Lo sé. Hablaré con
ellos.
La comida me hace sentir
un poco mejor. Faisán con una selección de gelatinas del color de
joyas, y versiones diminutas de verduras reales nadando en mantequilla,
y puré de patata con perejil. Como postre sumergimos trozos de fruta
en una pota de chocolate fundido, y Cinna tiene que ordenar una segunda
pota porque empiezo a comer la cosa con una cuchara.
Así que, ¿qué llevaremos
para las ceremonias de apertura? Pregunto finalmente cuando rebaño
la segunda pota hasta que está limpia. ¿Linternas en la cabeza o fuego?
Sé que el paseo en carruaje
requerirá que Peeta y yo vayamos vestidos en algo relacionado con
el carbón.
Algo en esa línea.
Cuando es hora de entrar
en el disfraz para las ceremonias de apertura, mi equipo de preparación
aparece pero Cinna los manda fuera, diciendo que han hecho un trabajo
tan espectacular por la mañana, que no queda nada que hacer. Se van a
recuperarse, gracias a Dios dejándome en las manos de Cinna. Él me
recoge el pelo primero, en el estilo trenzado que le enseñó mi madre,
y después procede con mi maquillaje. El año pasado usó poco para
que la audiencia me reconociera cuando aterrizara en la arena. Pero
ahora mi cara está casi cubierta por los realces dramáticos y las
sombras oscuras. Altas cejas arqueadas, pómulos afilados, ojos
ardientes, labios de un profundo púrpura. Al principio el disfraz
engaña, pareciendo simple, sólo un mono ajustado que me cubre desde
el cuello hacia abajo. Me coloca en la cabeza una media corona como
la que recibí como vencedora, pero esta está hecha de un pesado metal
negro, no de oro. Después ajusta la luz en la habitación para imitar
el crepúsculo y presiona un botón en la tela junto a mi muñeca. Miro
abajo fascinada mientras mi conjunto llega a la vida lentamente,
primero con una débil luz dorada pero gradualmente transformándose
en el rojo anaranjado del carbón ardiente. Parezco como si hubiera
sido cubierta en brasas brillantesno, que yo soy una brasa brillante
sacada directamente del fuego. Los colores vienen y se van, cambian
y se funden, exactamente de la misma forma que el carbón. ¿Cómo hiciste
esto? Digo maravillada.
Portia y yo nos hemos pasado
muchas horas viendo fuegos. Dice Cionna. Ahora mírate.
Me gira hacia un espejo
para que pueda ver el efecto completo. No veo a una chica, ni siquiera
a una mujer, sino a un ser que no es de este mundo que parece vivir en
el volcán que destruyó a tantos en el Quell de Haymitch. La corona negra,
que ahora parece roja incandescente, forma extrañas sombras en mi
rostro dramáticamente maquillado. Katniss, la chica en llamas. Ha
dejado atrás sus llamas titilantes y vestidos enjoyados y suaves
trajes de la luz de una vela. Es tan mortal como el mismo fuego.
Creo… que esto es exactamente
lo que necesitaba para enfrentarme a los otros.
Digo.
Sí, creo que tus días de
pintalabios rosa y reverencias han quedado atrás. Dice Cinna.
Toca otra vez el botón en
mi muñeca, extinguiendo mi luz. No gastemos tu paquete de energía.
Cuando estés en el carro esta vez, no saludes, no sonrías. Sólo quiero
que mires siempre al frente, como si toda la audiencia no mereciera
tu atención.
Por fin algo en lo que seré
buena.
Cinna tiene unas cuantas
cosas más a las que atender, así que decido dirigirme al piso de abajo
del Centro de Renovación, que aloja el inmenso lugar de reunión para
los tributos y sus carruajes antes de las ceremonias de apertura.
Tengo la esperanza de encontrar a Peeta y a Haymitch, pero aún no han
llegado. Al contrario que el año pasado, cuando todos los tributos
estaban físicamente pegados a sus carruajes, la escena es muy social.
Los vencedores, tanto los tributos de este año como sus mentores, están
esparcidos en pequeños grupos, hablando. Por supuesto, todos ellos
se conocen y yo no conozco a nadie, y no soy exactamente del tipo de
persona que va por ahí presentándose a los demás. Así que me limito a
acariciarle el cuello a uno de mis caballos intentando pasar desapercibida.
No funciona.
El crujido llega a mi
oído antes siquiera de saber que está a mi lado, y cuando vuelvo la
cabeza, los famosos ojos verde mar de Finnick Odair están a centímetros
de los míos. Se mete un azucarillo en la boca y se apoya contra mi caballo.
Hola, Katniss. Dice. Como
si nos hubiéramos conocido durante años, cuando de hecho nunca nos
hemos visto antes.
Hola, Finnick. Digo, igual
de casualmente, aunque me siento incómoda por su cercanía, especialmente
ya que tiene tanta piel expuesta. ¿Quieres un azucarillo? Dice, ofreciendo
su mano, que está llena hasta arriba. Se supone que son buenos para
los caballos, pero ¿a quién le importa? Ellos tienen años para comer
azúcar, mientras que tú y yo… bueno, si vemos algo dulce, mejor que
lo agarremos rápido.
Finnick Odair es como una
leyenda viva en Panem. Ya que ganó los Sexagésimo Quintos Juegos
del Hambre cuando tenía sólo catorce años, aún es de los vencedores
más jóvenes.
Siendo del Distrito 4,
era un Profesional, así que la suerte ya estaba de su parte, pero lo
que ningún entrenador podía reclamar haberle dado era su extraordinaria
belleza. Alto, atlético, con piel dorada y pelo broncíneo y esos ojos
increíbles. Mientras otros tributos ese año fueron muy presionados
para conseguir un puñado de grano o algunas cerillas como regalo,
Finnick nunca tuvo falta de nada, ni comida ni medicina ni armas. Le
llevó más o menos una semana a sus competidores darse cuenta de que
él era el enemigo a batir, pero ya era demasiado tarde.
Ya era un buen luchador
con las lanzas y espadas que había encontrado en la Cornucopia.
Cuando recibió un paracaídas
plateado con un tridentelo que debe de ser el regalo más caro que he
visto nunca en la arenaya se había acabado todo. La industria del
Distrito 4 es la pesca. Había estado en barcos toda su vida. El tridente
era una extensión natural, letal, de su brazo. Tejió una red de algún
tipo de vid que encontró, la usó para atrapar en ella a sus oponentes
para poder ensartarlos con el tridente, y en cuestión de días la corona
era suya.
Los ciudadanos del Capitolio
han estado babeando por él desde entonces.
Por su juventud, no pudieron
tocarlo de verdad durante el primer año o dos. Pero desde que cumplió
los dieciséis, ha pasado su tiempo en los Juegos perseguido por aquellas
desesperadamente enamoradas de él. Nadie retiene su favor durante
mucho tiempo. Puede pasar por cuatro o cinco en su visita anual. Viejas
o jóvenes, encantadoras o corrientes, ricas o muy ricas, les hace
compañía y acepta sus extravagantes regalos, pero nunca se queda,
y una vez se ha ido nunca vuelve.
No puedo discutir que Finnick
no sea una de las personas más despampanantes y sensuales en el planeta.
Pero puedo decir con sinceridad que nunca me ha resultado atractivo.
Tal vez es demasiado guapo, o demasiado fácil de conseguir, o tal
vez en realidad lo que pasa es que sería demasiado fácil de perder.
No, gracias. Le digo al
azúcar. Aunque me encantaría coger prestado tu atuendo alguna vez.
Está cubierto en una red
dorada que está estratégicamente anudada en su entrepierna para
que no se pueda decir técnicamente que está desnudo, pero está tan
cerca de eso como es posible. Estoy segura de que su estilista piensa
que cuanto más Finnick vea la audiencia, mejor.
Me estás aterrorizando
de verdad en ese traje. ¿Qué les pasó a los vestidos de niñita guapa?
Pregunta. Se humedece los labios muy levemente con la lengua. Probablemente
esto vuelva loca a la mayor parte de la gente. Pero por alguna razón
todo en lo que puedo pensar es el viejo Cray, salivando sobre alguna
joven pobre y hambrienta.
Me hice mayor. Digo.
Finnick toma el cuello
de mi atuendo y lo desliza entre sus dedos.
Es malo todo esto del Quell.
Podrías haberte distinguido como una bandida en el capitolio.
Joyas, dinero, lo que quisieras.
No me gustan las joyas, y
tengo más dinero del que necesito. Por cierto, ¿en qué te gastas tú el
tuyo, Finnick?
Oh, no he hecho tratos
por algo tan común como dinero en años. ¿Entonces cómo te pagan por el
placer de tu compañía?
Con secretos. Dice suavemente.
Inclina hacia delante la cabeza de modo que sus labios están casi
en contacto con los míos. ¿Y qué hay de ti, chica en llamas? ¿Tienes algún
secreto que merezca mi tiempo?
Por alguna razón estúpida,
me sonrojo, pero me obligo a mantenerme en mi sitio.
No, soy un libro abierto.
Respondo también en susurros. Todo el mundo parece saber mis secretos
incluso antes que yo misma.
Sonríe.
Desafortunadamente, creo
que eso es cierto. Sus ojos se desvían brevemente hacia un lado. Peeta
está viniendo. Siento que tengas que cancelar tu boda. Sé lo devastador
que eso debe de haber sido para ti. Se mete otro azucarillo en la boca
y se va.
Peeta está a mi lado, vestido
igual que yo. ¿Qué quería Finnick Odair? Pregunta.
Me giro y pongo mis labios
cerca de los de Peeta y dejo caer los párpados en imitación de Finnick.
Me ofreció azúcar y quería
conocer todos mis secretos. Digo en mi mejor voz seductora.
Peeta se ríe.
Ugh. No va en serio.
Sí va en serio. Te diré
más cuando se me pase el horror. ¿Crees que habríamos terminado así
si sólo uno de los dos hubiera ganado? Pregunta, mirando a su alrededor
a los otros vencedores. ¿Sólo una parte más del show de los bichos raros?
Pues claro. Especialmente
tú.
Oh. ¿Y por qué especialmente
yo? Dice con una sonrisa.
Porque tienes una debilidad
por las cosas hermosas y yo no. Digo con aire de superioridad. Te atraerían
a sus formas del Capitolio y estarías totalmente perdido.
Tener ojo para la belleza
no es lo mismo que una debilidad. Apunta Peeta. Excepto posiblemente
en lo que se refiere a ti. La música está empezando y veo las anchas
puertas abrirse para el primer carruaje, oigo el rugido e la multitud.
¿Vamos? Alza una mano para ayudarme a subirme al carruaje.
Me monto y lo subo detrás
de mí.
No te muevas. Digo, y enderezo
su corona. ¿Has visto tu traje encendido? Vamos a estar fabulosos
de nuevo.
Absolutamente. Pero Portia
dice que tenemos que estar muy por encima de todo. Sin saludar ni nada.
Dice. Por cierto, ¿dónde están?
No lo sé. Miro la procesión
de carruajes. Tal vez debamos ir encendiéndonos nosotros mismos.
Lo hacemos, y cuando empezamos a brillar, puedo ver a gente señalándonos
con el dedo y hablando, y sé que, una vez más, seremos de lo que se hablará
en las ceremonias de apertura. Casi estamos en la puerta. Estiro
el cuello, pero ni Portia ni Cinna, que estuvieron con nosotros hasta
el último segundo el año pasado, están en ningún sitio a la vista.
¿Tenemos que darnos la mano este año? Pregunto.
Supongo que dejaron que
lo decidiéramos nosotros. Dice Peeta.
Alzo la vista a esos ojos
azules que ninguna cantidad de maquillaje dramático puede hacer
verdaderamente mortales y recuerdo cómo, sólo hace un año, estaba
preparada para matarlo.
Convencida de que él estaba
intentando matarme. Ahora todo está invertido. Estoy determinada
a mantenerlo con vida, sabiendo que el precio será mi propia vida,
pero la parte de mí que no es tan valiente como me gustaría se alegra
de que sea Peeta, y no Haymitch, quien está a mi lado. Nuestras manos
se encuentran sin más discusión. Por supuesto que iremos a esto como
uno solo.
La voz de la muchedumbre
se alza en un grito universal cuando paseamos por la difusa luz de la
tarde, pero ninguno de los dos reacciona. Yo simplemente fijo los
ojos en un punto lejano en la distancia y finjo que no hay audiencia,
que no hay histeria. No puedo evitar captar breves imágenes nuestras
en las pantallas inmensas por el camino, y no somos sólo hermosos, somos
oscuros y poderosos, No, más. Nosotros, los amantes imposibles del
Distrito 12, que tanto sufrimos y tan poco disfrutamos de las recompensas
de nuestra victoria, no buscamos el favor de los fans, no los obsequiamos
con nuestras sonrisas, ni aceptamos sus besos. Somos implacables.
Y me encanta. Siendo yo
misma por fin.
Cuando giramos a la curva
del gran Círculo de la Ciudad, puedo ver que un par de otros estilistas
han tratado de robar la idea de Cinna y Portia de iluminar a sus tributos.
Los atuendos llenos de luces eléctricas del Distrito 3, donde se encargan
de la electrónica, por lo menos tienen sentido. ¿Pero qué están haciendo
los ganaderos del Distrito 10, que están vestidos de vacas, con cinturones
flameantes? ¿Asarse a la parrilla? Patético.
Peeta y yo, por otra parte,
somos tan fascinantes con nuestros disfraces cambiantes de carbón
que la mayoría de los demás tributos nos están mirando. Le resultamos
especialmente hipnotizadores a la pareja del Distrito 6, quienes
son conocidos adictos al morphling. Ambos son delgadísimos, con decadente
piel amarillenta. No pueden apartar sus ojos inmensos, incluso cuando
el Presidente Snow empieza a hablar desde su balcón, dándonos la bienvenida
al Quell. Suena el himno, y cuando damos nuestra última vuelta al
círculo, ¿me equivoco? ¿O también veo los ojos del Presidente Snow fijados
en mí?
Peeta y yo esperamos hasta
que las puertas del Centro de Entrenamiento se han cerrado detrás
de nosotros para relajarnos. Cinna y Portia están allí, complacidos
por nuestra actuación, y Haymitch también ha hecho su aparición este
año, sólo que no está en nuestro carruaje, está con los tributos del
Distrito 11. Lo veo asentir en nuestra dirección y después ellos
lo siguen para saludarnos.
Conozco a Chaff de vista
porque me he pasado años viéndole pasarse la botella con Haymitch en
la televisión. Tiene la piel oscura, un metro ochenta de altura
más o menos, y uno de sus brazos termina en un muñón porque perdió la mano
en los Juegos que ganó hace treinta años. Estoy segura de que le ofrecieron
algún reemplazo artificial, como hicieron con Peeta cuando tuvieron
que amputarle la parte baja de la pierna, pero supongo que no lo quiso.
La mujer, Seeder (NdT:
Seeder es otro de los nombres relacionado con los distritos, porque
seed significa semilla) , parece casi como si fuera de la Veta, con
su piel aceitunada y pelo liso negro salpicado de plata. Sólo sus
ojos marrón dorado la marcan como de otro distrito. Debe de tener
unos sesenta, pero aún parece fuerte, y no hay señal de que se haya echado
al licor o al morphling o a ninguna otra forma química de escape
con los años. Antes de que ninguno de nosotros diga nada, me abraza.
Sé de algún modo que debe de ser por Rue y Thresh. Antes de poder detenerme,
susurro: ¿Las familias?
Están vivos. Responde suavemente
antes de soltarme.
Chaff lanza su brazo bueno
a mi alrededor y me planta un gran beso en plena boca. Me aparto de golpe,
sorprendida, mientras él y Haymitch se ríen a carcajadas.
Ese es más o menos todo
el tiempo que tenemos antes de que encargados del Capiolio nos dirijan
firmemente hacia los ascensores. Percibo el claro sentimiento de
que no están cómodos con la camaradería entre los vencedores, a quienes
no podría importarles menos. Mientras camino hacia los ascensores,
mi mano aún unida a la de Peeta, alguien más pasa rozando a mi lado.
La chica se saca un tocado de ramas con hojas y lo lanza detrás de sí
sin preocuparse de mirar dónde cae.
Johanna Mason. Del Distrito
7. Madera y papel, de ahí el árbol. Ganó gracias a presentarse a sí
misma muy convincentemente como débil e indefensa para ser ignorada.
Después demostró una retorcida habilidad para el asesinato. Se
desordena el pelo puntiagudo y pone en blanco sus grandes ojos marrones.
¿No es horrible mi disfraz? Mi estilista es la idiota más grande de todo
el Capitolio.
Nuestros tributos han sido
árboles durante cuarenta años bajo ella. Me gustaría haber pillado
a Cinna. Te ves fantástica.
Charla de chicas. Esa cosa
en la que siempre he sido tan mala. Opiniones sobre ropa, pelo, maquillaje.
Así que miento.
Sí, me ha estado ayudando
a diseñar mi propia línea de ropa. Deberías ver lo que puede hacer
con el terciopelo. Terciopelo. La única tela que se me ocurrió en ese
momento.
Lo he visto. En tu tour.
¿Ese número sin tirantes que llevaste en el Distrito Dos? ¿El azul oscuro
con los diamantes? Tan precioso que quería llegar más allá de la pantalla
y arrancártelo de la espalda. Dice Johanna.
Me apuesto que sí, pienso.
Con unos centímetros de mi carne.
Mientras esperamos por
los ascensores, Johanna se desabrocha la cremallera del resto de su
árbol, dejándolo caer al suelo, y después lo aparta de una patada
con asco. Excepto por sus zapatillas verde bosque, no tiene encima
ni un retal de ropa.
Así mejor.
Acabamos en el mismo ascensor
que ella, y se pasa todo el camino al séptimo piso charlando con Peeta
sobre sus cuadros mientras la luz del disfraz aún brillante de él se
refleja en sus pechos desnudos. Cuando ella se marcha, lo ignoro,
pero simplemente sé que está sonriendo de oreja a oreja. Lanzo su
mano a un lado cuando las puertas se cierran detrás de Chaff y Seeder,
dejándonos solos, y se echa a reír. ¿Qué? Digo, volviéndome hacia
él cuando entramos en nuestro piso.
Eres tú, Katniss. ¿No lo
ves? Dice él. ¿Lo qué soy yo?
La razón por la que todos
están actuando así. Finnick con sus azucarillos y Chaff besándote y
toda esa cosa con Johanna desnudándose. Intenta adquirir un tono
más serio, sin éxito. Están jugando contigo porque eres tan… ya sabes.
No, no lo sé. Digo. Y de
verdad que no tengo ni idea de qué está hablando.
Es como cuando no me querías
mirar desnudo en la arena incluso aunque estaba medio muerto. Eres
tan… pura. Dice finalmente. ¡No lo soy! Digo. ¡Prácticamente te he estado
arrancando la ropa cada vez que ha habido una cámara todo el año!
Sí, pero… quiero decir,
para el Capitolio, eres pura. Dice, claramente tratando de aplacarme.
Para mí eres perfecta. Sólo se están metiendo contigo. ¡No, se están
riendo de mí, y tú también!
No. Peeta sacude la cabeza,
pero aún está escondiendo una sonrisa. Estoy pensándome muy seriamente
la cuestión de quién debería salir de los Juegos con vida cuando se
abre el otro ascensor.
Haymitch y Effie se reúnen
con nosotros, pareciendo complacidos por algo. Después la expresión
de Haymitch se vuelve dura. ¿Qué es lo que he hecho ahora? Casi digo,
pero veo que está mirando detrás de mí a la entrada del comedor.
Effie parpadea en la misma
dirección, después dice alegremente.
Parece que os consiguieron
un set a juego este año.
Me doy la vuelta y veo a
la chica Avox pelirroja que me atendió aquí el año pasado hasta que empezaron
los Juegos. Pienso qué agradable es tener una amiga aquí. Me doy cuenta
de que el joven a su lado, otro Avox, también tiene el pelo rojo. Debe
de ser eso a lo que se refería Effie con lo del set a juego.
Después me recorre un escalofrío.
Porque también lo conozco. No del Capitolio sino de años de cómodas
conversaciones en el Quemador, bromeando sobre la sopa de Sae la Grasienta,
y después ese último día viéndolo yacer inconsciente en la plaza
cuando a Gale le salía la vida entre la sangre.
Nuestro nuevo Avox es Darius.
Haymitch me sujeta con fuerza
la muñeca como si anticipara mi próximo movimiento, pero estoy
tan sin palabras como los torturadores del Capitolio han dejado a
Darius. Haymitch me dijo una vez que les hacían algo a las lenguas de
los Avoxes para que no pudiera hablar nunca más. En mi cabeza oigo la
voz de Darius, juguetona y brillante, sonando a través del Quemador
para bromear conmigo. No como se burlan de mí ahora los otros vencedores,
sino porque nos gustábamos de verdad. Si Gale pudiera verlo…
Sé que cualquier movimiento
que haga ahora hacia Darius, cualquier acto de reconocimiento,
sólo resultaría en castigo para él. Así que sólo nos quedamos mirándonos
a los ojos. Darius, ahora un esclavo mudo; yo, ahora en camino hacia
mi muerte. ¿Qué íbamos a decir, en cualquier caso? ¿Qué sentimos la
suerte del otro? ¿Qué nos duele el dolor del otro? ¿Que nos alegramos
de haber tenido la suerte de conocernos?
No, Darius no debería
alegrarse de conocerme. Si yo hubiera estado allí para detener a Thread,
él no se habría adelantado para salvar a Gale. No sería un Avox. Y más
específicamente, no sería mi Avox, porque es más que obvio que el Presidente
Snow lo ha colocado aquí para mi disfrute.
Retuerzo la muñeca para
desasirme de Haymitch y me dirijo hacia mi antigua habitación, cerrando
con llave detrás de mí. Me siento en un lado de mi cama, los codos sobre
las rodillas, la frente sobre los puños, mirando mi traje reluciente
en la oscuridad, imaginándome que estoy en mi antigua casa en el Distrito
12, acurrucada junto al fuego. Lentamente vuelve a hacerse negro a
medida que el paquete de energía se consume.
Cuando en algún momento
Effie llama a la puerta para llamarme para ir a cenar, me levanto y
me quito el traje, lo doblo cuidadosamente, y lo coloco sobre la mesa
con mi corona.
En el cuarto de baño me
lavo las sombras oscuras de maquillaje de la cara. Me visto con una
camisa simple y pantalones y voy por el pasillo hasta el comedor.
No soy consciente de
mucho durante la cena salvo de que Darius y la chica Avox pelirroja
son quienes nos la sirven. Effie, Haymitch, Cinna, Portia y Peeta están
todos allí, hablando de las ceremonias de apertura, supongo. Pero
la única vez que de verdad me siento presente es cuando vuelco a propósito
un plato de guisantes al suelo y, antes de que nadie pueda detenerme,
me agacho para limpiarlos. Darius está justo a mi lado cuando empiezo
a recoger, y los dos estamos brevemente costado con costado, apartados
de la vista de los demás, mientras recogemos los guisantes. Durante
sólo un momento nuestras manos se encuentran.
Puedo sentir su piel, áspera
bajo la salsa de mantequilla del plato. En el agarre de nuestros dedos,
fuerte y desesperado, están todas las palabras que nunca podremos
decir. Después Effie me está dando golpecitos desde atrás, porque
"¡Ese no es tu trabajo, Katniss!" y él me suelta.
Jajajaja el beso que le dieron a Katniss jajajaja y su reacción al ver la reaccion de peeta cuando johanna se desnudo jajaja se puso celosa... "Pura" jajaja tienen razon, es una niñita pura jajaajjajaja
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