domingo, 29 de marzo de 2015

Miércoles, 24 de Junio de 1942

Querida Kitty:
¡Qué bochorno! Nos estamos asando, y con el calor que hace tengo que ir andando a
todas partes. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo cómodo que puede resultar un
tranvía, sobre todo los que son abiertos, pero ese privilegio ya no lo tenemos los judíos: a
nosotros nos toca ir en el «coche de San Fernando». Ayer a mediodía tenía hora con el
dentista en la Jan Luykenstraat, que desde el colegio es un buen trecho. Lógico que luego
por la tarde en el colegio casi me durmiera. Menos mal que la gente te ofrece algo de
beber sin tener que pedirlo. La ayudante del dentista es verdaderamente muy amable.
El único medio de transporte que nos está permitido coger es el transbordador. El
barquero del canal Jozef Israëlskade nos cruzó nada más pedírselo. De verdad, los
holandeses no tienen la culpa de que los judíos padezcamos tantas desgracias.
Ojalá no tuviera que ir al colegio. En las vacaciones de Semana Santa me robaron la bici,
y la de mamá, papá la ha dejado en casa de unos amigos cristianos. Pero por suerte ya se
acercan las vacaciones: una semana más y ya todo habrá quedado atrás.
Ayer por la mañana me ocurrió algo muy cómico. Cuando pasaba por el garaje de las
bicicletas, oí que alguien me llamaba. Me volví y vi detrás de mí a un chico muy
simpático que conocí anteanoche en casa de Wilma, y que es un primo segundo suyo.
Wilma es una chica que al principio me caía muy bien, pero que se pasa el día hablando
nada más que de chicos, y eso termina por aburrirte. El chico se me acercó algo tímido y me dijo que se llamaba Helio Silberberg. Yo estaba un tanto sorprendida y no sabía muy
bien lo que pretendía, pero no tardó en decírmelo: buscaba mi compañía y quería
acompañarme al colegio. «Ya que vamos en la misma dirección, podemos ir juntos», le
contesté, y juntos salimos. Helio ya tiene dieciséis años y me cuenta cosas muy
entretenidas.
Hoy por la mañana me estaba esperando otra vez, y supongo que en adelante lo seguirá
haciendo.

Tu Ana.

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