lunes, 10 de noviembre de 2014

29 de Septiembre de 1991

Querido amigo:

Tengo un montón de cosas que contarte sobre las últimas dos semanas. Bastantes son buenas, pero otras son malas. Sigo sin entender por qué siempre pasa igual.
Antes que nada, Bill me puso un suficiente en   mi   redacción   sobre Matar  un  ruiseñor porque dijo que hago frases demasiado largas. Estoy intentando practicar para no hacerlo. También dijo que debería utilizar el vocabulario que  aprendo  en  clase,  como «corpulento»  e «ictericia». Usaría aquí esas palabras, pero la verdad es que no creo que sean apropiadas en estas cartas.
Para  serte  sincero,  no  sé  dónde  sería apropiado usarlas. No estoy diciendo que no deberíamos conocerlas. Claro que deberíamos. Pero es que nunca, en toda mi vida, he oído a nadie  utilizar  las  palabras «corpulento»  e «ictericia». Incluyendo a los profesores. Así que, ¿qué sentido tiene utilizar palabras que nadie más sabe o puede decir con comodidad? Yo es que no lo entiendo.
Me pasa lo mismo con ciertas estrellas de cine que son malísimas actuando. Algunas de ellas deben de tener por lo menos un millón de dólares, y aun así, siguen haciendo películas. Se cargan a los malos. Gritan a sus detectives. Hacen entrevistas. Cada vez que veo en alguna revista a cierta estrella de cine no puedo evitar que me dé una pena terrible porque nadie tiene ningún respeto por ella, y a pesar de eso, siguen entrevistándola.  Y  en  las  entrevistas  todas dicen lo mismo.
Empiezan con lo que están comiendo en algún   restaurante. «Mientras   masticaba delicadamente su ensalada china de pollo, nos habló de su amor». Y todas las portadas dicen lo mismo: «Nos revela los misterios de la fama, el amor, y de su reciente película/serie/álbum de éxito».
Creo que está bien que los actores hagan entrevistas para hacernos pensar que son como nosotros,  pero  si  te  soy  sincero,  me  da  la sensación de que todo es una gran mentira. El problema es que no sé quién está mintiendo. Y no  entiendo  por  qué  estas  revistas  venden tanto. Y no entiendo por qué a las señoras que van al dentista les gustan tanto. El sábado pasado, estaba en la sala de espera del dentista y oí esta conversación:
—¿Has  visto  esta  película? —señala  la portada.
—Sí. La vi con Harold.
—¿Qué te ha parecido? —Ella es un encanto. —Sí. Lo es.
—Ah, tengo una nueva receta. —¿Baja en calorías?
—Ajá.
—¿Tienes tiempo mañana?
—No. ¿Por qué no haces que Mike se la mande a Harold por fax?
—Vale.
Entonces,   estas   señoras   empezaron   a hablar sobre la actriz que mencioné antes, y las dos lo tenían muy claro:
—Creo que es patética.
—¿Has   leído   la   entrevista   en Good Housekeeping?
—¿De hace algunos meses? —Ajá.
—Patética.
—¿Leíste la de Cosmopolitan? —No.
—Dios  mío,  es  prácticamente  la  misma entrevista.
—No sé ni por qué le hacen caso.
El hecho de que una de esas señoras fuera mi madre me dio especial lástima, porque mi madre es muy guapa. Y siempre está a dieta. A veces, mi padre la llama guapa, pero ella no lo escucha. A propósito, mi padre es muy buen marido. Solo que es pragmático.
Después del dentista, mi madre me llevó en coche  al  cementerio  donde  muchos  de  sus parientes están enterrados. A mi padre no le gusta ir al cementerio porque le da grima. Pero a mí no me importa nada ir, porque mi tía Helen está enterrada allí. Mi madre siempre fue la guapa de las dos, y mi tía Helen fue siempre «la otra». Lo bueno es que mi tía Helen nunca estuvo a dieta. Y mi tía Helen era «corpulenta». ¡Eh! ¡Lo he conseguido!
Mi tía Helen siempre dejaba que los niños nos   quedásemos   levantados   y   viéramos Saturday Night Live cuando hacía de canguro o cuando  estuvo  viviendo  con  nosotros  y  mis padres  se  iban  a  casa  de  otra  pareja  a emborracharse  y  jugar  a  juegos  de  mesa. Cuando yo era muy pequeño, recuerdo que me iba a dormir mientras mis hermanos y la tía Helen veían Vacaciones en el mar y La isla de la   fantasía.   Siendo   tan   pequeño,   nunca aguantaba despierto, y ojalá hubiera podido, porque  mis  hermanos  a  veces  hablan  de aquellos momentos. Tal vez sea triste que ahora se hayan convertido en recuerdos. Y tal vez no sea triste. Tal vez es solo el hecho de que queríamos a la tía Helen, sobre todo yo, y aquel era el único rato que podíamos pasar con ella.
No  empezaré  a  enumerar  recuerdos  de episodios  de  televisión,  excepto  uno,  porque supongo que viene al caso, y parece algo con lo que cualquiera se puede identificar de alguna manera. Y ya que no te conozco, imagino que tal vez pueda escribir sobre algo con lo que te puedas identificar.
Toda la familia estaba sentada viendo el último   episodio   de M.A.S.H.,  y  nunca  lo olvidaré, por muy pequeño que fuera entonces. Mi  madre  lloraba.  Mi  hermana  lloraba.  Mi hermano  estaba  haciendo  de  tripas  corazón para no llorar. Y mi padre se fue durante uno de  los  momentos  finales  para  hacerse  un sándwich. Bueno, no me acuerdo mucho del capítulo   en   sí   porque   yo   era   demasiado pequeño, pero mi padre nunca se iba a hacerse un sándwich, salvo durante la pausa de los anuncios, y entonces normalmente mandaba a mi madre. Fui hasta la cocina y vi a mi padre haciéndose un sándwich... y llorando. Lloraba todavía más desconsoladamente que mi madre. Y yo no me lo podía creer. Cuando terminó de hacerse su sándwich, guardó las cosas en la nevera y paró de llorar y se enjugó los ojos y me vio.
Entonces  se  acercó  a  mí,  me  dio  una palmadita en el hombro y dijo:
—Es   nuestro   pequeño   secreto, ¿vale, campeón?
—Vale —dije.
Y mi padre me levantó con el brazo que no sostenía el sándwich, y me llevó hasta el salón, donde está la televisión, y me sentó en sus rodillas durante el resto del episodio. Y cuando el episodio terminó, me levantó, apagó la tele y se volvió hacia los demás. Y declaró:
—Ha sido una gran serie.
Y mi madre dijo:
—Inmejorable.
Y mi hermana preguntó:
—¿Cuánto tiempo ha estado en antena? Y mi hermano respondió:
—Nueve años, tonta. Y mi hermana replicó: —Tonto lo serás tú... Y mi padre dijo:
—Parad de discutir, ahora mismo. Y mi madre dijo:
—Haced caso a vuestro padre. Y mi hermano no dijo nada. Y mi hermana no dijo nada.
Y años después descubrí que mi hermano se había equivocado.
Fui a la biblioteca a consultar sus datos y descubrí que el episodio que vimos había sido el más visto de toda la historia de la televisión, lo que me parece increíble porque era como si solo hubiese existido para nosotros cinco.
Ya sabes, un montón de chicos en el colegio odian a sus padres. A algunos les pegan. Y a algunos  les  ha  tocado  una  vida  asquerosa. Algunos son trofeos que sus padres muestran a los vecinos, como galones o estrellas doradas. Y algunos de esos padres lo único que quieren es que les dejen beber en paz.
Yo,  personalmente,  a  pesar  de  que  no comprenda a mis padres y a pesar de que a veces sienta pena por los dos, no puedo evitar quererlos mucho. Mi madre saca el coche para visitar a sus seres queridos en el cementerio. Mi padre lloró viendo M.A.S.H. y confió en que le guardara el secreto, y me dejó sentarme en sus rodillas, y me llamó «campeón».
Por cierto, solo tengo una caries y, por mucho que insista mi dentista, soy incapaz de usar la seda dental.

Con mucho cariño,
Charlie.

4 comentarios:

  1. Donde están los otros capítulos? no entiendo nada -_-

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    1. amiga no son capitulos, son cartas; las debes leer ordenadamente^^. espero que mi respuesta te sirva, saludos!!

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    2. y por cierto estan a la izquierda con las fechas organizadas claro ;)

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