Cuando
vamos a mirar la repetición de las ceremonias de apertura, me coloco
entre Cinna y Haymitch en el sofá porque no quiero estar al lado de
Peeta. Este horror con Darius me pertenece a mí y a Gale y tal vez incluso
a Haymitch, pero no a Peeta. Tal vez él conociera a Darius lo bastante
como para decirle hola, pero Peeta no pertenecía al Quemador igual
que nosotros. Además, aún estoy enfadada con él por reírse de mí con
los otros vencedores, y lo último que quiero es su empatía y apoyo.
No he cambiado de idea sobre salvarlo en la arena, pero no quiero deberle
más que eso.
Mientras
miro la procesión al Círculo de la Ciudad, pienso en cómo ya es lo
bastante malo que nos disfracen y nos paseen por las calles en carruajes
en un año normal. Ver a niños disfrazados es tonto, pero resulta que
los vencedores mayores son algo penoso. Algunos que aún son jóvenes,
como Johanna y Finnick, o cuyos cuerpos no han caído en la desesperación,
como Seeder y Brutus, todavía se las pueden arreglar para conservar
un poco de dignidad.
Pero
la mayoría, que están echados a la bebida o al morphling o a la enfermedad,
se ven grotescos en sus disfraces, representando vacas y árboles y
hogazas de pan. El año pasado comentábamos cada concursante, pero
hoy sólo hay algún comentario ocasional. No es raro que la muchedumbre
se vuelva loca en cuanto Peeta y yo aparecemos, tan jóvenes y fuertes
y hermosos en nuestros brillantes disfraces. La imagen misma de lo
que los tributos deberían ser.
Tan
pronto termina, me levanto y les doy las gracias a Cinna y Portia por
su alucinante trabajo y me voy a la cama. Effie me recuerda que nos
veremos temprano por la mañana en el desayuno para trabajar en nuestra
estrategia de entrenamiento, pero incluso su voz suena hundida.
Pobre Effie. Por fin tuvo un año decente en los Juegos con Peeta y conmigo,
y ahora todo se ha convertido en un desastre al que ni siquiera ella
puede verle algo positivo. En términos del Capitolio, supongo que
esto cuenta como una verdadera tragedia.
Poco
después de irme a la cama, oigo un golpe suave en mi puerta, pero lo
ignoro. No quiero a Peeta esta noche. Especialmente no con Darius
cerca. Es casi tan malo como si Gale estuviera aquí. Gale. ¿Cómo se
supone que voy a dejarlo ir con Darius embrujando los pasillos?
Las
lenguas figuran prominentemente en mis pesadillas. Primero miro
helada e impotente mientras manos enguantadas se llevan la disección
sangrienta de la boca de Darius. Después estoy en una fiesta donde
todos llevan caretas y alguien con una lengua bailante y húmeda,
que supongo que es Finnick, me acosa, pero cuando me coge y se saca la
máscara, es el Presidente Snow, y sus labios gruesos están goteando
saliva sangrienta. Finalmente estoy de vuelta en la arena, mi propia
lengua tan seca como el papel secante, mientras trato de alcanzar
un estanque de agua que retrocede cada vez que estoy a punto de tocarlo.
Cuando
me despierto, voy a tropezones hasta el cuarto de baño y bebo grandes
tragos de agua del grifo hasta que no puedo beber más. Me quito mis ropas
sudorosas y me derrumbo de nuevo sobre la cama, desnuda, y de alguna
forma vuelvo a encontrar el sueño.
Retraso
el bajar a desayunar tanto como es posible a la mañana siguiente
porque de verdad que no quiero discutir nuestra estrategia de entrenamiento.
¿Qué hay que discutir? Cada vencedor ya sabe lo que todos los demás pueden
hacer. O solían poder hacer, en cualquier caso. Así que Peeta y yo
seguiremos actuando enamorados y eso es todo. Lo que pasa es que no
estoy por la labor de hablar de eso, ya está, especialmente no con Darius
allí de pie en silencio. Tomo una larga ducha, me visto lentamente en
el conjunto que Cinna ha dejado para el entrenamiento, y ordeno
comida del menú de mi habitación hablando por un micrófono. En un
minuto aparecen salchichas, huevos, patatas, pan, zumo y chocolate
caliente. Como hasta estar llena, intentando llenar los minutos
hasta las diez en punto, cuando tendremos que bajar hasta el Centro
de Entrenamiento. A eso de las nueve y media, Haymitch está dando
golpazos en mi puerta, obviamente harto de mí, mandándome ir al comedor
¡AHORA! Aún así, me cepillo los dientes antes de ir lentamente por el
pasillo, matando eficazmente otros cinco minutos.
El
comedor está vacío salvo por Peeta y Haymitch, cuyo rostro está sonrojado
por la bebida y el enfado. En su muñeca lleva un brazalete totalmente
de oro con un patrón de llamasesta debe de ser su concesión al plan de
Effie de los recuerdos a juegoal que da vueltas con descontento. Es
un brazalete muy bonito, de verdad, pero con el movimiento hace que
parezca algo que lo está confinando, un grillete, más que una pieza
de joyería.
Llegas
tarde. Me ruge.
Perdón.
Me quedé dormida después de las pesadillas de lenguas mutiladas
que me mantuvieron despierta la mitad de la noche. Tengo la intención
de sonar hostil, pero mi voz se quiebra al final de la frase.
Haymitch
me lanza una mirada ceñuda, después se echa atrás.
Vale,
da igual. Hoy, en el entrenamiento, tenéis dos deberes. Uno, seguir
enamorados.
Obviamente.
Digo.
Y
dos, hacer algunos amigos. Dice Haymitch.
No.
Digo. No confío en ninguno de ellos. No puedo soportar a la mayoría,
y prefiero que operemos nada más los dos.
Eso
es lo que dije yo al principio, pero… Empieza Peeta.
Pero
no será suficiente. Insiste Haymitch. Vais a necesitar más aliados
esta vez. ¿Por qué? Pregunto.
Porque
estáis en clara desventaja. Vuestros competidores se han conocido
durante años.
Así
que, ¿a quién creéis que atacarán primero?
A
nosotros. Y nada que hagamos va a superar ninguna antigua amistad.
Así que, ¿por qué molestarse?
Porque
podéis luchar. Sois populares entre la gente. Eso aún podría convertiros
en aliados deseables. Pero sólo si les hacéis saber a los demás que
estáis dispuestos a hacer un equipo con ellos. ¿Quieres decir que
nos quieres en el grupo de Profesionales este año? Pregunto, incapaz
de ocultar mi desagrado. Tradicionalmente los tributos de los Distritos
1, 2 y 4 unen fuerzas, tal vez agregando a alguno de los otros luchadores
excepcionales, y cazan a los competidores más débiles.
Esa
ha sido nuestra estrategia, ¿no? ¿Entrenar como Profesionales? Rebate
Haymitch.
Y
generalmente se decide quiénes van a formar el grupo de Profesionales
antes de que empiezan los Juegos. Peeta por poco no consiguió entrar
el año pasado.
Pienso
en el odio que sentí cuando descubrí que Peeta estaba con los Profesionales
en los Juegos pasados.
Así
que vamos a intentar unirnos a Finnick y a Brutus… ¿es eso lo que estás
diciendo?
No
necesariamente. Todos son vencedores. Haced vuestro propio grupo,
si lo preferís.
Elegid
a quien queráis. Yo os sugiero a Chaff y Seeder. Aunque Finnick no es
como para ignorarlo. Dice Haymitch. Encontrad a alguien para hacer
equipo que pueda seros de alguna utilidad. Recordad, ya no estáis en
un ring lleno de niños temblorosos. Todas estas personas son asesinos
experimentados, sin importar en qué forma parezcan estar.
Tal
vez tenga razón. Sólo que, ¿en quién podría confiar? Seeder tal vez.
¿Pero de verdad quiero hacer un pacto con ella, sólo para posiblemente
tener que matarla después? No. Aún así, hice un pacto con Rue bajo las
mismas circunstancias. Le digo a Haymitch que lo intentaré, incluso
aunque creo que se me dará bastante mal todo el asunto.
Effie
aparece algo pronto para llevarnos abajo porque el año pasado, incluso
aunque llegamos a tiempo, fuimos los dos últimos tributos en aparecer.
Pero Haymitch le dice que no quiere que sea ella quien nos lleve al
gimnasio. Ninguno de los demás vencedores va a aparecer con una niñera
y, siendo los más jóvenes, es aún más importante que parezcamos independientes.
Así que tiene que conformarse con llevarnos hasta el ascensor, haciéndonos
caricias en el pelo, y pulsando el botón por nosotros.
Es
un viaje tan corto que no hay tiempo de verdad para la conversación,
pero cuando Peeta me da la mano, no la aparto. Tal vez lo haya ignorado
anoche en privado, pero durante el entrenamiento tenemos que aparecer
como un equipo inseparable.
Effie
no se tenía que haber preocupado por que fuéramos los últimos en llegar.
Sólo Brutus y la mujer del Distrito 2, Enobaria, están presentes.
Enobaria aparenta unos treinta y todo lo que puedo recordar es que,
en el combate cuerpo a cuerpo, mató a un tributo desgarrándole la
garganta con los dientes. Se hizo tan famosa por este acto que, después
de ser vencedora, hizo que le alteraran cosméticamente los dientes
de modo que cada uno termina en una punta afilada como un colmillo y
tiene incrustaciones de oro. No le faltan admiradores en el Capitolio.
A
las diez en punto, sólo la mitad de los tributos han llegado. Atala,
la mujer que dirige el entrenamiento, empieza su discurso justo
en hora, no impresionada por la escasa asistencia.
Tal
vez se la esperaba. Se puede decir que estoy aliviada, porque eso significa
que hay una docena de personas de las que no tengo que fingir hacerme
amiga. Atala lee la lista de estaciones, que incluyen tanto habilidades
de combate como de supervivencia, y nos deja entrenar.
Le
digo a Peeta que creo que haríamos mejor si nos dividiéramos, cubriendo
así más territorio. Cuando se va a lanzar lanzas con Brutus y Chaff, yo
me dirijo hacia la sección de atar nudos. Apenas nadie se molesta en
visitarla. Me gusta el entrenador y él me recuerda con cariño, tal
vez porque pasé tiempo con él el año pasado. Está complacido cuando
le enseño que todavía puedo montar la trampa que deja al enemigo colgando
de un árbol por un pie.
Claramente
tomó nota de mis trampas en la arena el año pasado y ahora me ve como
una alumna avanzada, así que le pido repasar cada tipo de nudo que pueda
ser útil y unos pocos que probablemente no usaré jamás. Estaría contenta
de pasarme la mañana sola con él, pero después de una hora y media
más o menos, alguien me rodea con los brazos desde atrás, sus dedos
terminando con facilidad el complicado nudo en el que he estado sudando.
Por supuesto que es Finnick, quien parece haberse pasado la infancia
sin hacer otra cosa que no sea lanzar tridentes o manipular cuerdas
para formar bonitos nudos para redes, supongo. Miro durante un minuto
mientras él coge un trozo de cuerda, hace un lazo, y después finge
ahorcarse para diversión mía.
Poniendo
los ojos en blanco, me dirijo hacia otra estación vacante donde los
tributos pueden aprender a hacer fuegos. Yo ya hago fuegos excelentes,
pero aún soy bastante dependiente de las cerillas para empezarlos.
Así que el entrenador me hace trabajar con sílex, acero, y algo de
tela chamuscada. Esto es mucho más difícil de lo que parece, e incluso
trabajando con tanto ahínco como puedo, me lleva alrededor de una
hora conseguir encender un fuego. Alzo la vista con una sonrisa triunfante
sólo para descubrir que tengo compañía.
Dos
tributos del Distrito 3 están a mi lado, luchando por empezar un fuego
decente con cerillas. Pienso en marcharme, pero de verdad que quiero
intentar usar el sílex de nuevo, y si tengo que darle a Haymitch la noticia
de que he intentado hacer amigos, tal vez estos dos sean una elección
soportable. Ambos son de baja estatura, con piel cenicienta y pelo
negro. La mujer, Wiress (NdT: una vez más, nombre propio del Distrito:
el Distrito 3 es la electrónica, y wire significa cable) , probablemente
sea de una edad similar a la de mi madre y habla con voz tranquila e inteligente.
Pero de inmediato me doy cuenta de que tiene el hábito de dejar en
el aire las palabras justo en mitad de frase, como si se hubiera olvidado
de que estás allí. Beetee, el hombre, es mayor y algo nervioso. Lleva
gafas pero se pasa un montón de tiempo mirando por debajo de ellas.
Son un poco raros, pero estoy bastante segura de que ninguno de ellos
va a intentar ponerme incómoda desnudándose. Y son del distrito
3. Tal vez puedan incluso confirmar mis sospechas de un levantamiento
allí.
Miro
alrededor del Centro de Entrenamiento. Peeta está en el centro
de un pintoresco círculo de lanzadores de cuchillos. Los morphlings
del Distrito 6 están en la estación de camuflaje, pintándose mutuamente
las caras con brillantes curvas rosas. El hombre del Distrito 5 está
vomitando vino sobre el suelo del recinto de lucha con espada. Finnick
y la anciana de su distrito están usando la estación de tiro con arco.
Johanna Mason vuelve a estar desnuda y embadurnando su cuerpo de
aceite para una lección de lucha. Decido quedarme donde estoy.
Wiress
y Beetee son una compañía decente. Parecen lo bastante amables pero
no entrometidos. Hablamos de nuestros talentos; me cuentan que ambos
inventan cosas, lo que hace que mi supuesto interés por la moda parezca
bastante flojo. Wiress menciona algún tipo de artilugio de costura
en el que está trabajando.
Evalúa
la densidad de la tela y selecciona la fuerza… Dice, y después se queda
absorta mirando a un pedacito de paja seca antes de poder proseguir.
La
fuerza del hilo. Termina de explicar Beetee. Automáticamente. Descarta
el error humano. Después habla de su reciente éxito creando un chip
musical que es lo bastante pequeño para ser escondido en una mota de
polvo pero que puede almacenar horas de canciones. Recuerdo a Octavia
hablando de esto durante la sesión de la boda, y veo una posible oportunidad
para hablar del levantamiento.
Oh,
sí. Mi equipo de preparación estaba todo disgustado hace unos meses,
creo, porque no podían hacerse con uno. Digo casualmente. Supongo
que muchos de los encargos del Distrito Tres se estaban amontonando.
Beetee
me examina por debajo de sus gafas.
Sí.
¿Tuvisteis vosotros similares retrasos en la producción de carbón
este año?
Pregunta.
No.
Bueno, perdimos un par de semanas cuando trajeron a un nuevo agente
de la paz en jefe y a su gente, pero nada importante. Para la producción,
quiero decir. Dos semanas sentado en tu casa sin hacer nada no significa
más que dos semanas de pasar hambre para la mayor parte de la gente.
Creo
que entienden lo que estoy intentando decir. Que no hemos tenido ningún
levantamiento.
Oh.
Eso es una vergüenza. Dice Wiress con una voz algo decepcionada. Encontré
a tu distrito muy… Deja la frase en el aire, distraída por algo en su
cabeza.
Interesante.
Completa Beetee. Ambos lo hicimos.
Me
siento mal, sabiendo que su distrito debe de haber sufrido mucho
más que el nuestro.
Siento
que tengo que defender a mi gente.
Bueno,
no somos muchos en el Doce. Digo. No es que pudieras deducirlo hoy en
día por el tamaño de la fuerza de los agentes de la paz. Pero supongo
que somos lo bastante interesantes.
Mientras
avanzamos hasta la estación de los refugios, Wiress se detiene y alza
la vista hasta el palco donde los Vigilantes están dando vueltas, comiendo
y bebiendo, a veces fijándose en nosotros.
Mira.
Dice, haciendo un leve gesto de cabeza en su dirección. Alzo la vista
y veo a Plutarch Heavensbee en la magnífica túnica púrpura con el
collar de pelos que lo señala como Vigilante Jefe. Está comiendo
una pata de pavo.
No
veo por qué esto se merece ningún comentario, pero digo:
Sí,
ha sido ascendido a Vigilante Jefe este año.
No,
no. Ahí hacia la esquina de la mesa. Puedes ver… Dice Wiress.
Beetee
guiña los ojos debajo de sus gafas.
Puedes
ver que está ahí.
Me
quedo mirando en esa dirección, perpleja. Pero entonces lo veo. Un
pequeño espacio de unos quince centímetros cuadrados en la esquina
de la mesa parece estar vibrando. Es como si el aire estuviera ondeando
con pequeñas olas visibles, distorsionando los ángulos afilados de
la madera y de una copa de vino que alguien puso allí.
Un
campo de fuerza. Han puesto uno entre los Vigilantes y nosotros. Me
pregunto por qué. dice Beetee.
Por
mí, probablemente. Ofrezco. El año pasado les lancé una flecha durante
mi sesión privada de entrenamiento. Beetee y Wiress se me quedan
mirando con curiosidad.
Fui
provocada. Así que ¿todos los campos de fuerza tienen un punto como
ese?
Grieta.
Dice Wiress vagamente.
En
la armadura, o como si lo fuera. Termina Beetee. Lo ideal sería que
fuera invisible, ¿no?
Quiero
preguntarles más, pero anuncian la comida. Busco a Peeta, pero está
con un grupo de unos diez vencedores, así que decido simplemente comer
con el Distrito 3. Tal vez pueda conseguir que se nos una Seeder.
Cuando
llegamos hasta la zona de comedor, veo que algunos en la pandilla de
Peeta tienen otras ideas. Están arrastrando todas las mesas pequeñas
para formar una mesa grande para que todos tengamos que comer juntos.
Ahora no sé qué hacer. Incluso en el colegio solía evitar comer en
una mesa concurrida. Francamente, probablemente me habría sentado
sola de no ser porque Madge cogió la costumbre de juntarse conmigo.
Supongo que habría comido con Gale, excepto que, estando a dos cursos
de distancia, nuestras comidas nunca cayeron a la misma hora.
Cojo
una bandeja y empiezo a andar entre los carros repletos de comida
que rodean la sala.
Peeta
se une conmigo en el estofado. ¿Qué tal va?
Bien.
Va bien. Me gustan los vencedores del Distrito Tres. Digo. Wiress y
Beetee. ¿De verdad? Pregunta. Son algo así como un chiste para los demás.
¿Por qué será que eso no me sorprende? Digo. Pienso en cómo Peeta en
el colegio siempre estaba rodeado por una muchedumbre de amigos.
Es alucinante, de verdad, que jamás se fijara en lo más mínimo en mí excepto
para pensar que era rara.
Johanna
los ha apodado Nuts y Volts (NdT: tampoco traduje los apodos. Pero Nuts
significa Loco, y Volts se refiere a voltios) .
Y
entonces yo soy estúpida por pensar que podrían ser útiles. Por algo
que Johanna Mason dijo mientras se estaba embadurnando los pechos
para la lucha. Replico.
De
hecho creo que el apodo ha estado circulando durante años. Y no lo dije
como un insulto. Sólo estoy compartiendo información.
Bueno,
Wiress y Beetee son listos. Inventan cosas. Pudieron decir que han puesto
un campo de fuerza entre nosotros y los Vigilantes. Y si tenemos
que tener aliados, los quiero a ellos. Lanzo el cucharón de nuevo en
una pota de estofado, salpicándonos a los dos con la salsa. ¿Por qué
estás tan enfadada? Pregunta peeta, limpiándose la salsa de su camisa.
¿Porque me metí contigo en el ascensor? Lo siento. Creí que simplemente
te reirías por eso.
Olvídalo.
Digo con una sacudida de la cabeza. Es un montón de cosas.
Darius.
Darius.
Los Juegos. Haymitch obligándonos a formar equipo con los demás.
Puede
ser sólo tú y yo, ya lo sabes.
Lo
sé. Pero tal vez Haymitch tenga razón. No le digas que lo dije, pero generalmente
la tiene, en lo referente a los Juegos.
Bueno,
tú puedes tener la última palabra sobre nuestros aliados. Pero justo
ahora, me inclino por Chaff y Seeder. Dice Peeta.
Me
parece bien Seeder, Chaff no. Aún no, en cualquier caso.
Vente
y come con él. Lo prometo, no le dejaré volver a besarte.
Chaff
no parece tan malo en la comida. Está sobrio, y aunque habla demasiado
alto y hace un montón de chistes malos, la mayor parte son sobre sí mismo.
Puedo ver por qué podría ser bueno para Haymitch, cuyos pensamientos
discurren tan oscuros. Pero aún no estoy segura de si quiero tenerlo
por aliado.
Intento
muy duro ser más sociable, no sólo con Chaff sino con el grupo en general.
Después de la comida hago la estación de los insectos comestibles
con los tributos del Distrito 8Cecelia, que tiene tres niños en casa,
y Woof, y hombre muy viejo que es duro de oído y que no parece enterarse
de nada ya que sigue empeñado en meterse bichos venenosos en la boca.
Desearía poder mencionar el haberme encontrado a Twill y Bonnie en
el bosque, pero no imagino cómo. Cashmere y Gloss, los hermanos del
Distrito 1, me invitan con ellos y hacemos hamacas durante un rato.
Son educados pero fríos, y me paso todo el tiempo pensando en cómo
maté a los dos tributos de su distrito, Glimmer y Marvel, el año pasado,
y que ellos probablemente los conocían y tal vez incluso fueran sus
mentores. Tanto mi hamaca como mi intento de conectar con ellos son
mediocres como mucho. Me uno a Enobaria en el entrenamiento con espada
e intercambio unos pocos comentarios, pero está claro que ninguna
de las dos quiere formar equipo. Finnick aparece de nuevo cuando estoy
recibiendo consejos de pesca, pero principalmente sólo para presentarme
a Mags, la mujer mayor que también es del Distrito 4. Entre el acento
de su distrito y su hablar embrolladoposiblemente haya tenido
un derrameno puedo entender más que una palabra de cada cuatro. Pero
juro que es capaz de hacer un anzuelo a partir de cualquier cosauna
espina, un huesecillo, un pendiente. Después de un rato dejo de hacerle
caso al entrenador y me limito a intentar copiar todo lo que hace
Mags. Cuando hago un gancho bastante bueno a partir de una uña doblada
y lo ato a varias hebras de mi pelo, me ofrece una sonrisa desdentada
y un comentario ininteligible que creo que puede ser un halago. De repente
recuerdo cómo se presentó voluntaria para reemplazar a la joven
histérica en su distrito. No podía ser porque pensara que tenía ninguna
posibilidad de ganar. Lo hizo para salvar a la chica, como yo me presenté
voluntaria el año pasado para salvar a Prim. Y decido que la quiero
en mi equipo.
Genial.
Ahora tengo que volver y decirle a Haymitch que quiero a una ochentona
y a Nuts y Volts como aliados. Le va a encantar.
Así
que dejo de intentar hacer amigos y voy a la sección de tiro con arco
para buscar algo de cordura. Se está genial allí, pudiendo probar
todos los arcos y flechas. El entrenador, Tax, viendo que los objetivos
inmóviles no suponen ningún reto para mí, empieza a lanzar muy arriba
al aire esos pájaros falsos tontos para que les dispare. Al principio
parece estúpido, pero incluso resulta ser divertido. Mucho más
como cazar una criatura viva. Ya que estoy dándole a todo lo que lanza,
empieza a aumentar el número de aves que envía por los aires. Me olvido
del resto del gimnasio y de los vencedores y de qué miserable me siento,
y me pierdo en el tiro. Cuando consigo acabar con cinco pájaros en
una ronda, me doy cuenta de que hay tanto silencio que puedo oír cómo
cada uno golpea el suelo. Me doy la vuelta y veo que la mayoría de los
vencedores se han parado para mirarme. Sus rostros muestran cualquier
cosa desde la envidia al odio a la admiración.
Después
del entrenamiento, Peeta y yo estamos juntos, esperando a que Haymitch
y Effie aparezcan para la cena. Cuando nos llaman para comer, Haymitch
se lanza sobre mí de inmediato.
Así
que por lo menos la mitad de los vencedores les han indicado a sus mentores
que te soliciten como aliada. Sé que no puede ser por tu alegre personalidad.
La
vieron disparar. Dice Peeta con una sonrisa. De hecho, yo la vi disparar,
de verdad, por primera vez. Estoy a punto de presentar una solicitud
formal yo mismo. ¿Tan buena eres? Me pregunta Haymitch. ¿Tan buena como
para que te quiera Brutus?
Me
encojo de hombros.
Pero
yo no quiero a Brutus. Quiero a Mags y al Distrito Tres.
Por
supuesto que sí. Haymitch suspira y encarga una botella de vino. Les
diré a todos que aún os estáis decidiendo.
Después
de mi exhibición de tiro, aún soy objeto de algunas bromas, pero ya
no siento que se burlan de mí. De hecho, me siento como si en cierta
forma hubiera sido iniciada en el círculo de los vencedores. Durante
los siguientes dos días paso tiempo con casi todos los que van a la
arena. Incluso con los morphlings, quienes, con la ayuda de Peeta,
me pintan en un campo de flores amarillas. Incluso con Finnick, que me
da una hora de lecciones de tridente a cambio de una hora de instrucción
en tiro con arco. Y cuanto más llego a conocer a esta gente, peor me
resulta. Porque, en conjunto, no los odio. Y me gustan algunos. Y muchos
están tan dañados que mi instinto natural sería el de protegerlos.
Pero todos tienen que morir si voy a salvar a Peeta.
El
día final de entrenamiento termina con nuestras sesiones privadas.
Todos tenemos quince minutos ante los Vigilantes para sorprenderlos
con nuestras habilidades, pero no sé qué es lo que ninguno de nosotros
podrá enseñarles. Hay muchas bromas sobre ello en la comida. Lo que
podremos hacer. Cantar, bailar, desnudarnos, contar chistes. Mags, a
quien ahora puedo entender un poco mejor, decide que simplemente
se va a echar una siesta. No sé lo que yo voy a hacer. Disparar algunas
flechas, supongo. Haymitch dijo que los sorprendiéramos si podemos,
pero estoy en sequía de ideas.
Como
la chica del 12, soy la última de todos. El comedor se va quedando más
y más en silencio a medida que los tributos van saliendo para su actuación.
Es más fácil mantener la actitud irreverente e invencible que hemos
adoptado todos cuando somos más. A medida que la gente va desapareciendo
por la puerta, todo en lo que puedo pensar es que la vida que les queda
se cuenta en días.
Peeta
y yo nos quedamos solos por fin. Él se inclina sobre la mesa para tomarme
las manos. ¿Ya has decidido lo que vas a hacer para los Vigilantes?
Sacudo
la cabeza.
Ya
no puedo usarlos como diana de prácticas este año, con el campo de fuerza
y eso. Tal vez haré unos anzuelos. ¿Y tú?
Ni
idea. Sigo deseando poder hornear una tarta o algo.
Haz
algo más de camuflaje. Sugiero.
Si
los morphlings me han dejado algo con lo que trabajar. Dice amargamente.
Han estado pegados a esa estación desde que empezó el entrenamiento.
Nos
quedamos sentados en silencio un rato y después suelto aquello que
está en nuestras mentes. ¿Cómo vamos a matar a esta gente, Peeta?
No
lo sé. Apoya la cabeza sobre nuestras manos entrelazadas.
No
los quiero como aliados. ¿Por qué quiso Haymitch que los conociéramos
mejor? Lo hará mucho más duro que la última vez. Excepto por Rue, tal
vez. Pero supongo que da igual, en ningún caso habría podido matarla.
Se parecía demasiado a Prim.
Peeta
alza la vista para mirarme, el ceño fruncido mientras piensa.
Su
muerte fue la más despreciable, ¿no?
Ninguna
fue muy bonita. Digo, pensando en los finales de Glimmer y Cato.
Llaman
a Peeta, así que espero sola. Pasan quince minutos. Después media
hora. Pasaron cerca de cuarenta minutos cuando me llaman.
Cuando
entro, huelo el fuerte aroma de limpiador y me doy cuenta de que una
de las alfombras ha sido arrastrada al centro de la sala. El humor
es muy distinto al del año pasado, cuando los Vigilantes estaban medio
borrachos y distraídamente picoteando en manjares de la mesa de
banquetes. Están murmurando entre ellos, con aspecto algo airado.
¿Qué hizo Peeta? ¿Algo para enfadarlos?
Siento
una punzada de preocupación. Eso no es bueno. No quiero que Peeta se
señale a sí mismo como un objetivo para la ira de los Vigilantes. Eso
es parte de mi trabajo. Apartar los tiros de Peeta. Pero ¿cómo los enfadó?
Porque me encantaría hacer justo eso y más. Atravesar el barniz de superioridad
de aquellos que usan sus cerebros para encontrar formas divertidas
de matarnos. Hacerles ver que aunque nosotros somos vulnerables a
las crueldades del Capitolio, ellos también lo son. ¿Tenéis idea de
cuánto os odio? Pienso. ¿Vosotros, que les habéis entregado vuestros
talentos a los Juegos?
Intento
captar la mirada de Plutarch Heavensbee, pero parece estar ignorándome
intencionadamente, como ha estado haciendo todo el período de entrenamiento.
Recuerdo cómo me buscó en el baile, qué complacido estaba de enseñarme
el sinsajo en su reloj. Su actitud amistosa está fuera de lugar aquí.
¿Cómo podría no estarlo, cuando yo soy un mero tributo y él es el Vigilante
Jefe? Tan poderoso, tan lejano, tan seguro…
De
repente sé exactamente lo que voy a hacer. Algo que hará que cualquier
cosa que haya hecho hasta ahora se quede en nada. Me voy a la estación
de nudos y cojo un trozo de cuerda.
Empiezo
a manipularlo, pero es difícil porque nunca hice este nudo yo misma.
Sólo he visto los dedos de Finnick, y esos se movían muy rápido. Después
de unos diez minutos, he conseguido un lazo respetable. Arrastro a
uno de los muñecos diana al centro de la sala y, usando unas barras, lo
cuelgo de modo que pende del cuello. Atarle las manos detrás de la espalda
sería un bonito toque, pero creo que tal vez me esté quedando sin tiempo.
Me apresuro a la estación de camuflaje, donde algunos de los otros
tributos, sin duda los morphlings, han hecho un desbarajuste colosal.
Pero encuentro un recipiente medio lleno de zumo de bayas rojo
sangre que me será útil. La tela recubierta de piel del maniquí lo
convierte en un lienzo bueno y absorbente. Cuidadosamente pinto
con cuidado, con el dedo, las palabras en su cuerpo, ocultándolas de
la vista de los demás. Después me aparto rápidamente para ver la reacción
en los rostros de los Vigilantes mientras leen el nombre en el muñeco.
SENECA CRANE.
El
efecto en los Vigilantes es inmediato y satisfactorio. Varios sueltan
grititos. Otros dejan caer sus vasos de vino, que se hacen añicos musicalmente
contra el suelo. Dos parecen estar considerando desmayarse. La apariencia
de shock es unánime.
Ahora
tengo la atención de Plutarch Heavensbee. Se me queda mirando fijamente
mientras el zumo del melocotón que estrujó en su mano corre entre
sus dedos. Finalmente se aclara la garganta y dice:
Ya
puede retirarse, señorita Everdeen.
Inclino
una vez la cabeza con respeto y me vuelvo para irme, pero en el último
momento no puedo resistirme a lanzar el recipiente de jugo de baya
sobre mi hombro. Puedo oír cómo el contenido da de lleno en el muñeco
mientras un par de vasos de vino más se rompen.
Mientras
las puertas del ascensor se cierran ante mí, veo que nadie se ha movido.
Eso
los sorprendió, pienso. Fue precipitado y peligroso y sin duda pagaré
por ello diez veces.
Pero
por el momento, siento algo que se parece mucho a la euforia y me permito
saborearlo.
Quiero
encontrar a Haymitch de inmediato para contarle mi sesión, pero no
hay nadie.
Supongo
que se están preparando para la cena y decido darme una ducha, ya que
tengo las manos sucias por el jugo. Mientras estoy bajo el agua, me empiezo
a cuestionar la sabiduría de mi último truco. La pregunta que debería
guiarme ahora es "¿Ayudará esto a mantener a Peeta con vida?"
Indirectamente esto tal vez no. Lo que sucede durante el entrenamiento
es alto secreto, así que no tiene sentido llevar a cabo nada en mi contra
cuando nadie sabrá cuál fue mi transgresión. De hecho, el año pasado
fui recompensada por mi temeridad. Aunque esto es un tipo diferente
de crimen. Si los Vigilantes están enfadados conmigo y deciden castigarme
en la arena, Peeta también podría quedarse atrapado en el ataque.
Tal vez fui demasiado impulsiva. Aún así… no puedo decir que lamente
haberlo hecho.
Cuando
nos reunimos todos para cenar, percibo que las manos de Peeta están
manchadas de una amplia variedad de colores, incluso aunque su pelo
aún está húmedo del baño.
Después
de todo, debe de haber hecho alguna forma de camuflaje. Una vez está
servida la sopa, Haymitch va directo al asunto que está en mente de todos.
Está
bien, así que ¿cómo fueron vuestras sesiones privadas?
Intercambio
una mirada con Peeta. De algún modo no me entusiasma demasiado poner
lo que hice en palabras. En la tranquilidad del comedor, parece demasiado
extremo.
Tú
primero. Le digo. Debe de haber sido muy especial. Tuve que esperar
cuarenta minutos para entrar.
Me encanta esta historia
ResponderEliminar