y hay una parte de mí que también está preocupada, porque
no estoy muy segura de que no sea más que una coincidencia, la electricidad
viniendo el mismo día que vuelvo al bosque. Creía que nadie me había
visto escaparme por debajo de la valla, pero ¿quién sabe? Siempre
hay ojos de alquiler.
Alguien
denunció a Gale besándome en ese mismo punto. Aún así, eso había sido
de día y antes de que fuera más cuidadosa con mi comportamiento. ¿Podría
haber cámaras de seguimiento? Me lo he preguntado antes. ¿Es así como
sabe el Presidente Snow lo del beso?
Estaba
oscuro cuando pasé por debajo y mi cara estaba envuelta en una bufanda.
Pero la lista de sospechosos de salir sin autorización al bosque probablemente
sea muy corta.
Mis
ojos escudriñan a través de los árboles, más allá de la verja, a la
Pradera. Todo lo que puedo ver es la nieve húmeda iluminada aquí y allá
por la luz de las ventanas al borde de la Veta. No hay agentes de la paz a
la vista, no hay signos de que esté siendo buscada. Tanto si Thread sabe
que he dejado hoy el distrito como si no, me doy cuenta de que mi plan
debe ser el mismo: volver al interior de la valla sin ser vista y fingir
que nunca he salido.
Cualquier
contacto con las cadenas o las espirales de alambre de espino que coronan
la cima supondrían electrocución al instante. No creo que pueda
meterme debajo de la valla sin arriesgarme a la detección, y en cualquier
caso el suelo está congelado y duro. Eso sólo deja una opción. De algún
modo voy a tener que pasar por encima.
Empiezo
a bordear la línea de árboles, buscando un árbol con una rama lo bastante
alta y larga como para satisfacer mis necesidades. Después de dos
kilómetros más o menos, llego a un viejo arce que servirá. Sin embargo,
el tronco es demasiado ancho y está demasiado helado
Este es el cap 10!!! no es el 11.
ResponderEliminardonde esta el capitulo 11???
ResponderEliminarY el capitulo 11?
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