Sí,
los vencedores son los más fuertes de entre los nuestros. Son los que
sobrevivieron a la arena y se escaparon de la soga de la pobreza que
nos estrangula a los demás. Ellos, o debería decir nosotros, son la
perfecta encarnación de la esperanza donde no hay esperanza. Y ahora
veintitrés de nosotros moriremos para demostrar que incluso la
esperanza era una ilusión.
Me
alegro de haber ganado solamente el año pasado. De otra forma, conocería
a todos los demás vencedores, no sólo por verlos en la televisión sino
porque son invitados en todos los Juegos. Incluso si no son mentores
como Haymitch siempre tiene que ser, la mayoría regresan cada año al
Capitolio para el evento. Creo que muchos son amigos. Mientras que el
único amigo del que yo tendré que preocuparme por matar será o Peeta
o Haymitch. ¡Peeta o Haymitch!
Me
siento erguida, lanzando a un lado la cubierta. ¿Qué es lo que se me
acaba de pasar por la mente? No hay situación alguna en la cual mataría
nunca a Peeta ni a Haymitch. Pero uno de ellos estará en la arena conmigo,
y eso es un hecho. Tal vez hayan decido entre ellos quién será. Quien
quiera que sea elegido primero, el otro tendrá la opción de presentarse
voluntario para tomar su lugar. Ya sé lo que pasará. Peeta le pedirá
a Hayimtch que lo deje ir a la arena conmigo sin importar nada. Por mi
bien. Para protegerme.
Tropiezo
por el sótano, buscando una salida. ¿Cómo entré siquiera en este
lugar? Subo a las apalpadas los escalones hasta la cocina y veo que
la ventana de cristal en la puerta ha sido hecha añicos. Debe de ser
eso el porqué de que mi mano esté sangrando. Me apresuro a volver a
la noche y voy directa a la casa de Haymitch. Está sentado solo en la
mesa de la cocina, una botella medio vacía de licor blanco en un puño,
su cuchillo en el otro. Borracho como una cuba.
Ah,
aquí está. Toda hecha polvo. Por fin hiciste las cuentas, ¿verdad, preciosa?
¿Dedujiste que no vas a ir allí sola? Y ahora estás aquí para pedirme…
¿qué? Dice.
No
respondo. La ventana está abierta de par en par y el viento corta como
si estuviera en el exterior.
Lo
admito, fue más fácil para el chico. Estaba aquí antes de que pudiera
romperle el sello a la botella. Suplicándome por otra oportunidad
para entrar. Pero ¿qué puedes decir tú?
Imita
mi voz. ¿Toma su lugar, Haymitch, porque en las mismas circunstancias,
prefiero que Peeta tenga una oportunidad con el resto de su vida antes
que tú?
Me
muerdo el labio porque una vez lo ha dicho, tengo miedo de que eso sea
lo que quiero.
Que
viva Peeta, incluso si eso supone la muerte de Haymitch. No, no lo quiero.
Es espantoso, por supuesto, pero ahora Haymitch es mi familia. ¿Para
qué he venido? Pienso. ¿Qué podría querer yo aquí?
Vine
a por un trago. Digo.
Haymitch
rompe a reír y golpea la botella contra la mesa delante de mí. Paso
mi manga sobre la parte de arriba y tomo un par de tragos antes de salir
ahogándome. Me lleva unos pocos minutos componerme, e incluso entonces
mis ojos y nariz aún están humeantes. Pero dentro de mí, el licor se
siente como fuego, y me gusta.
Tal
vez deberías ser tú. Digo con total convencimiento mientras saco
una silla. En cualquier caso, odias la vida.
Muy
cierto. Dice Haymicth. Y dado que la última vez intenté mantenerte
a ti con vida… parece que esta vez estaré obligado a salvar al chico.
Ese
es otro buen punto. Digo, restregándome la nariz e inclinando de
nuevo la botella.
El
argumento de Peeta es que ya que te elegí a ti, ahora estoy en deuda
con él. Lo que él quiera. Y lo que quiere es la oportunidad de entrar
de nuevo para protegerte. Dice Haymitch.
Lo
sabía. En ese sentido, Peeta no es difícil de predecir. Mientras yo
me estaba revolcando por el suelo de ese sótano, pensando sólo en mí
misma, él estaba aquí pensando sólo en mí.
Vergüenza
no es una palabra lo bastante fuerte para lo que siento.
Podrías
vivir cien vidas y no ser merecedora de él, ya lo sabes. Dice Haymitch.
Sí,
sí. Digo bruscamente. Sin cuestión, él es el superior en este trío.
Así que, ¿qué vas a hacer tú?
No
lo sé. Haymitch suspira. Volver allí contigo, quizás, si puedo. Sin mi
nombre sale en la cosecha, no importará. Simplemente se presentará
voluntario para ocupar mi lugar.
Nos
sentamos en silencio un rato.
Sería
malo para ti, en la arena, ¿no? ¿Conociendo a todos los demás? Pregunto.
Oh,
creo que podemos contar con que será insoportable sin importar dónde
esté.
Asiente
a la botella. ¿Puedo tenerla ahora de vuelta?
No.
Digo, rodeándola con los brazos. Haymitch saca otra botella de debajo
de la mesa y gira la tapa. Pero me doy cuenta de que no estoy aquí por
un trago. Hay algo más que quiero de Haymitch. Vale, he averiguado lo
que estoy pidiendo. Digo. Si somos Peeta y yo en los Juegos, esta vez
intentaremos mantenerlo a él con vida.
Algo
centellea en sus ojos inyectados en sangre. Dolor.
Como
dijiste, va a ser malo sin importar cómo lo presentes. Y da igual lo
que quiera Peeta, es su turno de ser salvado. Los dos se lo debemos. Mi
voz adquiere un tono de súplica. Además, el Capitolio me odia demasiado.
Puedo darme por muerta. Tal vez él aún tenga una oportunidad. Por favor,
Haymitch. Di que me ayudarás.
Le
frunce el ceño a su botella, sopesando mis palabras.
Vale.
Dice finalmente.
Gracias.
Digo. Ahora debería ir a ver a Peeta, pero no quiero. Mi cabeza está
dando vueltas por la bebida, y estoy tan hecha polvo, que quién sabe
de qué podría convencerme.
No,
ahora tengo que ir a casa a enfrentarme a mi madre y a Prim.
Mientras
tropiezo por los escalones a mi casa, la puerta se abre y Gale me toma
en brazos.
Me
equivoqué. Debimos habernos marchado cuando dijiste. Susurra.
No.
Digo. Estoy teniendo problemas para concentrarme, y el licor no deja
de salir de la botella cayendo por la espalda de la chaqueta de Gale,
pero a él no parece importarle.
No
es demasiado tarde. Dice.
Por
encima de su hombro, veo a mi madre y a Prim aferradas la una a la otra
en el umbral.
Huimos.
Mueren. Y ahora tengo que proteger a Peeta. Fin de la discusión.
Sí,
lo es. Mis rodillas ceden y él me sostiene. Mientras el alcohol se hace
con mi mente, oigo la botella de cristal hacerse añicos en el suelo. Esto
parece apropiado ya que obviamente he perdido el control de todo.
Cuando
me despierto, apenas llego al lavabo antes de que el licor haga su reaparición.
Arde tanto subiendo como ardió bajando, y sabe el doble de mal. Estoy
temblorosa y sudorosa cuando termino de vomitar, pero por lo menos
la mayor parte de la cosa está fuera de mi organismo. Lo bastante llegó
a mi torrente sanguíneo, sin embargo, resultando en un dolor de cabeza
palpitante, boca reseca, y estómago ardiente.
Abro
la ducha y me quedo debajo de la tibia lluvia un minuto antes de darme
cuenta de que aún estoy en ropa interior. Mi madre debió de limitarse
a sacarme la ropa externa sucia y a meterme en cama. Tiro la ropa interior
húmeda al lavabo y vierto champú en mi cabeza. Me duelen las manos,
y es entonces cuando veo las grapas, pequeñas y regulares, a través
de una palma y por el lateral de la otra mano. Vagamente recuerdo
romper esa ventana de cristal anoche. Me froto de pies a cabeza, sólo
parándome para vomitar de nuevo en la propia ducha.
Es
sobre todo bilis y baja por el desagüe con las burbujas de olor dulce.
Por
fin limpia, me pongo el albornoz y vuelvo a la cama, ignorando mi pelo
chorreante. Me meto entre las mantas, segura de que así es cómo se siente
ser envenenada. Las pisadas en las escaleras renuevan mi pánico de
anoche. No estoy lista para ver a mi madre y a Prim. Tengo que recomponerme
para estar calmada y segura, igual que estaba cuando nos dijimos
adiós el día de la última cosecha. Tengo que ser fuerte. Lucho por conseguir
una postura erguida, aparto mi pelo húmedo de mis sienes palpitantes,
y me preparo para este encuentro.
Aparecen
en la puerta, sosteniendo té y tostadas, sus rostros llenos de preocupación.
Abro la boca, planeando empezar con algún tipo de chiste, y rompo a
llorar.
Ya
se ve lo de ser fuerte.
Mi
madre se sienta a un lado en la cama y Prim se acurruca justo junto a
mí y me abrazan, haciendo en voz baja sonidos tranquilizantes, hasta
que ya casi acabé de llorar. Después Prim coge una toalla y me seca el
pelo, pasando el peine por los nudos, mientras mi madre me coacciona
a tomar té y tostadas. Me visten en un pijama cálido y me ponen más
mantas y me vuelvo a dormir.
Sé
por la luz que ya estamos al final de la tarde cuando me despierto de
nuevo. Hay un vaso de agua en mi mesilla de noche y lo bebo a grandes
tragos, sedienta. Mi estómago y mi cabeza aún parecen rocas, pero
mucho mejor que antes. Me levanto, me visto, y me hago una trenza en
el pelo. Antes de bajar, me detengo en la parte alta de las escaleras,
sintiéndome algo avergonzada por cómo he encajado las noticias
del Quarter Quell. Mi huida errática, beber con Haymitch, llorar. Dadas
las circunstancias, supongo que me merezco un día de indulgencia.
Aunque
me alegro de que las cámaras no hayan estado aquí para verlo.
Abajo,
mi madre y Prim me abrazan de nuevo, pero no son muy emotivas. Sé que se
están guardando cosas para hacérmelo más fácil. Mirando al rostro
de Prim, es difícil imaginar que sea la misma niñita frágil a la que dejé
atrás en el día de la cosecha hace nueve meses. La combinación de esa
terrible prueba y todo lo que ha venido despuésla crueldad en el distrito,
la procesión de enfermos y heridos a la que ahora a menudo trata por
sí sola si las manos de mi madre están demasiado llenasesas cosas la
han envejecido años. También ha crecido un buen pedazo; ahora somos
casi de la misma estatura, pero eso no es lo que la hace parecer tan
mayor.
Mi
madre me sirve una taza de caldo, y pido una segunda taza para llevarle
a Haymitch.
Después
camino por el jardín hasta su casa. Acaba de despertarse y acepta la
taza sin comentarios. Nos sentamos allí casi pacíficamente, sorbiendo
nuestro caldo y mirando el atardecer a través de la ventana de su salón.
Oigo a alguien dando vueltas arriba y asumo que es Hazelle, pero
unos minutos después baja Peeta y lanza sobre la mesa con energía una
caja de cartón de botellas de licor vacías.
Ahí,
ya está hecho. Dice.
Haymicth
está necesitando todos sus recursos para enfocar los ojos en las botellas,
así que hablo yo: ¿Qué está hecho?
He
vertido todo el licor por el desagüe. Dice Peeta.
Esto
parece despertar a Haymitch de su estupor, y palpa la caja con incredulidad.
¿Tú qué?
Tiré
el lote. Dice Peeta.
Simplemente
comprará más. Digo yo.
No,
no lo hará. Dice Peeta. Fui a buscar a Ripper esta mañana y le dije
que la entregaría en cuanto vendiera a cualquiera de vosotros.
También le pagué, sólo para asegurarme, pero no creo que tenga ganas
de volver a la custodia de los agentes de la paz.
Haymitch
lanza un tajo con su cuchillo pero Peeta lo esquiva con tanta facilidad
que es patético. En mi interior se despierta la furia. ¿Por qué es
asunto tuyo lo que él haga?
Es
completamente asunto mío. Sin importar en qué resulte, dos de nosotros
vamos a estar en la arena con el otro como mentor. No podemos permitirnos
a ningún borracho en este equipo. Especialmente no a ti, Katniss. Me
dice Peeta. ¿Qué? Farfullo, indignada. Sería más convincente su no
tuviera aún tanta resaca.
Anoche
fue la primera vez que he estado nunca borracha.
Sí,
y mira en qué estado estás. Dice Peeta.
No
sé qué me esperaba de mi primer encuentro con Peeta después del anuncio.
Unos cuantos abrazos y besos. Tal vez algo de confort. No esto. Me vuelvo
a Haymitch.
No
te preocupes, te conseguiré más licor.
Entonces
os entregaré a los dos. Dejemos que se os pase la borrachera en la
mazmorra. ¿Cuál es el sentido de esto? Pregunta Haymitch.
El
sentido es que dos de nosotros volveremos a casa desde el Capitolio.
Un mentor y un vencedor. Dice Peeta. Effie me está mandando grabaciones
de todos los vencedores vivos. Vamos a ver sus Juegos y aprender todo
lo que podamos sobre cómo luchan.
Ganaremos
peso y nos haremos más fuertes. Vamos a empezar a actuar como tributos
profesionales. ¡Y uno de nosotros va a volver a ser un vencedor tanto
si os gusta como si no!
Sale
del cuarto como una exhalación, dando un portazo.
Haymitch
y yo hacemos un gesto de dolor ante el golpe.
No
me gusta la gente con superioridad moral. Digo. ¿Qué hay de bueno en
ellos? Dice Haymitch, quien empieza a sorber los restos de una de las
botellas vacías.
Tú
y yo. Somos nosotros quien él planea que vuelvan a casa.
Bueno,
entonces le salió el tiro por la culata.
Pero
después de unos días, accedemos a actuar como Profesionales, porque
es la mejor forma de conseguir que Peeta también esté listo. Cada
noche vemos los viejos resúmenes de los Juegos que ganaron el resto
de vencedores. Me doy cuenta de que nunca vimos a ninguno durante el
Tour de la Victoria, lo que parece raro en retrospectiva. Cuando lo
menciono, Haymitch dice que lo último que el Presidente Snow habría
querido era mostrarnos a Peeta y a míespecialmente a míhaciendo
migas con otros vencedores en distritos potencialmente rebeldes.
Los vencedores tienen un estatus especial, y si parecieran apoyar
mi desafío al Capitolio, habría sido políticamente peligroso. Ajustándome
a la edad, me doy cuenta de que algunos de nuestros oponentes ya serán
mayores, lo que es a la vez triste y tranquilizador.
Peeta
toma copiosas notas. Haymitch ofrece información sobre la personalidad
de los vencedores, y lentamente empezamos a conocer a nuestra competencia.
Cada
mañana hacemos cosas para fortalecer nuestros cuerpos. Corremos
y levantamos cosas y estiramos los músculos. Cada tarde trabajamos
en habilidades de combate, lanzando cuchillos, luchando cuerpo a
cuerpo; incluso les enseño a escalar árboles. Oficialmente, los
tributos no deben entrenar, pero nadie intenta detenernos. Incluso
en años normales, los tributos de los Distritos 1, 2 y 4 aparecen capaces
de blandir lanzas y espadas. Esto no es nada en comparación.
Después
de todos los años de abuso, el cuerpo de Haymitch se resiste a la mejora.
Aún es destacablemente fuerte, pero la carrera más corta lo deja
sin aliento. Y pensarías que un tipo que duerme todas las noches con
un cuchillo sería de hecho capaz de golpear la pared de la casa con
uno, pero sus manos dan tales sacudidas que le lleva semanas conseguir
incluso eso.
Sin
embargo, Peeta y yo mejoramos mucho bajo el nuevo régimen. Me da algo
que hacer.
Nos
da a todos algo que hacer además de aceptar la derrota. Mi madre nos pone
en una dieta especial para ganar peso. Prim trata nuestros músculos
doloridos. Madge nos trae a escondidas los periódicos del Capitolio
de su padre. Las predicciones sobre quién será el vencedor de los vencedores
nos muestran entre los favoritos. Incluso Gale aparece en escena
los domingos, aunque no les tiene aprecio ninguno a Peeta ni a Haymitch,
y nos enseña todo lo que sabe sobre trampas. Es raro para mí, estar en
conversaciones con Peeta y Gale a la vez, pero parece que ellos han
dejado a un lado los problemas que sea que tengan con respecto a mí.
Una
noche, mientras acompaño a Gale de vuelta a la ciudad, incluso admite:
Sería
mejor si fuera más fácil odiarlo.
Dímelo
a mí. Digo. Si hubiera podido simplemente odiarlo en la arena, no
estaríamos ahora en este lío. Él estaría muerto, y yo sería una vencedora
feliz y contenta yo solita. ¿Y dónde estaríamos nosotros, Katniss?
Pregunta Gale.
Me
detengo, sin saber qué decir. ¿Dónde estaría yo con mi fingido primo
que no sería mi primo de no ser por Peeta? ¿Aún me habría besado y yo le
habría devuelto el beso de haber sido libre para hacerlo? ¿Me habría
abierto a él, arrullada por la seguridad del dinero y la comida y
la seguridad que el ser una vencedora podía traer en diferentes circunstancias?
Pero aún así siempre estaría la cosecha cerniéndose sobre nosotros,
sobre nuestros hijos. Sin importar lo que yo quisiera…
Cazando.
Como cada domingo. Digo. Sé que él no se refería a la respuesta literal,
pero esto es todo cuanto puedo ofrecer honestamente. Gale sabe
que lo elegí por encima de Peeta cuando no huí. Para mí, no tiene sentido
hablar sobre cosas que podrían haber sido. Incluso de haber matado
a Peeta en la arena, aún no habría querido casarme con nadie. Sólo me
prometí para salvar la vida de gente, y ese tiro me salió completamente
por la culata.
En
cualquier caso, tengo miedo de que cualquier tipo de escena emocional
con Gale tal vez le haga hacer algo drástico. Como empezar un levantamiento
en las minas. Y tal y como dice Haymitch, el Distrito 12 no está preparado
para eso. Si eso, están menos preparados que antes del anuncio del Quarter
Quell, porque a la mañana siguiente otro centenar de agentes de la
paz llegaron por tren.
Ya
que no tengo pensado volver con vida la segunda vez, cuanto antes renuncie
Gale a mí, mejor. Sí que tengo pensado decirle una o dos cosas antes
de la cosecha, cuando se nos permita una hora para nuestras despedidas.
Para decirle a Gale qué esencial ha sido para mí todos estos años.
Hasta qué punto ha sido mejor mi vida por conocerlo. Por amarlo, incluso
si sólo es de la forma limitada en que puedo hacerlo.
Pero
nunca tengo la oportunidad.
El
día de la cosecha es cálido y bochornoso. La población del Distrito
12 espera, sudando y en silencio, en la plaza, con pistolas automáticas
apuntándoles. Yo estoy en pie, sola, en una pequeña área acordonada
con Peeta y Haymitch en un redil similar a mi derecha. La cosecha sólo
lleva un minuto. A Effie, resplandeciendo en una peluca de oro metálico,
le falta su brío habitual. Tiene que rebuscar por toda la bola de cosecha
de las chicas durante bastante rato para poder agarrar el único pedazo
de papel que todo el mundo sabe ya que tiene mi nombre escrito. Después
coge el nombre de Hayimitch. Este apenas tiene tiempo de lanzarme
una mirada infeliz antes de que Peeta se haya presentado voluntario
para ocupar su puesto.
Nos
llevan de inmediato al Edificio de Justicia para encontrar al agente
de la paz en jefe Thread esperándonos.
Nuevo
procedimiento. Dice con una sonrisa. Nos conducen por una puerta
trasera a un coche, y nos llevan a la estación de tren. No hay cámaras
en la plataforma, no hay multitud para mandarnos en camino. Haymitch
y Effie aparecen, escoltados por guardias. Agentes de la paz nos meten
prisa para entrar en el tren y cierran la puerta. Las ruedas empiezan
a girar.
Y
yo me quedo mirando por la ventana, viendo desaparecer el Distrito
12, con todos mis adioses aún colgando de los labios.
Me
quedo en la ventana hasta mucho después de que el bosque se haya tragado
la última imagen de mi hogar. Esta vez no tengo ni la más mínima esperanza
de volver. Antes de mis primeros Juegos, le prometí a Prim que haría todo
lo que pudiera para ganar, y ahora me he jurado a mí misma hacer todo
lo que pueda para mantener a Peeta con vida. Nunca volveré a hacer este
camino al revés.
Ya
había decidido cuáles quería que fueran mis últimas palabras a mis
seres queridos. Cómo hacer para cerrar y echar la llave de la mejor
forma posible a las puertas y dejarlos tristes pero a salvo atrás.
Y ahora el Capitolio también me ha robado eso.
Escribiremos
cartas, Katniss. Me dice Peeta desde detrás. Será mejor, en cualquier
caso. Darles una parte de nosotros a la que aferrarse. Haymitch las entregará
por nosotros si… necesitan ser entregadas.
Asiento
y me voy derecha a mi habitación. Me siento en la cama, sabiendo
que nunca escribiré esas cartas. Serán como el discurso que intenté
escribir en honor de Rue y Thresh en el Distrito 11. Las cosas parecían
claras en mi cabeza e incluso cuando hablé ante la muchedumbre,
pero las palabras nunca salían bien del bolígrafo. Además, se suponía
que estas debían ir con abrazos y besos y una caricia en el pelo de
Prim, una caricia al rostro de Gale, un apretón a la mano de Madge. No
pueden ser entregadas con una caja de madera conteniendo mi cuerpo
frío y rígido.
Demasiado
abatida para llorar, todo lo que quiero es acurrucarme en la cama y
dormir hasta que lleguemos al Capitolio mañana por la mañana. Pero
tengo una misión. No, es más que una misión. Es mi última voluntad.
Mantener a Peeta con vida. Y tan improbable como parece eso a la vista
de la ira del Capitolio, es importante que esté a la altura de los mejores.
Esto
no pasará si estoy guardando duelo por todos los que quiero allá en
casa. Déjalos ir, me digo a mí misma. Di adiós y olvídalos. Hago lo
que puedo, pensando en ellos uno por uno, liberándolos como a pájaros
de las jaulas protectoras dentro de mí, cerrando las puertas contra
su regreso.
Para
cuando Effie golpea en mi puerta para llamarme para cenar, estoy vacía.
Pero la ligereza no es del todo mal recibida.
La
comida es apagada. Tan apagada, de hecho, que hay largos períodos de
silencio aliviados sólo por la retirada de platos viejos y la presentación
de unos nuevos. Una sopa fría de puré de verduras. Pasteles de pescado
con cremosa salsa de lima. Esos pajaritos de los que comes huesos y todo,
con arroz salvaje y berros. Mousse de chocolate salpicada de cerezas.
Peeta
y Effie hacen intentos ocasionales de conversación que se apagan rápidamente
peeta y gale juntos en un cap? wow eso si fue raro? que lastima que no lo saco la peli
ResponderEliminarpeeta y gale juntos en un cap? wow eso si fue raro? que lastima que no lo saco la peli
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo eso debió haber salido,me habría gustado ver sus caras
ResponderEliminarSi, pero en unas de las peliculas si estan juntos
EliminarPero me hubiera gustado ver a gale enseñando a peeta a poner trampas
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