tranquilo lago en casa, pero mi cuerpo
parece extrañamente ligero y corto el agua sin esfuerzo.
Tal vez sea la
sal. Salgo del agua, chorreando, a la banda de tierra, y corro por la
extensión arenosa hacia la Cornucopia. No puedo ver a nadie más convergiendo
por mi lado, aunque el cuerno dorado bloquea una buena porción de mi
campo de visión. No dejo que la idea de los adversarios me enlentezca,
sin embargo. Ahora estoy pensando como una Profesional, y lo primero
que quiero es poner las manos sobre un arma.
El año pasado,
las provisiones estaban esparcidas a una cierta distancia alrededor
de la Cornucopia, con lo más valioso más cerca del cuerno. Pero este
año, el botín parece estar apilado en la boca de seis metros de alto.
Mis ojos se posan de inmediato sobre un arco dorado al alcance de mi
mano y lo arranco.
Hay alguien
detrás de mí. Me alerta, no sé, un suave cambio en la arena o tal vez sólo
un cambio en las corrientes de aire. Saco una flecha del carcaj que aún
está metido en la pila y preparo el arco al girarme.
Finnick, reluciente
y hermoso, está a unos pocos metros de distancia, con un tridente preparado
para atacar. Una red cuelga de su otra mano. Está sonriendo un poco,
pero los músculos de la parte superior de su cuerpo están rígidos
por la anticipación.
Tú también puedes
nadar. Dice. ¿Dónde aprendiste eso en el Distrito Doce?
Tenemos una
gran bañera. Respondo.
Debéis de tenerla.
Dice. ¿Te gusta esta arena?
No particularmente.
Pero a ti debería gustarte. La deben de haber construido especialmente
para ti. Digo con un deje de amargura. Por lo menos así parece, con toda
el agua, cuando me apuesto que sólo un puñado de vencedores pueden
nadar. Y no había piscina en el Centro de Entrenamiento, no había
posibilidad de aprender. O llegas aquí como un nadador o más te vale
aprender con rapidez. Incluso la participación en el baño de sangre
inicial depende de ser capaz de cubrir veinte metros de agua. Eso le
da al Distrito 4 una enorme ventaja.
Por un momento
estamos congelados, evaluándonos mutuamente, nuestras armas, nuestra
habilidad. Después, de repente, Finnick sonríe de oreja a oreja.
Qué bien que
seamos aliados, ¿verdad?
Presintiendo
una trampa, estoy a punto de soltar una flecha, con la esperanza de que
encuentre su corazón antes de que el tridente me ensarte, cuando
hace un giro de mano y algo en su muñeca capta la luz del sol. Es un brazalete
de oro sólido con un patrón de llamas. El mismo que recuerdo en la muñeca
de Haymitch en la mañana que empecé el entrenamiento.
Brevemente considero
que Finnick podría haberlo robado para engañarme, pero de alguna
forma sé que ese no es el caso. Haymitch se lo dio. Como una señal para
mí. Una orden, en realidad. Para confiar en Finnick.
Puedo oír otras
pisadas aproximándose. Debo decidir ya. ¡Verdad! Espeto, porque
incluso aunque Haymitch es mi mentor y está intentando mantenerme
con vida, esto me enfada. ¿Por qué no me dijo antes que había hecho este
arreglo? Probablemente porque Peeta y yo habíamos descartado toda
alianza. Ahora Haymitch ha escogido una él solito. ¡Agáchate! Finnick
me ordena con una voz tan poderosa, tan distinta de su habitual ronroneo
seductivo, que lo hago. Su tridente va silbando sobre mi cabeza y
hay un sonido horrible de impacto cuando encuentra su objetivo.
El hombre del Distrito 5, el borracho que vomitó en el suelo de la
lucha con espada, se derrumba sobre las rodillas mientras Finnick
libera el tridente de su pecho. No te fíes del Uno ni del Dos. Dice Finnick.
No hay tiempo
para cuestionar esto. Libero el carcaj de flechas. ¿Cada uno toma un lado? Digo. Asiente, y salgo
disparada alrededor de la pila. A unos cuatro radios de distancia,
Enobaria y Gloss están llegando a tierra. O bien son nadadores lentos,
o bien pensaban que tal vez el agua está unida a otros peligros, algo
muy posible. A veces no es bueno considerar muchas posibilidades.
Pero ahora que están en la arena, estarán aquí en cuestión de segundos.
¿Algo útil? Oigo gritar a Finnick.
Escaneo rápidamente
la pila de mi lado y encuentro mazas, espadas, arcos y flechas, tridentes,
cuchillos, lanzas, hachas, objetos metálicos para los que no tengo
nombre… y nada más. ¡Armas! Respondo. ¡Sólo armas!
Aquí igual.
Confirma. ¡Coge lo que puedas y vámonos!
Le disparo una
flecha a Enobaria, que se ha acercado demasiado, pero la está esperando
y vuelve a tirarse al agua antes de que encuentre su objetivo. Gloss
no es tan ágil, y le hundo una flecha en la pantorrilla antes de que se
lance a las olas. Me lanzo un arco extra y un segundo carcaj con flechas
sobre el cuerpo, deslizo dos cuchillos largos y un punzón en mi cinturón,
y me encuentro con Finnick delante de la pila.
Haz algo con
eso, ¿vale? Dice. Veo a Brutus embistiendo contra nosotros. Su cinturón
está desabrochado y lo ha extendido entre sus manos como un escudo.
Le disparo y consigue bloquear la flecha con su cinturón antes de
que pueda ensartarse en su hígado. Donde pincha el cinturón, salta
un líquido púrpura, cubriéndole la cara. Mientras vuelvo a cargar
el arco, Brutus cae al suelo, rueda los escasos pasos que lo separan
del agua, y se sumerge. Hay un sonido de metal cayéndose detrás de mí.
Marchémonos de
aquí. Le digo a Finnick.
Este último
altercado les ha dado a Enobaria y Gloss tiempo para alcanzar la Cornucopia.
Brutus está a
distancia de tiro y en algún lugar, eso seguro, Cashmere también está
cerca.
Estos cuatro
Profesionales clásicos tendrán sin duda una alianza previa. Si tuviera
que considerar sólo mi propia seguridad, tal vez querría enfrentarme
a ellos con Finnick a mi lado.
Pero es en Peeta
en quien estoy pensando. Ahora lo veo, aún impotente sobre su plataforma
metálica en la cuña de agua casi directamente delante de la Cornucopia.
Salgo corriendo y Finnick me sigue sin preguntas, como si supiera
que este iba a ser mi siguiente movimiento.
Cuando estoy
tan cerca como puedo, empiezo a quitarme cuchillos del cinturón, preparándome
para nadar para alcanzarlo y de alguna forma traerlo aquí.
Finnick me pone
una mano en el hombro.
Yo lo cogeré.
La sospecha
se despierta en mi interior. ¿Podría esto no ser más que una estratagema?
¿El que Finnick se ganara mi confianza y luego nadara a ahogar a Peeta?
Puedo yo. Insisto.
Pero Finnick
ha dejado caer todas sus armas al suelo.
Mejor no agotarte.
No en tu condición. Dice, y se acerca y me da una palmadita en el abdomen.
Oh, claro. Se
supone que estoy embarazada, pienso. Mientras estoy intentando
pensar en lo que eso significa y en cómo debería actuartal vez vomitar
o algoFinnick se ha posicionado en el borde del agua.
Cúbreme. Dice.
Desaparece con una inmersión perfecta.
Alzo el arco,
prevenida contra cualquier atacante de la Cornucopia, pero nadie
parece interesado en perseguirnos. Como había pensado, Gloss, Cashmere,
Enobaria y Brutus se han reunido, su grupo ya formado, escogiendo
entre las armas. Un repaso rápido al resto de la arena muestra que
la mayor parte de los demás tributos todavía están atrapados en sus
plataformas. Espera, no, hay alguien en el radio a mi izquierda,
el opuesto a Peeta. Es Mags.
Pero ella ni
se dirige a la Cornucopia ni trata de huir. En vez de eso se lanza al
agua y empieza a chapotear hacia mí, su cabeza gris balanceándose
sobre las olas. Bueno, es vieja, pero supongo que después de ochenta
años viviendo en el Distrito 4 es capaz de mantenerse a flote.
Finnick ya ha
llegado hasta Peeta y está trayéndolo de vuelta, un brazo cruzándole
el pecho mientras el otro los propulsa a través del agua con ágiles
brazadas. Peeta se deja llevar sin resistencia. No sé qué es lo que dijo
o hizo Finnick para convencerlo para dejar su vida en sus manostal
vez le enseñó el brazalete. O el verme a mí esperando tal vez haya sido
suficiente.
Cuando llegan
a la arena, ayudo a arrastrar a Peeta a tierra firme.
Hola de nuevo.
Dice, y me da un beso. Tenemos aliados.
Sí. Tal y como
pretendía Haymitch. Respondo.
Recuérdamelo,
¿hicimos tratos con alguien más? Pregunta Peeta.
Sólo con Mags,
creo. Digo. Señalo con un gesto de cabeza a la anciana que se nos acerca
obstinadamente.
Bueno, no puedo
dejar a Mags atrás. Dice Finnick. Es una de las pocas personas a las
que les gusto de verdad.
No tengo problema
con Mags. Digo. Especialmente ahora que veo la arena. Sus anzuelos
son probablemente nuestra mejor opción para conseguir comida.
Katniss la quiso
desde el primer día. Dice Peeta.
Katniss tiene
un destacable buen juicio. Dice Finnick. Mete una mano en el agua y levanta
a Mags como si no pesara más que un perrito. Ella hace algún comentario
que creo que incluye la palabra "balanceo", y después le da
una palmada al cinturón.
Mirad, tiene
razón. Alguien lo averiguó. Finnick señala a Beetee. Está dando bandazos
entre las olas pero se las arregla para mantener la cabeza sobre el
agua. ¿Qué? Digo.
Los cinturones.
Son artilugios de flotación. Dice Finnick. Quiero decir, tienes
que impulsarte tú mismo, pero ellos evitan que te ahogues.
Casi le pido a
Finnick que espere, que coja a Beetee y Wiress y los traiga con nosotros,
pero Beetee está tres radios más allá y ni siquiera puedo ver a Wiress.
Por todo lo que sé, Finnick los mataría tan pronto como hizo con el tributo
del 5, así que en vez de eso sugiero que sigamos adelante. Le entrego
a Peeta un arco, un carcaj de flechas y un cuchillo, manteniendo el
resto conmigo. Pero Mags me tira de la manga y no deja de parlotear
hasta que le he dado el punzón. Complacida, aprieta el mango entre
sus encías y extiende los brazos hacia Finnick. Él se lanza la red sobre
el hombro, coloca a Mags encima, agarra con fuerza los tridentes en
su mano libre, y corremos lejos de la Cornucopia.
Donde la arena
termina, aparece el bosque, alto. No, no es bosque de verdad. Por lo menos
no del tipo que yo conozco. Selva. La extraña, casi obsoleta palabra
me viene a la mente. Algo que oí sobre otros Juegos del Hambre o aprendí
de mi padre. La mayoría de los árboles no me son familiares, con troncos
suaves y pocas ramas. La tierra es muy negra y esponjosa bajo nuestros
pies, a menudo oscurecida por viñas enredadas con coloridos capullos.
Mientras el sol es caliente y fulgurante, el aire es cálido y pesado
con la humedad, y tengo la impresión de que nunca estaré seca de verdad
aquí. La delgada tela azul de mi mono deja que el agua de mar se evapore
con facilidad, pero ya ha empezado a pegarse a mí con el sudor.
Peeta lleva la
delantera, cortando a través de las zonas de vegetación densa con
su largo cuchillo. Hago que Finnick vaya segundo porque incluso aunque
es el más poderoso, tiene sus manos ocupadas con Mags. Además, aunque
él es un hacha con ese tridente, esa es un arma menos apropiada para
la jungla que mis flechas. No pasa mucho tiempo, entre la empinada
pendiente y el calor, antes de que empiece a faltarnos el aliento.
Sin embargo, Peeta y yo nos hemos estado entrenando con intensidad,
y Finnick es un espécimen físico tan alucinante que incluso con
Mags sobre los hombros, subimos rápidamente alrededor de kilómetro
y medio antes de que pida un descanso. Y aún entonces creo que es más
por el bien de Mags que por el suyo propio.
El follaje ha
escondido la rueda de nuestra vista, así que escalo a un árbol con
ramas gomosas para obtener una mejor vista. Y después deseo no haberlo
hecho.
Alrededor de la
Cornucopia, el suelo parece estar sangrando; el agua tiene manchas
púrpura. Cuerpos yacen en el suelo y flotan sobre el mar, pero a esta
distancia, con todos vestidos exactamente igual, no puedo decir quién
vive o muere. Todo lo que sé es que algunas de las figuritas azules todavía
pelean. Bueno, ¿qué creía? ¿Que la cadena de manos unidas de los vencedores
anoche resultaría en algún tipo de tregua universal en la arena? No,
nunca creí eso. Pero supongo que tenía la esperanza de que la gente
mostrara algo de… ¿qué? ¿Contención? Reticencia, por lo menos. Antes
de pasar al modo masacre. Y todos os conocíais, pienso. Actuabais
como amigos.
Sólo tengo un
amigo de verdad aquí. Y no es del Distrito 4.
Dejo que la débil
brisa húmeda y caliente me refresque las mejillas mientras tomo
una decisión. A pesar del brazalete, debería simplemente terminar
con eso de una vez con todas y dispararle a Finnick. No hay futuro de
verdad en esta alianza. Y es demasiado peligroso para dejarlo ir.
Ahora, cuando tenemos esta confianza tentativa, tal vez sea mi única
oportunidad para matarlo. Podría dispararle por la espalda con facilidad
mientras andamos. Es despreciable, por supuesto, pero ¿será más
despreciable si espero? ¿Si lo conozco mejor? ¿Si le debo más? No,
este es el momento. Miro una última vez las figuras peleándose, el
suelo ensangrentado, para fortalecer mi resolución, y después
me deslizo hasta el suelo.
Pero cuando
aterrizo, encuentro que Finnick le ha seguido el ritmo a mis pensamientos.
Como si supiera
lo que he visto y cómo me habrá afectado. Tiene uno de sus tridentes levantado
en una posición casualmente defensiva. ¿Qué está pasando por allí
abajo, Katniss? ¿Se han cogido todos de las manos? ¿Hecho un voto de
no-violencia? ¿Lanzado las armas al mar en desafío al Capitolio? Pregunta
Finnick.
No. Digo yo.
No. Repite
Finnick. Porque lo que sea que sucedió en el pasado está en el pasado.
Y nadie en esta arena fue un vencedor por suerte. Mira a Peeta un momento.
Excepto tal vez Peeta.
Entonces Finnick
sabe lo que Haymitch y yo sabemos. Sobre Peeta. Que es de verdad, en el
fondo, mejor que el resto de nosotros. Finnick acabó con ese tributo
del 5 sin pestañear. ¿Y cuánto tardé yo en hacerme letal? Disparé a
matar cuando apunté a Enobaria y a Gloss y a Brutus. Peeta por lo menos
habría intentado negociar antes. A ver si alguna alianza mayor era
posible. Pero ¿con qué fin? Finnick tiene razón. Yo tengo razón. La gente
en esta arena no fue coronada por su compasión.
Le sostengo
la mirada, evaluando su velocidad contra la mía propia. El tiempo
que me llevará lanzar una flecha atravesándole el cerebro versus el
tiempo que le llevará a su tridente alcanzar mi cuerpo. Puedo verlo,
esperando a que yo haga el primer movimiento. Calculando si debería
bloquear primero o ir directamente al ataque. Puedo sentir que ambos
ya casi nos hemos decidido cuando Peeta camina deliberadamente
entre los dos.
Así que ¿cuántos
están muertos? Pregunta.
Muévete, idiota,
pienso. Pero se mantiene plantado firmemente entre nosotros.
Difícil decirlo.
Respondo. Por lo menos seis, creo. Y aún están luchando.
Sigamos moviéndonos.
Necesitamos agua. Dice él.
Hasta ahora no
ha habido señal de ningún arroyo ni charca de agua dulce, y el agua salada
no se puede beber. De nuevo, pienso en los últimos Juegos, en donde casi
morí de deshidratación.
Mejor encontrar
algo pronto. Dice Finnick. Necesitamos estar a cubierto cuando
los otros vengan a cazarnos esta noche.
Nosotros. Cazar.
Cazarnos. Vale, tal vez matar a Finnick sería un poco prematuro. Hasta
ahora ha sido de ayuda. Y tiene el sello de aprobación de Haymitch. Y
¿quién sabe lo que esconderá la noche? Si lo malo pasa a peor, siempre
puedo matarlo mientras duerme. Así que dejo que pase el momento. Y
Finnick hace lo mismo.
La ausencia de
agua intensifica mi sed. Me mantengo ojo avizor mientras seguimos
nuestra caminata hacia arriba, pero sin suerte. Después de otro
kilómetro y medio, puedo ver que la línea de árboles termina y asumo
que estamos llegando a la cumbre de la colina.
Tal vez tengamos
mejor suerte al otro lado. Encontrar un riachuelo o algo.
Pero no hay otro
lado. Sé esto antes que nadie más, incluso aunque soy la que más lejos
está de la cima. Mi mirada capta un cuadrado raro vibrando, colgando
del aire como un panel combado de vidrio. Al principio creo que es el
fulgor del sol o el calor del suelo. Pero está fijado en el espacio,
no se mueve cuando yo me muevo. Y es entonces cuando conecto el cuadrado
con Wiress y Beetee en el Centro de Entrenamiento y me doy cuenta
de lo que hay ante nosotros. Mi grito de alerta está llegando a mis labios
cuando el cuchillo de Peeta sale hacia delante para cortar algunas
viñas.
Hay un ruido
eléctrico muy fuerte. Por un instante, los árboles desaparecen y
veo espacio abierto sobre un corto estrecho de tierra desnuda. Después
Peeta ha saltado atrás desde el campo de fuerza, tirando a Finnick y
a Mags al suelo.
Me apresuro
hacia donde yace, inmóvil sobre una red de viñas. ¿Peeta? Hay un olor
suave de pelo chamuscado. Llamo su nombre otra vez, sacudiéndolo
levemente, pero no hay respuesta. Mis dedos tropiezan sobre sus labios,
donde no hay aliento cálido aunque hace unos instantes estaba jadeando.
Presiono mi oreja contra su pecho, sobre el lugar donde siempre descanso
la cabeza, sonde sé que oiré el fuerte y constante latido de su corazón.
En vez de eso,
encuentro silencio. ¡Peeta! Grito. Lo sacudo con más fuerza, recurriendo
incluso a abofetearlo, pero es inútil. Su corazón ha fallado. Estoy
abofeteando el vacío. ¡Peeta!
Finnick deja a
Mags junto a un árbol y me aparta de en medio.
Déjame a mí.
Sus dedos tocan puntos en el cuello de Peeta, recorren los huesos de
sus costillas y su columna. Después le aprieta las fosas nasales entre
los dedos, manteniéndolas cerradas. ¡No! Grito, lanzándome sobre
Finnick, porque seguramente quiere asegurarse de que Peeta está muerto,
para evitar que ninguna esperanza de vida retorne a él. La mano de
Finnick sube y me golpea tan fuerte, tan plenamente en el pecho, que
salgo volando a un tronco cercano. Estoy aturdida un momento, por el
dolor, por intentar recuperar el aliento, mientras veo a Finnick tapar
la nariz de Peeta de nuevo. Desde donde estoy sentada, saco una flecha,
la coloco en su sitio, y estoy a punto de hacerla volar cuando me detiene
la imagen de Finnick besando a Peeta. Y es tan bizarra, incluso para
Finnick, que detengo mi mano. No, no está besándolo. Tiene la nariz
de Peeta bloqueada pero su boca abierta, y está soplando aire a sus
pulmones. Puedo verlo, puedo ver de verdad el pecho de Peeta levantándose
y cayendo.
Después Finnick
baja la cremallera de la parte superior del mono de Peeta y empieza
a golpear el punto sobre su corazón con las palmas de sus manos. Ahora
que he superado mi shock, entiendo lo que está intentando hacer.
Muy de vez en
cuando, he visto a mi madre intentar algo similar, pero no muy a menudo.
En cualquier
caso, si tu corazón falla en el Distrito 12, es poco probable que tu
familia pueda llevarte a mi madre. Así que sus pacientes habituales
son quemados o heridos o enfermos. O hambrientos, por supuesto.
Pero el mundo
de Finnick es diferente. Lo que sea que esté haciendo, lo ha hecho antes.
Hay un ritmo y
un método muy claros. Y descubro que la punta de mi flecha se está cayendo
al suelo cuando me inclino para mirar, desesperadamente, en busca
de alguna señal de éxito.
Pasan minutos
agonizantes y mis esperanzas disminuyen. Alrededor del momento en
que estoy decidiendo que ya es demasiado tarde, que Peeta está muerto,
que se ha ido, inalcanzable para siempre, da un leve tosido y Finnick
se aparta.
Dejo mis armas
en el suelo cuando me lanzo a él. ¿Peeta? Digo suavemente. Aparto de
su frente los húmedos mechones rubios, encuentro el pulso retumbando
contra mis dedos en su cuello.
Sus pestañas
se levantan y sus ojos encuentran los míos.
bbbb
ResponderEliminarQue beiezaaaa Peeta 😍😍😍
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