Mi mente empieza
a zumbar. Sin pescado. Durante semanas. Del Distrito 4. La apenas
contenida furia en la muchedumbre durante el Tour de la Victoria.
Y de pronto estoy completamente segura de que el Distrito 4 se ha
rebelado.
Empiezo
a cuestionarlos casualmente sobre otros problemas que el invierno
les ha traído.
No
están acostumbrados a querer, así que cualquier interrupción en
el suministro produce un impacto en ellos. Para cuando estoy lista
para ser vestida, sus quejas sobre la dificultad de conseguir diferentes
productosdesde marisco a chips de música a lazosme ha dado una idea
de qué distritos pueden estar rebelándose. Pescado del Distrito
4. Aparatos electrónicos del Distrito 3. Y, por supuesto, telas
del Distrito 8. La idea de una rebelión tan extendida me deja temblando
con miedo y excitación.
Quiero
preguntarles más, pero Cinna aparece para darme un abrazo y revisar
mi maquillaje.
Su
atención va directa a la cicatriz de mi mejilla. De alguna forma no
creo que se crea la historia del resbalón sobre hielo, pero no la cuestiona.
Simplemente ajusta los polvos en mi cara y lo poco que puedes ver de
la marca del látigo se desvanece.
Abajo,
el salón ha sido vaciado e iluminado para la sesión de fotos. Effie
se lo está pasando pipa dándole órdenes a todo el mundo, manteniéndonos
a todos siguiendo el horario.
Probablemente
eso es bueno, porque hay seis vestidos y cada uno requiere su propio
velo, zapatos, joyas, peinado, maquillaje, entorno e iluminación.
Lazos color crema y zapatos rosas y tirabuzones. Satén marfil y tatuajes
dorados y vegetación. Una cubierta de diamantes y un velo enjoyado
y luz de luna. Pesada seda blanca y mangas que caen desde mi muñeca
hasta el suelo y perlas. En cuanto una imagen ha sido aprobada, vamos
directos a prepararnos para la siguiente. Me siento como masa, siendo
moldeada y dada una nueva forma una y otra vez. Mi madre consigue darme
bocados de comida y sorbos de té mientras trabajan en mí, pero para
cuando termina la sesión, estoy muerta de hambre y exhausta. Tengo
la esperanza de pasar algo de tiempo con Cinna ahora, pero Effie apresura
a todos por la puerta y tengo que conformarme con la promesa de una
llamada telefónica.
La
tarde ha caído y mi pie me duele por todos esos locos zapatos, así que
abandono toda idea de ir a la ciudad. En vez de ello subo arriba y me
limpio las capas de maquillaje y acondicionadores y tintes y después
bajo para secar mi pelo junto al fuego. Prim, que vino a casa desde el
colegio a tiempo para ver los dos últimos vestidos, charla sobre ellos
con mi madre. Las dos parecen encantadas con la sesión de fotos. Cuando
me derrumbo sobre la cama, me doy cuenta de que es porque creen que estoy
a salvo. Que el Capitolio ha hecho la vista gorda ante mi interferencia
en el azotamiento ya que nadie va a pasar por tantos problemas y gastos
por alguien que al planea matar en cualquier caso. Claro.
En
mi pesadilla, estoy vestida con el vestido de seda, pero está rasgado
y embarrado. Las largas mangas se quedan continuamente enganchadas
en espinas y ramas mientras corro por el bosque. La manada de tributos
mutantes se acercan más y más hasta que me alcanzan con aliento cálido
y colmillos goteantes, y grito hasta despertarme.
Ya
casi amaneció y no merece la pena intentar volver a dormirme. Además,
hoy de verdad que necesito salir y hablar con alguien. Gale estará
inalcanzable en las minas. Pero necesito a Haymitch o a Peeta o a alguien
con quien compartir la carga de todo lo que me ha pasado desde que fui
al lago. Bandidos fugitivos, verjas electrificadas, un Distrito
13 independiente, recortes en el Capitolio. Todo.
Tomo
el desayuno con mi madre y Prim y salgo en busca de un confidente. El
aire es cálido con esperanzadoras pistas de la primavera en él. La
primavera será un buen tiempo para un levantamiento, pienso. Todo
el mundo se siente menos vulnerable una vez pasa el invierno.
Peeta
no está en casa. Supongo que ya se ha ido a la ciudad. Me sorprende ver
a Haymitch moviéndose por su cocina tan temprano, sin embargo. Entro
en su casa sin llamar. Puedo oír a Hazelle arriba, barriendo los suelos
de la casa ahora sin mácula. Haymitch no está completamente borracho,
pero tampoco está demasiado estable. Supongo que los rumores sobre
Ripper volviendo al negocio son ciertos. Estoy pensando que casi mejor
lo dejo ir a cama sin más, cuando sugiere un paseo a la ciudad.
Haymitch
y yo podemos hablar con bastante facilidad ahora. En pocos minutos
lo he puesto al día y él me ha hablado acerca de los rumores de levantamientos
también en los Distritos 7 y 11. Si mis presentimientos son correctos,
esto significaría que casi la mitad de los distritos han intentado
cuando menos rebelarse. ¿Aún crees que no funcionará aquí? Pregunto.
Aún
no. Esos son otros distritos, son mucho mayores. Incluso si la mitad
de la gente se acobarda en sus casas, los rebeldes tienen una oportunidad.
Aquí en el Doce, tiene que ser o todos o ninguno.
No
había pensado en ello. Cómo nos falta la fuerza numérica. ¿Pero tal
vez algún día? Insisto.
Tal
vez. Pero somos pequeños, somos débiles, y no desarrollamos armas
nucleares.
Dice
Haymitch con un toque de sarcasmo. No le excitó mucho mi historia del
Distrito 13. ¿Qué crees que harán, Haymitch? ¿A los distritos que se
están rebelando? Pregunto.
Bueno,
has oído lo que han hecho en el Ocho. Has visto lo que hicieron aquí, y
eso fue sin provocación. Dice Haymitch. Si las cosas se les salen de
verdad de las manos, creo que no tendrán problema destruyendo otro
distrito, lo mismo que hicieron con el Trece. Dar ejemplo, ¿sabes?
¿Así que crees que el Trece de verdad fue destruido? Quiero decir, Bonnie
y Twill tenían razón sobre las secuencias del sinsajo. Digo.
Vale,
pero ¿qué prueba eso? Nada, en realidad. Hay muchas razones por las que
podrían estar usando secuencias viejas. Probablemente impresiona
más. Y es mucho más sencillo, ¿o no? ¿Simplemente presionar unos botones
en el cuarto de edición en vez de volar hasta allí y filmarlo? Dice.
¿La idea de que el Trece de alguna forma se ha recuperado y el Capitolio
lo está ignorando? Suena como un rumor al que la gente desesperada
se aferra.
Lo
sé. Sólo tenía la esperanza. Digo.
Exactamente.
Porque estás desesperada. Dice Haymitch.
No
discuto porque, por supuesto, tiene razón.
Prim
viene a casa del colegio borboteando de excitación. Los profesores
anunciaron que hoy había programación obligatoria. ¡Creo que va a
ser tu sesión de fotos!
No
puede ser, Prim. Sólo hicieron las fotos ayer. Le digo.
Bueno,
eso es lo que alguien oyó.
Tengo
la esperanza de que se equivoque. No he tenido tiempo de preparar a
Gale para nada de esto. Desde el azotamiento, sólo lo veo cuando viene
a casa para que mi madre revise cómo se está curando. Con frecuencia
tiene que ir siete días a la semana a la mina. En los pocos minutos de
privacidad que hemos tenido, cuando lo acompaño a la ciudad, entiendo
que los rumores de un levantamiento en el 12 se han apagado desde la
llegada de Thread.
Sabe
que no voy a huir. Pero también debe de saber que si no hay una revolución
en el 12, estoy destinada a ser la esposa de Peeta. Verme luciendo
hermosos vestidos en su televisión… ¿qué puede hacer con eso?
Cuando
nos reunimos alrededor de la televisión a las siete y media, descubro
que Prim tiene razón. Es cierto, ahí está Caesar Flickerman, hablándole
a una apreciativa multitud en pie delante del Centro de Entrenamiento
sobre mis próximas nupcias. Presenta a Cinna, quien se convirtió en
una estrella de la noche a la mañana con sus trajes para mí en los Juegos,
y después de un minuto de charla amigable, nos dirigen para que prestemos
atención a una pantalla gigante.
Ahora
veo cómo pudieron fotografiarme ayer y presentar el especial esta
noche.
Inicialmente,
Cinna diseñó dos docenas de vestidos de novia. Desde entonces ha habido
el proceso de reducir el número de diseños, crear los vestidos y elegir
los accesorios.
Aparentemente,
en el Capitolio, ha habido oportunidades para votar por tu favorito
a cada etapa. Todo esto culmina con imágenes mías en los seis vestidos
finales, que estoy segura que no llevó nada de tiempo insertar en el
espectáculo. Cada imagen se acompaña de una inmensa reacción de la
multitud. La gente gritando y aclamando a sus favoritos, abucheando
a los que no les gustan. Habiendo votado, y probablemente apostado
en el ganador, la gente está muy implicada en mi vestido de boda. Es
raro verlo cuando pienso que yo ni siquiera me molesté en probarme
ninguno antes de que llegaran las cámaras. Caesar anuncia que las partes
interesadas deben dar su voto final hacia el mediodía del día siguiente.
¡Llevemos a Katniss Everdeen a su boda con estilo! Grita a la multitud.
Estoy a punto de apagar la televisión, pero entonces Caesar nos dice
que permanezcamos conectados para el otro gran evento de la tarde.
¡Es cierto, este año será el septuagésimo quinto aniversario de
los Juegos del Hambre, y eso significa que es hora de nuestro tercer
Quarter Quell! ¿Qué harán? Pregunta Prim. Aún faltan meses.
Nos
volvemos a nuestra madre, cuya expresión es solemne y distante,
como si estuviera recordando algo.
Debe
de ser la lectura de la tarjeta.
Suena
el himno, y en mi garganta se forma un nudo de revulsión cuando el
Presidente Snow sube al escenario. Está seguido de un niño pequeño
vestido en un traje blanco y sosteniendo una sencilla caja de madera.
El himno termina, y el Presidente Snow empieza a hablar, para recordarnos
a todos los Días Oscuros de los cuales nacieron los Juegos del Hambre.
Cuando se establecieron las leyes de los Juegos, dictaminaron que
cada veinticinco años el aniversario estaría marcado por un Quarter
Quell. Haría falta una versión glorificada de los Juegos para refrescar
la memoria de los muertos en la rebelión de los distritos.
Esas
palabras no podían estar en mejor contexto, ya que sospecho que varios
distritos se están rebelando ahora mismo.
El
Presidente prosigue contándonos lo que sucedió en los previos Quarter
Quells.
En
el vigésimo quinto aniversario, como recordatorio a los rebeldes
de que sus hijos morían por su decisión de iniciar la violencia, cada
distrito fue obligado a celebrar unas elecciones y votar a los tributos
que lo representarían.
Me
pregunto cómo debió de sentirse eso. Elegir a los chicos que tenían
que ir. Es peor, pienso, que te entreguen tus propios vecinos en vez
de que tu nombre salga de la bola de la cosecha.
En
el quincuagésimo aniversario, continúa el presidente como recordatorio
de que dos rebeldes murieron por cada ciudadano del Capitolio, se le
requirió a cada distrito que enviara el doble de tributos.
Me
imagino enfrentarme a un campo de cuarenta y ocho en vez de veinticuatro.
Peores probabilidades, menos esperanza, y en última instancia
más chicos muertos. Ese fue el año en que ganó Haymitch…
Yo
tenía una amiga que fue ese año. Dice mi madre en voz baja. Maysilee Donner.
Sus
padres eran los dueños de la tienda de golosinas. Después de eso me dieron
su pájaro cantor. Un canario.
Prim
y yo intercambiamos una mirada. Es la primera vez que oímos hablar sobre
Maysilee Donner. Tal vez porque mi madre sabía que querríamos saber
cómo había muerto.
Y
ahora le hacemos el honor a nuestro tercer Quarter Quell. Dice el
presidente. El niño de blanco se adelanta un paso, alzando la caja a
la vez que levanta la tapa. Podemos ver las ordenadas filas en vertical
de sobre amarilleados. Quien sea que concibió el sistema del Quarter
Quell se había preparado para siglos de Juegos del Hambre. El presidente
saca un sobre claramente marcado con un 75. Pasa el dedo por la solapa
y saca un pequeño cuadrado de papel. Sin vacilación, lee. En el septuagésimo
quinto aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que incluso
los más fuertes de entre ellos no pueden superar el poder del Capitolio,
los tributos masculino y femenino serán cosechados de entre su
existente colección de vencedores.
Mi
madre suelta un débil grito y Prim entierra el rostro en las manos,
pero yo me siento como la gente que veo en la muchedumbre en la televisión.
Algo anonadada. ¿Qué significa eso? ¿Existente colección de vencedores?
Después
capto lo que significa. Por lo menos, para mí. El Distrito 12 sólo tiene
tres vencedores existentes entre los que elegir. Dos hombres. Una mujer…
Voy
a volver a la arena.
Mi
cuerpo reacciona antes de que lo haga mi mente y estoy saliendo por
la puerta corriendo, a través de los jardines de la Aldea de los Vencedores,
hacia la oscuridad de más allá. La humedad del suelo mojado empapa
mis calcetines y soy consciente de que el viento es cortante, pero
no me detengo. ¿Adónde? ¿Adónde ir? Al bosque, por supuesto. Estoy en
la valla antes de que el zumbido me haga recordar hasta qué punto estoy
atrapada. Retrocedo, jadeando, me doy la vuelta sobre los talones
y echo a correr de nuevo.
Lo
siguiente que sé es que estoy sobre manos y rodillas en el sótano de
una de las casas vacías en la Aldea de los Vencedores. Débiles rayos
de luna llegan a través de la ventana que hay sobre mi cabeza. Tengo frío
y estoy mojada y sin aliento, pero mi intento de escape no ha hecho
nada para apagar la histeria que se levanta dentro de mí. Me ahogará
a no ser que sea liberada. Hago una bola de la parte delantera de mi
camisa, me la meto en la boca, y empiezo a gritar. Cuánto continúa
esto, no lo sé. Pero cuando paro, casi no tengo voz.
Me
acurruco sobre un lado y me quedo mirando a los rayos de luna proyectados
sobre el suelo de cemento. De vuelta a la arena. De vuelta al lugar
de las pesadillas. Allí es adonde voy.
Tengo
que admitir que no lo vi venir. Vi una multitud de otras cosas. Ser públicamente
humillada, torturada y ejecutada. Huir por la espesura, perseguida
por agentes de la paz y aerodeslizadores. Matrimonio con Peeta con nuestros
hijos obligados a ir a la arena. Pero nunca que yo misma tuviera que
ser participante en los Juegos otra vez. ¿Por qué? Porque no hay precedente
de eso. Los Vencedores están fuera de la cosecha de por vida. Ese es el
trato si ganas. Hasta ahora.
Hay
algún tipo de cubierta en el suelo, del tipo que ponen al pintar. Me
la pongo por encima como una manta. En la distancia, alguien está
llamando mi nombre. Pero por el momento me excuso de pensar incluso
en esos a los que más quiero. Sólo pienso en mí. Y en lo que me espera.
La
cubierta es rígida pero mantiene el calor. Mis músculos se relajan,
mi frecuencia cardíaca se enlentece. Veo la caja de madera en las manos
del niño pequeño, al Presidente Snow sacando el sobre amarillento.
¿Es posible que este sea de verdad el Quarter Quell escrito hace setenta
y cinco años? Parece improbable. Es una respuesta demasiado perfecta
para los problemas a los que se enfrenta hoy el Capitolio. Librarse
de mí y someter a los distritos, todo en un limpio paquetito.
Oigo
la voz del Presidente Snow en mi cabeza. "En el septuagésimo quinto
aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que incluso los
más fuertes de entre ellos no pueden superar el poder del Capitolio,
los tributos masculino y femenino serán cosechados de entre su
existente colección de vencedores."
gracias por subir los capitulos
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ResponderEliminarcomo me gusta este libro, octava vez que lo leo
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