Me
gusta tu nuevo pelo, Effie. dice Peeta.
Gracias.
Lo hice preparar especialmente para combinar con la insignia de
Katniss.
Pensaba
que podríamos conseguirte una banda dorada para la pierna y quizás
encontrarle a Haymitch un brazalete de oro o algo para que pudiéramos
parecer un equipo. Dice Effie.
Evidentemente,
Effie no sabe que mi insignia del sinsajo es ahora un símbolo usado
por los rebeldes. Por lo menos, en el Distrito 8. En el Capitolio, el
sinsajo es todavía un recordatorio divertido de unos Juegos del Hambre
especialmente emocionantes. ¿Qué más podría ser? Los rebeldes de verdad
no ponen un símbolo secreto en algo tan duradero como la joyería. Lo
ponen en una galleta de barquillo que se puede comer en un segundo de
ser necesario.
Creo
que es una idea genial. Dice Peeta. ¿Qué te parece, Haymitch?
Sí,
da igual. Dice Haymitch. No está bebiendo pero puedo ver que le gustaría
estar haciéndolo. Effie hizo que se llevaran su propio vino cuando
vio el esfuerzo que hacía, pero está en un estado deplorable. Si fuera
él el tributo, no le habría debido nada a Peeta y podría estar tan borracho
como quisiera. Ahora va a costarle todos sus esfuerzos mantener a
Peeta con vida en una arena llena de sus viejos amigos, y probablemente
fracasará.
Tal
vez podríamos conseguirte a ti también una peluca. Digo yo en un intento
de levantar el ánimo. Él se limita a lanzarme una mirada que dice que
lo deje en paz, y todos comemos nuestra mousse en silencio. ¿Qué os
parece que veamos la repetición de las cosechas? Dice Effie, dándose
toquecitos en las comisuras de la boca con una servilleta blanca de
lino.
Peeta
se va a buscar su libreta donde tiene a los vencedores que quedan con
vida, y nos reunimos en el compartimento con la televisión para ver
cuál será nuestra competencia en la arena. Todos estamos en posición
cuando empieza a sonar el himno y empieza la repetición anual de
las ceremonias de la cosecha en los doce distritos.
En
la historia de los Juegos ha habido setenta y cinco vencedores. Cincuenta
y nueve aún siguen con vida. Reconozco muchos de sus rostros, ya sea
por verlos como tributos o mentores en los previos Juegos o por nuestra
reciente revisión de las cintas de los vencedores. Algunos son tan
viejos o están tan consumidos por enfermedades, drogas o la bebida
que no puedo situarlos. Tal y como uno esperaría, las colecciones de
tributos profesionales de los Distritos 1, 2 y 4 son las mayores. Pero
cada Distrito se las ha arreglado para aportar por lo menos un tributo
femenino y uno masculino.
Las
cosechas pasan con rapidez. Peeta pone cuidadosamente estrellas
junto a los nombres de los tributos elegidos en su libreta. Haymitch
observa, su rostro vacío de emoción, mientras amigos suyos dan un
paso al frente para subir al escenario. Effie susurra comentarios
afligidos como "Oh, no Cecelia" o "Bueno, Chaff nunca podía
mantenerse al margen en una pelea", y suspira con frecuencia.
Yo,
por mi parte, intento guardar algún archivo mental de los otros tributos,
pero como el año pasado, sólo unos pocos se quedan de verdad en mi cabeza.
Están los hermanos de belleza clásica del Distrito 1 que fueron vencedores
en años consecutivos cuando yo era pequeña.
Brutus,
un voluntario del Distrito 2, que debe de tener por lo menos cuarenta
años y aparentemente no puede esperar para volver a la arena. Finnick,
el guapo chico de pelo broncíneo del Distrito 4 que fue coronado hace
diez años a la edad de catorce. Una joven histérica con pelo marrón largo
y suelto también es llamada en el 4, pero es rápidamente sustituida
por una voluntaria, una mujer de ochenta años que necesita un bastón
para subirse al escenario. Después está Johanna Mason, la única vencedora
mujer que sigue con vida en el 7, quien ganó hace unos pocos años a base
de hacerse pasar por una debilucha. La mujer del 8 a quien Effie llama
Cecelia, quien aparenta unos treinta, tiene que desasirse de los
tres niños que corren para aferrarse a ella. Chaff, un hombre del 11 de
quien sé que es uno de los amigos particulares de Haymitch, también
va.
Soy
llamada. Después Haymitch. Y Peeta se presenta voluntario. Una de
las presentadoras se pone llorosa de verdad porque parece que la suerte
nunca estará de nuestra parte, los amantes imposibles del Distrito
12. Después se recompone para decir que se apuesta que "¡estos serán
los mejores Juegos que ha habido nunca!"
Haymitch
deja el compartimento sin una palabra, y Effie, después de hacer
unos pocos comentarios inconexos sobre este tributo o aquel, nos
desea las buenas noches. Yo me limito a quedarme allí sentada mirando
a Peeta arrancar las hojas de los tributos que no fueron escogidos.
¿Por qué no duermes algo? Dice.
Porque
no puedo soportar las pesadillas. No sin ti, pienso. Esta noche van a
ser atroces, con toda seguridad. Pero difícilmente puedo pedirle
a Peeta que venga a dormir conmigo. Apenas nos hemos tocado desde aquella
noche en la que Gale fue azotado. ¿Qué vas a hacer? Pregunto.
Sólo
revisar mis notas un rato. Conseguir una imagen clara de a qué nos enfrentamos.
Pero
lo repasaré contigo por la mañana. Vete a la cama, Katniss. Dice.
Así
que voy a la cama y, con toda seguridad, en unos minutos me despierto
de una pesadilla donde la anciana del Distrito 4 se transforma en
un inmenso roedor y me muerde enla cara. Sé que estaba gritando, pero
nadie viene. No Peeta, no ninguno de los encargados del Capitolio.
Me
pongo un albornoz para tratar de calmar la carne de gallina que se levanta
por todo mi cuerpo. Quedarme en mi compartimento es imposible, así
que decido ir a buscar a alguien para que me haga té o chocolate caliente
o cualquier cosa. Tal vez Haymitch aún esté levantado. Seguro que
no está dormido.
Ordeno
leche tibia, la cosa más calmante que se me ocurre, a un encargado.
Oyendo voces del cuarto de la televisión, entro y encuentro a Peeta.
A su lado en el sofá está la caja que Effie envió de cintas de los viejos
Juegos del Hambre. Reconozco el episodio en el cual Brutus se convirtió
en vencedor.
Peeta
se levanta y apaga la cinta cuando me ve. ¿No podías dormir?
No
mucho. Digo. Me envuelvo el albornoz con más fuerza a mi alrededor
cuando recuerdo a la anciana transformándose en el roedor. ¿Quieres
hablar de eso? Pregunta. A veces eso puede ayudar, pero yo sólo sacudo
la cabeza, sintiéndome débil porque gente con la que ni siquiera he
luchado todavía ya me persigue.
Cuando
Peeta abre los brazos, voy directa hacia ellos. Es la primera vez desde
que anunciaron el Quarter Quell que me ha ofrecido cualquier tipo
de afecto. Ha sido más como un entrenador muy exigente, siempre presionando,
siempre insistiendo que Haymitch y yo corramos más rápido, comamos
más, conozcamos mejor a nuestro enemigo. ¿Amante?
Olvídalo.
Abandonó cualquier pretensión de ser siquiera mi amigo. Rodeo con
fuerza su cuello con mis brazos antes de que pueda mandarme hacer flexiones
o algo. En vez de eso me sostiene cerca y entierra el rostro en mi pelo.
Calor irradia del punto donde sus labios simplemente tocan mi cuello,
extendiéndose lentamente por el resto de mí. Se siente tan bien,
tan imposiblemente bien, que sé que no seré la primera en soltarme.
¿Y por qué debería hacerlo? Le he dicho adiós a Gale. Nunca lo volveré
a ver, eso seguro.
Nada
de lo que haga ahora puede hacerle daño. No lo verá o pensará que estoy
actuando para las cámaras. Eso, por lo menos, es un peso fuera de mis
hombros.
La
llegada del encargado del Capitolio con la leche tibia es lo que nos
separa. Coloca una bandeja en una mesa con una jarra de cerámica humeante
y dos tazas.
Traje
una taza extra. Dice.
Gracias.
digo yo.
Y
le añadí un toque de miel a la leche. Para endulzarla. Y sólo una pizca
de especia.
Añade.
Nos mira como si quisiera decir más, después sacude levemente la cabeza
y sale de la habitación. ¿Qué le pasa? Digo.
Creo
que se siente mal por nosotros. Dice Peeta.
Ya.
Digo, vertiendo la leche.
Lo
digo en serio. No creo que la gente del Capitolio vaya a estar muy contenta
con nosotros volviendo a entrar. Dice Peeta. O los otros vencedores.
Se sienten unidos a sus campeones.
Supongo
que lo superarán una vez empiece a fluir la sangre. Digo cansinamente.
De verdad, si hay algo para lo que no tengo tiempo, es para preocuparme
por cómo afectará el Quarter Quell al humor en el Capitolio. Así que,
¿estás viendo otra vez todas las cintas?
En
realidad no. Sólo saltando por ahí para ver las diferentes técnicas
de lucha de la gente. Dice Peeta. ¿Quién va después?
Tú
eliges. Dice Peeta, levantando la caja.
Las
cintas están marcadas con el año de los Juegos y el nombre del vencedor.
Escarbo por ahí y de repente encuentro una en mi mano que no hemos
visto. El año de los Juegos es cincuenta. Eso sería el segundo Quarter
Quell. Y el nombre del vencedor es Haymitch Abernathy.
Nunca
vimos esta. Digo.
Peeta
sacude la cabeza.
No.
Sabía que Haymicth no quería. Igual que nosotros no queríamos revivir
nuestros propios Juegos. Y ya que todos estamos en el mismo equipo,
no pensé que importara mucho. ¿Está aquí la persona que ganó el veinticinco?
Pregunto.
No
lo creo. Quien quiera que fuera debe de estar muerto ahora, y Effie
sólo me envió la de los vencedores a los que tal vez nos tendríamos que
enfrentar. Peeta sopesa en la mano la cinta de Haymitch. ¿Por qué?
¿Crees que deberíamos verla?
Es
el único Quell que tenemos. Quizás obtengamos algo valioso sobre cómo
trabajan.
Digo.
Pero me siento rara. Parece una gran invasión de la privacidad de
Haymitch. No sé por qué debería ser así, ya que toda la cosa fue pública.
Pero lo es. Tengo que admitir que también me siento extremadamente
curiosa. No tenemos que decirle a Haymitch que la vimos.
Vale.
Accede Peeta. Pone la cinta y me acurruco a su lado en el sofá con mi
leche, que está verdaderamente deliciosa con la miel y las especias,
y me pierdo en los Quincuagésimos Juegos del Hambre. Después del
himno, muestran al Presidente Snow sacando el sobre del Segundo Quarter
Quell. Parece más joven pero igual de repelente. Lee el cuadrado de
papel en la misma voz onerosa que usó para el nuestro, informando a
Panem de que en honor del Quarter Quell, habrá dos veces más tributos.
Los editores cortan directamente a las cosechas, donde se llama nombre
tras nombre tras nombre.
Para
cuando llegamos al Distrito 12, estoy completamente superada
por el increíble número de chicos yendo a una muerte segura. Hay
una mujer, no Effie, leyendo los nombres en el 12, pero todavía empieza
con el "¡Damas primero!" Lee el nombre de una chica de la Veta,
lo puedes ver por su apariencia, y después oigo el nombre "Maysilee
Donner". ¡Oh! Digo. Esa era amiga de mi madre. La cámara la encuentra
entre la multitud, aferrándose a otras dos chicas. Todas rubias. Todas
definitivamente hijas de comerciantes.
Creo
que esa es tu madre abrazándola. Dice Peeta en voz baja. Y tiene razón.
Mientras Maysilee se desprende valientemente de las otras y se dirige
al tablado, alcanzo a ver fugazmente a mi madre a mi edad, y nadie ha
exagerado su belleza. Sosteniendo su mano y llorando está otra
chica que es parecidísima a Maysilee. Pero también a alguien más
a quien yo conozco.
Madge.
Digo.
Esa
es su madre. Ella y Maysilee eran gemelas o algo. Dice Peeta. Mi padre
lo mencionó una vez.
Pienso
en la madre de Madge. La esposa del Alcalde Undersee. Quien se pasa
la mitad de su vida en la cama inmovilizada por un dolor terrible,
alejando al mundo. Pienso en cómo nunca me di cuenta de que ella y
mi madre compartían este vínculo. En Madge apareciendo en aquella
tormenta de nieve para traer el analgésico para Gale. En mi insignia
del sinsajo y en cómo ahora significa algo completamente diferente
porque que sé que su antigua dueña era la tía de Madge, Maysilee Donner,
un tributo que fue asesinada en la arena.
El
nombre de Haymitch es llamado el último de todos. Es más un shock verlo
a él que a mi madre. Joven. Fuerte. Es duro admitirlo, pero era un buen
mozo. Su pelo oscuro y rizado, esos ojos grises de la veta brillantes
e, incluso, peligrosos.
Oh.
Peeta, no crees que él mató a Maysilee, ¿verdad? Suelto de repente.
No sé por qué, pero no puedo soportar la idea. ¿Con cuarenta y ocho jugadores?
Diría que las probabilidades están en contra. Dice Peeta.
Pasan
rápidamente los paseos en carruajeen los cuales los chicos del Distrito
12 están vestidos en horribles vestidos de mineroy las entrevistas.
Hay poco tiempo para enfocarse en nadie. Pero ya que Haymitch va a
ser el vencedor, vemos un intercambio completo entre él y Caesar
Flickerman, a quien se ve exactamente igual que siempre en su centelleante
traje azul medianoche. Sólo su pelo, párpados y labios verde oscuro
son diferentes.
Así
que, Hayimtch, ¿qué opinas de que los Juegos tengan un ciento por ciento
más de competidores de lo habitual? Pregunta Caesar.
Haymitch
se encoge de hombros.
No
veo que eso suponga mucha diferencia. Aún serán un ciento por ciento
igual de estúpidos que siempre, así que supongo que mis probabilidades
serán en lo fundamental las mismas.
La
audiencia rompe en carcajadas y Haymitch les ofrece una media sonrisa.
Ácida.
Arrogante.
Indiferente.
No
tuvo que esforzarse mucho para eso, ¿verdad? Digo.
Ahora
es la mañana en la que empiezan los Juegos. Vemos desde el punto de vista
de uno de los tributos mientras se levanta a través del tubo de la Sala
de Lanzamiento y a la arena. No puedo sino soltar un grito ahogado.
La incredulidad está reflejada en los rostros de los jugadores. Incluso
las cejas de Haymitch se alzan de placer, aunque casi de inmediato vuelven
a fruncirse de nuevo.
Es
el lugar más hermoso que se pueda imaginar. La Cornucopia dorada está
situada en el centro de una pradera verde llena de flores preciosas.
El cielo es de un intenso color azul con algodonosas nubes blancas.
Brillantes pájaros cantores vuelan alrededor. Por la forma en la que
algunos de los tributos están olisqueando, debe de oler genial. Una
imagen aérea muestra que la pradera se extiende kilómetros y kilómetros.
Allá en la distancia, en una dirección, parece haber un bosque, en la
otra, una montaña coronada de nieve.
La
belleza desorienta a muchos jugadores, porque cuando suena el
gong, la mayoría de ellos parece que están tratando de despertarse
de un sueño. No Haymitch, sin embargo. Está en la Cornucopia, preparado
con armas y una mochila de provisiones de su elección. Se dirige al
bosque antes de que la mayoría de los demás hayan salido de sus plataformas.
Dieciocho
tributos mueren en el baño de sangre ese primer día. Otros empiezan a
caer rápidamente después, cuando queda claro que casi todo en este
bonito lugarla suculenta fruta colgando de los arbustos, el agua en
los arroyos cristalinos, incluso el perfume de las flores cuando
se inhala demasiado directamentees mortalmente venenoso. Sólo
el agua de lluvia y la comida proporcionada en la Cornucopia son seguras
para consumo. También hay un gran grupo, bien provisto, de diez Profesionales
organizando una batida en la montaña en busca de víctimas.
Haymitch
tiene sus propios problemas en el bosque, donde las blanditas ardillas
doradas resultan ser carnívoras y atacan en manadas, y las picaduras
de mariposa traen agonía cuando no la muerte. Pero persiste en seguir
adelante, siempre manteniendo a su espalda la distante montaña.
Maysilee
Donner resulta estar muy llena de recursos, para una chica que dejó
la Cornucopia con sólo una pequeña mochila. Dentro encontró un cuenco,
algo de carne seca, y una cerbatana con dos docenas de dardos. Usando
los venenos fácilmente disponibles, enseguida convierte a la cerbatana
en un arma mortal a base de sumergir los dardos en sustancias letales
y dirigiéndolos a la carne de sus oponentes.
Después
de cuatro días, la pintoresca montaña explota en un volcán que aniquila
a otra decena de jugadores, incluyendo a todo el grupo de Profesionales
excepto a cinco. Con la montaña escupiendo fuego líquido, y la pradera
no ofreciendo ningún medio de escondite, los trece tributos restantesincluyendo
a Haymitch y a Maysileeno tienen más opción que confinarse en el bosque.
Haymitch
parece decidido a continuar en la misma dirección, lejos de la
ahora volcánica montaña, pero un laberinto de setos fuertemente
entretejidos lo obliga a volver al centro del bosque, donde se encuentra
a tres de los Profesionales y saca su cuchillo. Tal vez ellos sean mucho
más grandes y fuertes, pero Haymitch tiene una destacable velocidad
y ya ha matado dos cuando el tercero lo desarma. Ese está a punto de
rebanarle la garganta cuando un dardo lo arroja al suelo.
Maysilee
Donner sale de entre los árboles.
Viviríamos
más tiempo siendo dos.
Supongo
que acabas de demostrarlo. Dice Haymitch, frotándose el cuello.
¿Aliados? Maysilee asiente. Y allí están, de inmediato dentro de
uno de esos pactos que te verás obligado a romper si esperas volver a
casa y enfrentarte a tu distrito.
Exactamente
como Peeta y yo, les va mejor juntos. Descansan más, consiguen un sistema
para conseguir más agua de lluvia, luchan como un equipo, y comparten
la comida de las mochilas de los tributos muertos. Pero Haymitch aún
está determinado a seguir adelante. ¿Por qué? Maysilee no deja de
preguntar, y él la ignora hasta que ella se niega a andar más sin una
respuesta.
Porque
tiene que terminar en algún sitio, ¿no? Dice HAymitch. La arena no puede
seguir eternamente. ¿Qué esperas encontrar? Pregunta Maysilee.
No
lo sé. Pero tal vez haya algo que podamos usar. Dice él.
Cuando
por fin salen de esos setos imposibles, usando un soplete de una de las
mochilas de los Profesionales muertos, se encuentran sobre una tierra
seca y llana que lleva a un acantilado. Más abajo, puedes ver rocas
puntiagudas.
Eso
es todo lo que hay, Haymitch. Volvamos. Dice Maysilee.
No.
Yo me quedo aquí.
Está
bien. Sólo quedamos cinco. Podemos decirnos adiós ahora, en cualquier
caso.
Dice
ella. No quiero que al final quedemos tú y yo.
Vale.
Accede él. No se ofrece para un apretón de manos, ni siquiera la mira.
Y ella se va.
Haymicth
camina por el borde del acantilado como si intentara averiguar algo.
Su pie descoloca una piedrecilla y esta cae al abismo, aparentemente
perdida para siempre. Pero un minuto después, cuando él se sienta
a descansar, la piedrecilla sale disparada hacia arriba y cae a su
lado. Haymitch se la queda mirando, intrigado, y después su rostro
adquiere una extraña intensidad. Lanza una roca del tamaño de su
puño por el acantilado y espera. Cuando vuelve arriba justo a su
mano, empieza a reírse.
Es
entonces cuando oímos a Maysilee empezar a gritar. La alianza se ha
terminado y fue ella quien la rompió, así que nadie podría culparlo
por ignorarla. Pero en cualquier caso, Haymitch corre hacia ella.
Llega sólo a tiempo de ver a los últimos de una bandada de pájaros rosa
chillón, equipados con picos largos y finos, pincharla en el cuello.
Sostiene su mano mientras ella muere, y todo en lo que puedo pensar
es Rue y cómo yo también llegué demasiado tarde para salvarla.
Más
tarde ese día, otro tributo muere en un combate y un tercero es devorado
por una manada de esas ardillas blanditas, dejando a Haymitch y a una
chica del Distrito 1 para competir por la corona. Ella es más grande
que él e igual de rápida, y cuando llega la lucha inevitable, es sangrienta
y terrible y los dos han recibido las que bien podrían ser heridas fatales,
cuando Haymitch por fin es desarmado. Anda torpemente por el hermoso
bosque, sosteniendo en el interior sus intestinos, mientras ella
tropieza detrás de él, sosteniendo el hacha que debería propinarle
el golpe de gracia. Haymitch hace un zigzag hasta su acantilado y acaba
de llegar al borde cuando ella lanza el hacha. Él se lanza al suelo y
el hacha cae al abismo. Ahora también desarmada, la chica se queda allí
de pie, intentando detener el flujo de sangre que fluye de su cuenca
ocular vacía. Tal vez está pensando en que puede durar más que Haymitch,
que están empezando a convulsionar en el suelo. Pero lo que ella no
sabe, y él sí, es que el hacha va a volver. Y cuando vuela otra vez sobre
el borde, se entierra en la cabeza de ella. El cañón suena, su cuerpo
es retirado, y las trompetas suenan para anunciar la victoria de Haymitch.
Peeta
apaga la cinta y nos quedamos allí sentados en silencio durante un
rato.
Por
fin, Peeta dice:
El
campo de fuerza en el fondo del acantilado, era como el del techo del
Centro de Entrenamiento. El que te lanza hacia atrás si intentas
saltar y cometer suicidio. Haymitch encontró la forma de convertirlo
en un arma.
No
sólo contra los otros tributos, también contra el Capitolio. Digo.
ya sabes que ellos no esperaban que pasara eso. Se suponía que no era
parte de la arena. Nunca planearon que nadie lo usara como un arma.
Les hizo parecer estúpidos el que él lo averiguara. Me apuesto a que
se pasaron un buen tiempo intentando darle la vuelta a esa. Me apuesto
a que esa es la razón por la que no recuerdo haberlo visto nunca en la
televisión. ¡Es casi tan malo como nosotros con las bayas!
No
puedo evitar reírme, reírme de verdad, por primera vez en meses. Peeta
sólo sacude la cabeza como si hubiera perdido la chavetay tal vez
lo haya hecho, un poco.
Casi,
pero no del todo. Dice Haymitch desde detrás de nosotros. Me doy la vuelta
de repente, asustada de que vaya a estar enfadado por que hayamos
visto su cinta, pero sólo se sonríe con suficiencia y toma un trago
de una botella de vino. Ya se ve lo de la sobriedad.
Supongo
que debería disgustarme el que esté volviendo a beber, pero estoy
preocupada por otro sentimiento.
He
pasado todas estas semanas intentando saber quiénes son mis competidores,
sin pensar siquiera en quiénes son mis compañeros de equipo. Ahora
está naciendo dentro de mí una nueva clase de confianza, porque
creo que por fin sé quién es Hayimtch. Y estoy empezando a saber quién
soy yo. Y seguro que dos personas que le han causado tantos problemas
al Capitolio pueden pensar en una forma para traer a Peeta a casa con
vida.
Habiendo
pasado por la preparación con Flavius, Venia y Octavia numerosas
veces, debería ser simplemente una vieja rutina por la que pasar.
Pero no he anticipado el ciclón emocional que me espera. En algún
punto durante la preparación, cada uno de ellos rompe en lágrimas
por lo menos dos veces, y Octavia se puede decir que mantiene un llanto
continuado toda la mañana. Resulta que han terminado por sentirse
muy unidos a mí, y la idea de mi regreso a la arena los ha deshecho. Combina
eso con el hecho de que perdiéndome a mí perderán su ticket a todo tipo
de grandes eventos sociales, particularmente mi boda, y todo el asunto
se hace insoportable. La idea de ser fuerte por otra persona nunca
les ha entrado en la cabeza, y me encuentro en posición de tener
que consolarlos. Dado que yo soy la persona que va a ser masacrada, esto
es algo molesto.
Es
interesante, sin embargo, cuando pienso en lo que dijo Peeta sobre
que el encargado del tren estaba triste por el hecho de que los vencedores
tuvieran que volver a luchar. Sobre que a la gente del Capitolio no le
gustaba. Aún creo que todo eso quedará olvidado una vez suene el gong,
pero es algo así como una revelación que aquellos en el Capitolio
sientan algo en absoluto hacia nosotros. Verdaderamente no tienen
problema en ver a niños asesinados cada año. Pero tal vez saben demasiado
sobre los vencedores, especialmente sobre los que han sido celebridades
durante años, como para olvidar que somos seres humanos. Es más como
ver a tus propios amigos morir. Más como los Juegos para aquellos de
nosotros en los distritos.
Para
cuando aparece Cinna, estoy irritable y exhausta por haber reconfortado
al equipo de preparación, especialmente porque sus lágrimas constantes
me están recordando aquellas que sin duda alguna se están vertiendo
en casa. Quedándome allí en mi fino albornoz con mi piel y mi corazón
doloridos, sé que no puedo soportar ni una mirada más de lástima. Así
que en cuanto entra por la puerta espeto:
Te
juro que si lloras, te mataré aquí y ahora.
Cinna
sólo sonríe. ¿Has tenido una mañana húmeda?
Podrías
escurrirme. Respondo.
Cinna
me rodea el hombro con los brazos y me lleva a la comida.
No
te preocupes. Siempre canalizo mis emociones hacia mi trabajo. Así
no le hago daño a nadie más que a mí mismo.
No
puedo pasar por eso otra vez. Lo advierto.
gracias dios gracias por que subieronel libro y asi pude conocer como peleo haymitch sus juegos haciendo lo mismo que sus alumnos xD que coincidencia ¬¬ bueno pero creo que fue un capitulo que queria leer
ResponderEliminarOdie al encargado del capitolio
ResponderEliminarEs sorprendente la técnica que utilizo Hasmick para aniquilar al ultimo tributo , ya veo porque le agrada kanis , son muy parecidos y ambos pasaron por el dolor de no salvar a su aliado y ridiculidizado el capitolio .
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