jueves, 19 de marzo de 2015

11 de Mayo de 1992

Querido amigo:

He estado pasando mucho tiempo con Patrick
estos días. En realidad, no he hablado mucho.
Más bien he escuchado y asentido, porque
Patrick necesita hablar. Pero no es como con
Mary Elizabeth. Es distinto.
Empezó el sábado por la mañana después
del espectáculo. Estaba en la cama intentando
descubrir por qué a veces te puedes despertar y
volverte a dormir y otras veces no puedes.
Entonces, mi madre llamó a la puerta.
—Tu amigo Patrick está al teléfono.
Así que me levanté y me quité el sueño de
encima.
—Hola.
—Vístete. Voy de camino.
Clic. Eso fue todo. La verdad es que tenía
mucho que hacer, ya que se estaba acercando el
final de curso, pero parecía que íbamos a tener
una especie de aventura, así que me vestí de
todas formas.
Patrick aparcó el coche diez minutos más
tarde. Llevaba puesta la misma ropa que la
noche anterior. No se había duchado ni nada.
Ni siquiera creo que se hubiera ido a la cama.
Estaba completamente despierto gracias al café,
los cigarrillos y las Mini Thins, que son esas
pastillitas que puedes comprar en las
gasolineras. ¡Te mantienen despierto! Tampoco
son ilegales, pero te dan sed.
Así que me subí en el coche de Patrick, que
estaba lleno de humo. Me ofreció un cigarrillo,
pero dije que no delante de mi casa.
—¿Tus padres no saben que fumas?
—No. ¿Deberían?
—Supongo que no.
Entonces empezó a conducir... rápido.
Al principio, Patrick apenas habló. Solo
escuchaba música en el radiocasete. Cuando
empezó la segunda canción, le pregunté si era
la cinta de varios que le había hecho por el
Amigo Invisible en Navidad.
—He estado escuchándola toda la noche.
Patrick sonreía de oreja a oreja. Era una
sonrisa enfermiza. Vidriosa y atontada. Subió el
volumen. Y condujo más rápido.
—Te contaré algo, Charlie. Me siento bien.
¿Sabes a lo que me refiero? Realmente bien.
Como si me hubiera liberado, o algo así. Como si
no tuviera que fingir más. Me voy de aquí para
ir a la universidad, ¿verdad? Allí todo será
diferente. ¿Sabes a lo que me refiero?
—Sí —dije.
—He estado pensando toda la noche en qué
tipo de pósteres quiero colgar en mi habitación
de la residencia. Y si tendré una pared de
ladrillo visto. Siempre he querido una pared de
ladrillo visto, para poder pintarla. ¿Sabes a lo
que me refiero?
Esta vez solamente asentí, porque él no
estaba esperando realmente un «sí».
—Las cosas allí serán distintas. Tienen que
serlo. —Lo serán —dije.
—¿Lo crees de verdad?
—Sí.
—Gracias, Charlie.
Así fue más o menos todo el día. Fuimos a
ver una película. Y comimos pizza. Y cada vez
que Patrick empezaba a estar cansado,
bebíamos café y él se tomaba una Mini Thin o
dos. Cuando fuera empezó a oscurecer, me
enseñó todos los lugares en los que él y Brad se
encontraban. No me habló mucho de ellos. Solo
los miraba.
Acabamos en el campo de golf.
Nos sentamos en el green del hoyo
dieciocho, que estaba bastante alto en una
colina, y contemplamos cómo desaparecía el sol.
Patrick había comprado una botella de vino
tinto con su carné de identidad falso, y nos la
fuimos pasando. No hicimos más que hablar.
—¿Has oído la historia de Lily? —preguntó.
—¿Quién?
—Lily Miller. No sé cuál era su nombre
real, pero la llamaban Lily. Estaba en su cuarto
curso de instituto cuando yo estaba en segundo.
—Creo que no.
—Pensaba que tu hermano te la habría
contado. Es un clásico.
—A lo mejor.
—Vale. Párame si ya la conoces.
—Vale.
—Pues Lily sube hasta aquí con un tío que
era el protagonista de todas las obras de teatro.
—¿Parker?
—Exacto, Parker. ¿Cómo lo sabías?
—Mi hermana estaba colgada por él.
—¡Perfecto! —nos estábamos
emborrachando bastante—. Pues Parker y Lily
suben aquí una noche. ¡Y están tan
enamorados! Él incluso le había regalado su pin
de actor o algo así.
A estas alturas, de las carcajadas, Patrick
estaba escupiendo vino entre frases.
—Incluso tenían una canción. Algo como
Broken Wings, de ese grupo, Mr. Mister. Ni
siquiera lo sé, pero espero que fuera Broken
Wings, porque así la historia sería perfecta.
—Sigue —lo animé.
—Vale, vale —dio un trago—. Bueno,
habían estado saliendo durante mucho tiempo,
y creo que incluso se habían acostado ya, pero
aquella iba a ser una noche especial. Ella había
preparado un pequeño picnic, y él había traído
un radiocasete para poner Broken Wings.
Lo de aquella canción fue superior a sus
fuerzas. Se estuvo riendo durante diez minutos.
—Vale, vale. Lo siento. Así que hacen el
picnic con sándwiches y todo. Empiezan a
enrollarse. Suena la música, y están ya a punto
de «hacerlo» cuando Parker se da cuenta de que
ha olvidado los condones. Están los dos
desnudos en este green. Los dos se desean. No
hay condones. Así que, ¿tú qué crees que pasó?
—No lo sé.
—¡Lo hicieron a cuatro patas con una bolsa
de plástico de sándwich!
—¡NO! —fue lo único que pude decir.
—¡SÍ! —fue la réplica de Patrick.
—¡DIOS! —fue mi contestación.
—¡SÍ! —fue la conclusión de Patrick.
Después de que se nos pasara la risa floja y
de desperdiciar la mayoría del vino escupiendo
de risa, se volvió hacia mí.
—¿Y quieres saber lo mejor?
—¿Qué?
—Que ella era la primera de la clase. ¡Y
todos conocían esta historia cuando dio el
discurso de graduación!
No hay nada como respirar hondo después
de reírte tanto. Nada en el mundo como el dolor
de estómago por una buena causa. Tan genial
había sido.
Así que Patrick y yo compartimos todas las
historias que pudimos recordar.
Había un chico llamado Barry que solía
construir cometas en la clase de Arte. Luego,
después de clase, ataba petardos a la cometa y
la hacía volar y la explotaba. Ahora está
estudiando para ser controlador aéreo.
Historia de Patrick, a través de Sam
Y también había un chico que se llamaba
Chip que gastó todo su dinero de la paga y de
Navidades y varios cumpleaños para comprar
material para matar bichos y estuvo yendo de
puerta en puerta preguntando si podía matar
bichos gratis.
Historia mía, a través de mi hermana
Había un tío llamado Carl Burns al que
todo el mundo llamaba C. B. Y un día C. B. se
emborrachó tanto en una fiesta que intentó
«tirarse» al perro del anfitrión.
Historia de Patrick
Y había un tío al que llamaban «Paja Jack»
porque al parecer lo pillaron masturbándose en
una fiesta donde todos estaban muy borrachos.
Y cada vez que se reunían los alumnos para
animar al equipo de fútbol, la gente aplaudía y
cantaba: «¡Paja Jack... plas plas plas... Paja
Jack!».
Historia mía, a través de mi hermano
Hubo otras historias y otros nombres.
«Stacey Méteme Mano», que tenía pecho en
cuarto de primaria y dejaba que algunos chicos
se lo tocaran. Vincent, que tomó LSD e intentó
tirar al váter un sofá. Sheila, que según
cuentan se masturbó con un perrito caliente y
tuvo que ir a urgencias. La lista seguía y
seguía.
Cuando ya terminábamos, en lo único que
podía pensar era en lo que esa gente debe de
sentir cuando va a los encuentros de antiguos
alumnos. Me pregunto si les dará vergüenza, y
si ese es el pequeño precio que hay que pagar
por ser una leyenda.
Después de que nos despejáramos un poco
la borrachera con café y Mini Thins, Patrick me
llevó en coche a casa. La cinta de varios que le
hice tocó un montón de canciones de invierno. Y
Patrick se volvió hacia mí.
—Gracias, Charlie.
—De nada.
—No. Me refiero a la cafetería.
—De nada.
Después de aquello, nos quedamos en
silencio. Me condujo a casa y paró el coche en el
camino de entrada. Nos dimos un abrazo de
buenas noches y cuando estaba a punto de
irme, me apretó un poco más fuerte. Y giró la
cara hacia la mía. Y me besó. Un beso de
verdad. Después, se separó con mucha lentitud.
—Lo siento.
—No. Está bien.
—En serio. Lo siento.
—No, de verdad. No te preocupes.
Entonces, dijo «gracias» y me volvió a
abrazar. Y movió la cabeza para besarme otra
vez. Y yo le dejé. No sé por qué. Nos quedamos
en su coche durante un buen rato.
No hicimos nada más que besarnos. Y ni
siquiera duró mucho. Al cabo de un rato, sus
ojos perdieron el atontamiento vidrioso del vino
o el café o del hecho de no haberse acostado la
noche anterior. Después, empezó a llorar.
Después, empezó a hablar sobre Brad.
Y yo le dejé. Porque para eso están los
amigos.

Con mucho cariño,
Charlie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario