No me gusta
el plan más que a Peeta. ¿Cómo puedo protegerlo a distancia? Pero Beetee
tiene razón. Con su pierna, Peeta es demasiado lento para bajar la
colina a tiempo. Johanna y yo somos las más rápidas y de pisadas más
seguras en el suelo de la selva. No se me ocurre ninguna alternativa.
Y si confío en alguien aquí además de en Peeta, ese es Beetee.
Está bien. Le
digo a Peeta. Sólo dejaremos el cable y volveremos derechas hacia
arriba.
No hacia la zona
de rayos. Me recuerda Beetee. Dirigíos al árbol en el sector de la una
a las dos. Si notáis que se os acaba el tiempo, moveos una más. Ni se os
ocurra volver a la playa, sin embargo, hasta que yo pueda evaluar los
daños.
Tomo el rostro
de Peeta entre mis manos.
No te preocupes.
Te veré a medianoche. Le doy un beso y, antes de que pueda poner más
objeciones, lo suelto y me giro hacia Johanna. ¿Lista? ¿Por qué no? Dice
Johanna encogiéndose de hombros. Claramente no és más feliz que yo
por estar juntas en esto. Pero todos estamos en la trampa de Beetee.
Tú vigilas, yo desenrollo. Podemos cambiar después.
Sin más discusión,
bajamos la colina. De hecho, hay muy poca discusión entre nosotras.
Nos movemos a buen paso, una con el cable, la otra vigilando. Hacia
mitad de camino, oímos cómo empiezan los chasquidos, indicando que
ya son después de las once.
Mejor apurar.
Dice Johanna. Quiero poner muha distancia entre el agua y yo antes
de que golpee el rayo. Sólo por si acaso Volts calculó mal algo.
Yo llevaré el
rollo un rato. Digo. Es un trabajo más duro extender el cable que vigilar,
y ella ha tenido un largo turno.
Aquí. Dice
Johanna, pasándome el rollo.
Las manos de
ambas están aún sobre el cilindro metálico cuando hay una breve vibración.
De pronto el
delgado cable dorado de arriba salta hacia nosotras, enredándose
en vueltas y más vueltas alrededor de nuestras muñecas. Después
el extremo cortado llega serpenteando hasta nuestros pies.
Sólo nos lleva
un segundo procesar este rápido giro de los acontecimientos. Johanna
y yo nos miramos, pero ninguna de las dos tiene que decirlo. Alguien
por encima de nosotras ha cortado el cable. Y llegarán hasta nosotras
en cualquier mnomento.
Mi mano se libera
del cable y acaba de cerrarse sobre las plumas de una flecha cuando el
cilindro metálico me golpea en el lateral de la cabeza. Lo siguiente
que sé es que estoy tumbada sobre la espalda encima de las viñas, un
dolor terrible en mi sien izquierda. Algo no está bien con mis ojos.
Mi visión se nubla, enfocándose y desenfocándose, mientras lucho
por juntar las dos lunas flotando en el cielo en una sola. Es difícil
respirar, y me doy cuenta de que Johanna está sentada sobre mi pecho,
con las rodillas presionadas contra mis hombros.
Siento una puñalada
en mi antebrazo izquierdo. Intento apartarme pero aún estoy demasaido
incapacitada. Johanna está enterrando algo, supongo que la punta
de su cuchillo, en mi carne, girándola a uno y otro lado.Hay una terrible
sensación de desgarro y una calidez corre por mi muñeca, llenándome
la palma. Pasa la mano por mi brazo y me cubre la mitad de la cara con
mi sangre. ¡Quédate abajo! Sisea. Su peso abandona mi cuerpo y estoy
sola. ¿Quédate abajo? Pienso. ¿Qué? ¿Qué está pasando? Mis ojos se cierran,
bloqueando el mundo inconsistente, mientras intento sacarle algún
sentido a mi situación.
Todo en lo que
puedo pensar es en Johanna empujando a Wiress a la playa. "Sólo
quédate abajo, ¿sí?" Pero no atacó a Wiress. No como esto. En cualquier
caso, yo no soy Wiress. No soy Nuts. "Sólo quédate abajo, ¿sí?"
resuena dentro de mi cerebro.
Pisadas llegando.
Dos pares. Pesadas, no intentando ocultar su situación.
La voz de Brutus.
¡Podemos darla por muerta! ¡Vamos, Enobaria! Pies moviéndose hacia
la noche. ¿Lo estoy? Entro y salgo de la inconsciencia buscando una
respuesta. ¿Se me puede dar por muerta? No estoy en posición de argumentar
lo contrario. De hecho, el pensamiento racional supone un gran trabajo.
Esto es lo que sé. Johanna me atacó. Golpeó ese cilindro contra mi cabeza.
Me cortó el brazo, probablemente haciendo un daño irreparable a
venas y arterias, y después apareciueropn Brutus y Enobaria antes
de que tuviera tiempo para rematarme.
La alianza se
terminó. Finnick y Johanna debían de tener un acuerdo para volverse
en nuestra contra esta noche. Sabía que deberíamos habernos ido
por la mañana. No sé de qué lado está Beetee. Pero ahora yo soy una presa,
y Peeta también. ¡Peeta! Mis ojos se abren de golpe por el pánico. Peeta
está esperando junto al árbol, sin sospechgar nada y con la guardia
baja. Tal vez Finnick lo ha matado ya.
No. Susurro.
Ese cable fue cortado a poca distancia por los Profesionales. Finnick
y Beetee y Peeta no pueden saber lo que está pasando aquí abajo. Sólo
se pueden estar preguntando qué es lo que ha pasado, por qué se ha aflojado
el cable, o por qué tal vez incluso ha vuelto al árbol. Esto, en sí mismo,
no puede ser una señal para matar, ¿verdad? Seguro que esto sólo era
Johanna decidiendo que había llegado el momento de romper con nosotros.
Matarme. Escapar
de los Profesionales. Después traer a Finnick a la lucha tan pronto
como fuera posible.
No lo sé. No lo
sé. Sólo sé que tengo que volver junto a Peeta y mantenerlo con vida.
Hace falta cada gramo de mi fuerza para sentarme y arrastrarme a
una posición erguida apoyada contra un árbol. Tengo suerte por tener
algo a lo que sujetarme, ya que la selva está dando vueltas. Sin aviso,
me echo hacia delante y vomito el festín de marisco, haciendo arcadas
hasta que ya no es posible que quede ninguna ostra en mi cuerpo. Temblando
y empapada de sudor, evalúo mi condición física.
Cuando levanto
mi brazo herido, la sangre me salpica en la cara y el mundo da otro
salto alarmante. Cierro con fuerza los ojos y me aferro al árbol hasta
que las cosas se estabilizan un poco, después doy unos pocos pasos
con cuidado hasta un árbol vecino, arranco algo de musgo y, sin examinar
más la herida, me vendo el brazo con fuerza. Mejor. Definitivamente
mejor no verlo. Después permito a mi mano tocar tentativamente la
herida de mi cabeza. Hay un enorme chichón pero no mucha sangre. Obviamente,
tengo algún daño interno, pero no parezco estar en peligro de desangrarme
hasta morir. Por lo menos no por la cabeza.
Me seco las manos
con musgo y agarro el arco con manos temblorosas con mi lastimado
brazo izquierdo. Aseguro una flecha en la cuerda. Obligo a mis piues
a ascender por la ladera.
Peeta. Mi último
deseo. Mi promesa. Mantenerlo vivo. Mi corazón se libera un poco cuando
me doy cuenta de que debe de estar vivo porque no ha sonado ningún cañón.
Tal vez Johanna estaba actuando sola, sabiendo que Finnick estaría
de su parte una vez sus intenciones estuvieran claras. Aunque es difícil
adivinar lo que pasa entre esos dos. Pienso en cómo él la miró en bisca
de confirmación antes de aceptar colocar la trampa de Beetee. Hay una
alianza mucho más profunda basada en años de amistad y quién sabe
qué más. En consecuencia, si Johanna se ha vuelto en mi contra, ya no
debería confiuar en Finnick.
Llego a esta
conclusión sólo segundos antes de oír algo corriendo ladera abajo
hacia mí. Ni Peeta y Beetee podrían moverse a este paso. Me agacho
detrás de una cortina de viñas, ocultándome justo a tiempo. Finnick
pasa volando a mi lado, su piel ensombrecida por la medicina, saltando
sobre la vegetacón como un ciervo. Enseguida ve la situación de mi
ataque, debe de ver la sangre. ¡Johanna! ¡Katniss! Grita. Me quedo en
el sitio hasta que se va en la dirección que tomaron Johanna y los Profesionales.
Me muevo tan
rápidamente como puedo sin hacer que el mundo se convierta en un remolino.
Mi cabeza palpita con el rápido latido de mi corazón. Los insectos,
posiblemente excitados por el olor a sangre, han incrementado sus
chasquidos hasta que es un rugido constante en mis oídos. No, espera.
Ta vez mis oídos están pitando por el golpe. Hasta que los insectos se
callen, será imposible decirlo. Pero cuando los insectos se callen,
empezarán los rayos. Engo que ir más rápido. Tengo que llegar hasta
Peeta.
La explosión
de un cañón me para en seco. Alguien ha muerto. Sé que con todos corriendo
en todas direcciones armados y asustados justo ahora, podría ser cualquiera.
Pero quienquiera que sea, estoy segura de que la muerte pulsará el
gatillo de un "todos contra todos" allí fuera en la noche.
La gente matará primero y se hará preguntas después. Obligo a mis
piernas a correr.
Algo atrapa
mis pies y caigo de bruces. Lo siento envolverse a mi alrededor, enredándome
en fibras afiladas. ¡Una red! Esta debe de ser una de las redes de Finnick,
colocada para atraparme, y él debe de estar cerca, tridente en mano.
Me agito sólo un momento, sólo consiguiendo que la red se evuelva
más ajustadamente a mi alrededdor, y después la veo brevemente a
la luz de la luna. Confusa, levanto el brazo y veo que está enredado
en relucientes hilos dorados. No es para nada una de las redes de Finnick,
sino el cable de Beetee.
Me pongo en
pie con cuidado y descubro que estoy en un trozo de la cosa que se enredó
en un tronco en su camino de vuelta al árbol del rayo. Me desenredo
lentamente del cabble, salgo de su alcance, y prosigo mi ascenso.
Mirándolo por
el lado positivo, estoy en el camino correcto y no he quedado lo bastante
desorientada por mi lesión de la cabeza como para perder el sentido
de la dirección. Por el lado negaivo, el cable me ha recordado la próxima
tormenta elétcrica. Aún puedo oír los insectos, pero ¿están empezando
a apagarse?
Mantengo las vueltas
de cable a unos metros a mi izquierda como guía mientras corro, pero
tengo mucho cuidado de no tocarlo. Si esos insectos se están apagando
y el primer rayo está a punto de golpear el árbol, entonces su energía
bajará por ese cable y cualquiera en contacto con él morirá.
El árbol aparece
en mi campo de visión, su tronco cubierto de oro. Aflojo el paso, intentando
moverme con algo de sigilo, pero la verdad es que tengo suerte de mantenerme
en pie. Busco una señal de los demás. Nadie. Nadie está aquí. ¿Peeta?
Llamo suavemente. ¿Peeta?
Un leve gemido
me responde y me doy la vuelta para encontarr una figura tumbada en
el suelo más arriba. ¡Beetee! Exclamo. Me apresuro y me arrodillo
a su lado. El gemido debe de haber sido involuntario. No está consciente,
aunque no puedo ver ninguna herida salvo el tajo bajo su codo. Cojo
un puñado de musgo cercano y lo envuelvo torpemente mientars trato
de despertarlo. ¡Beetee! ¡Beetee, qué está pasando! ¿Quién te cortó?
¡Beetee! Lo sacudo de la forma de la que nunca deberías sacudir a nadie
herido, pero no sé qué más hacer. Gime otra vez y brevemente levanta
una mano para apartarme.
Es entonces
cuando me doy cuenta de que está sosteniendo un cuchillo, uno que Peeta
llevaba antes, creo, que está envuelto en cable sin apretar. Perpleja,
me pongo en pie y levanto el cable, confirmando que está unido al árbol.
Me lleva un momento recordar el segundo extremo, mucho más corto,
que Beetee enrolló elrededor de una rama y dejó en el suelo antes siquiera
de empezar su diseño en el árbol. Había creído que tenía algún significado
eléctrico, que se había colocado para usarse después. Pero nunca
lo fue, porque aquí hay probablemente unos buenos veinte o veinticinco
metros.
Entorno los ojos
mirando colina arriba y me doy cuenta de que estamos a sólo unos pocos
pasos del campo de fuerza. Allí está el cuadrado delator, alto y a
mi derecha, tal y como estaba esta mañana. ¿Qué hizo Beetee? ¿Intentó
clavar el cuchillo en el campo de fuerza tal y como hizo Peeta accidentalmente?
¿Y qué pasa con el cable? ¿Era este su plan de reserva? ¿Si electrificar
el agua fallaba, tenía pensado enviar la energía del rayo al campo de
fuerza? ¿Qué haría eso, en cualquier caso? ¿Nada? ¿Mucho? ¿Freirnos
a todos? El campo de fuerza debe de ser sobre todo también energía,
supongo. El del Centro de Entrenamiento era invisible. Este parece
reflejar de algún modo la selva. Pero lo he visto parpadear cuando
el cuchillo de Peeta lo tocó y cuando mis flechas lo golpearon. El mundo
real yace justo detrás de él.
Mis oídos no están
pitando. Después de todo eran los insectos. Ahora lo sé porque están
apagándose rápidamente y no oigo nada salvo los sonidos de la selva.
Levantar a Beetee es inútil. No puedo despertarlo. No puedo salvarlo.
No sé que estaba intentando hacer con el cuchillo y el cable y él es
incapaz de explicarse. El vendaje de musgo de mi brazo está empapado
y no tiene sentido engañarme a mí misma. Estoy tan mareada que me desmayaré
en cuestión de minutos. Tengo que apartarme de este árbol y… ¡Katniss!
Oigo su voz aunque está a mucha distancia. Pero ¿qué está haciendo?
Peeta debe de haber averiguado que ahora todos nos están dando caza.
¡Katniss!
No puedo protegerlo.
No puedo moverme rápido ni lejos y mis habilidades de disparo son
como mucho cuestionables. Hago lo único que puedo para apartar a los
atacantes lejos de él y hacia mí. ¡Peeta! Gritó. ¡Peeta! ¡Estoy aquí!
¡Peeta! Sí, los atraeeré, a cualquiera en mi vecindad, lejos de Peeta
y hacia mí y el árbol que pronto será un arma en sí misma. ¡Estoy aquí!
¡Estoy aquí! No llegará. No con esa pierna de noche. Nunca llegará a tiempo.
¡Peeta!
Está funcionando.
Puedo oírlos venir. A dos. Abriéndose camino rápidamente a través
de la selva. Mis rodillas empiezan a flaquear y me derrumbo junto a
Beetee, apoyando el peso sobre los talones. Mi arco y flechas se colocan
en posición. Si puedo acabar con ellos, ¿sobrevivirá Peeta al resto?
Enobaria y Finnick
llegan al árbol del rayo. No pueden verme, sentada por encima de ellos
en la ladera, mi piel camuflada con ungüento. Apunto al cuello de
Enobaria. Con algo de suerte, cuando la mate, Finnick se agachará
detrás del árbol en busca de refugio justo cuando el rayo golpee. Y
eso pasará de un momento a otro. Sólo hay un levísimo chasquido de
insectos aquí y allá. Puedo matarlos ahora. Puedo matarlos a ambos.
Otro cañón.
¡Katniss! La voz de Peeta aúlla por mí. Pero esta vez no respondo. Beetee
aún respira superficialmente a mi lado. Él y yo moriremos pronto.
Finnick y Enobaria morirán. Peeta está vivo. Dos cañones han sonado.
Brutus, Johanna, Chaff. Dos de ellos ya están muertos. Eso le dejará a
Peeta sólo un tributo que matar. Y eso es lo máximo que puedo hacer.
Un enemigo.
Enemigo. Enemigo.
La palabra evoca en mí un recuerdo reciente. Lo traigo al presente.
La expresión del rostro de Haymitch. "Katniss, cuando estés en
la arena…" El ceño fruncido, el recelo. "¿Qué?" Oigo mi
propia voz tensándose al erizarme ante una acusación no pronunciada.
"Sólo recuerda quién es el enemigo." Dice Haymitch.
"Eso es todo."
Las últimas
palabras de consejo de Haymitch para mí. ¿Por qué necesitaría recordarlo?
Siempre he sabido
quién es el enemigo. Quién nos mata de hambre y nos tortura y nos mata
en la arena. Quién matará pronto a todos a los que quiero.
Bajo el arco
cuando proceso este significado. Sí, sé quién es el enemigo. Y no
es Enobaria.
Por fin veo el
cuchillo de Beetee con ojos claros. Mis manos temblorosas deslizan
el cable de la empuñadura, lo enrollan en torno a la flecha justo sobre
las plumas, y lo aseguran con un nudo aprendido durante el entrenamiento.
Me levanto,
girándome hacia el campo de fuerza, revelándome completamente
pero sin que esto me preocupe ya. Sólo preguntándome por dónde debería
dirigir mi punta, dónde habría clavado Beetee el cuchillo de haber
podido elegir. Mi arco se levanta hacia ese cuadrado vibrante, el
fallo, el… ¿cómo lo llamó él aquel día? La brecha en la armadura. Dejo
volar la flecha, la veo golpear su objetivo y desvanecerse, arrastrando
consigo el hilo de oro detrás.
Mi pelo se pone
de punta y el rayo golpea el árbol.
Un fogonazo
blanco recorre el cable, y durante sólo un momento, la cúpula explota
en una cegadora luz azul. Me caigo de espaldas al suelo, el cuerpo inútil,
paralizado, los ojos congelados abiertos, mientras ligeros pedacitos
de materia me llueven encima. No puedo alcanzar a Peeta. Ni siquiera
puedo alcanzar mi perla. Mis ojos luchan por capturar una última imagen
de belleza para llevar conmigo.
Justo antes de
que empiecen las explosiones, encuentro una estrella.
Todo parece
erupcionar a la vez. La tierra explota en lluvias de polvo y plantas.
Los árboles estallan en llamas. Incluso el cielo se llena con fogonazos
de brillantes colores. No se me ocurre por qué está siendo bombardeado
el cielo hasta que me doy cuenta de que los Vigilantes están tirando
fuegos artificiales allí arriba, mientras la destrucción de verdad
sucede en el suelo. Sólo por si acaso no es lo bastante divertido el
mirar la obliteración de la arena y de los restantes tributos. O tal
vez para iluminar nuestros sangrientos finales. ¿Dejarán sobrevivir
a alguien? ¿Habrá un vencedor de los Septuagésimo Quintos Juegos
del Hambre? Tal vez no. Después de todo, qué era este Quarter Quell sino…
¿Qué era lo que había leído el Presidente Snow de la tarjeta?
"… un recordatorio
para los rebeldes de que incluso los más fuertes de entre elllos no
pueden superar el poder del Capitolio…"
Ni siquiera
el más fuerte de entre los fuertes triunfará. Tal vez nunca tuvieron
la intención de tener un vencedor en estos Juegos. O tal vez mi acto
final de rebelión forzó su mano.
Lo siento, Peeta,
pienso. Siento no haber podido salvarte. ¿Salvarlo? Más bien robé
su última posibilidad de vivir, destruyendo el campo de fuerza.
Tal vez, si todos hubiéramos jugado según las reglas, le habrían dejado
vivir.
El aerodeslizador
se materializa sobre mí sin avisar. Si hubiera habido silencio, y
un sinsajo estuviera posado cerca, habría oído a la selva quedarse
en silencio y después la llamada de advertencia del pájaro que precede
a la aparición del aerodeslizador del Capitolio. Pero mis oídos nunca
podrían separar algo tan delicado en este bombardeo.
La garra cae
del lateral hasta que está justo encima. Las garras metálicas se delizan
debajo de mí. Quiero gritar, correr, salir de aquí a golpes, pero estoy
helada, impotente para hacer nada salvo esperar fervientemente
morir antes de alcanzar a las figuras oscuras que me esperan arriba.
No me han perdonado la vida para coronarme vencedora sino para hacer
mi muerte tan lenta y pública como sea posible.
Mis peores temores
se ven confirmados cuando el rostro que me da la bienvenida dentro
del aerodeslizador pertenece a Plutarch Heavensbee, Vigilante en
Jefe. Qué desastre he hecho de estos preciosos Juegos del inteligente
reloj que hace tictac y el campo de vencedores. Él sufrirá por su fracaso,
probablemente perderá la vida, pero no antes de verme castigada.
Su mano se alza hacia mí, creo que para golpearme, pero hace algo peor.
Con ayuda de índice y pulgar me cierra los párpados, sentenciándome
a la vulnerabilidad de la oscuridad. Ahora pueden hacerme cualquier
cosa y ni siquiera lo veré venir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario