domingo, 15 de marzo de 2015

28 de Octubre de 1991

Querido amigo:

Siento no haberte escrito en un par de semanas,
pero he estado intentando «implicarme», como
dijo Bill. Es raro, porque a veces leo un libro y
pienso que soy un personaje del libro. También,
cuando escribo cartas, paso los dos días
siguientes pensando en lo que llegué a
comprender con ellas. No sé si esto es bueno o
malo. De todas maneras, estoy intentando
implicarme.
Por cierto, el libro que me dio Bill era Peter
Pan, de J. M. Barrie. Sé lo que estás pensando.
Los dibujos animados de Peter Pan con los niños
perdidos. El libro en sí es muchísimo mejor. Es
solo la historia de un chico que se niega a crecer
y que, cuando Wendy se hace mayor, se siente
muy traicionado. Por lo menos es lo que yo he
sacado de la novela. Creo que Bill me la ha
dado para enseñarme una lección de algún tipo.
Lo bueno es que la leí y, por su fantasía, no
pude pretender estar dentro. De esa forma
puedo implicarme en la vida y aun así leer.
En cuanto a mi implicación en las cosas,
estoy intentando ir a los actos sociales que
organiza el instituto. Es demasiado tarde para
apuntarme a algún club o algo parecido, pero a
pesar de ello intento ir a lo que puedo. Como el
partido de fútbol y el baile de antiguos alumnos,
aunque no tenga pareja.
Me cuesta creer que alguna vez vuelva al
instituto para un partido de fútbol una vez que
me haya marchado de aquí, pero la última vez
que fui, fue divertido fingir que lo hacía.
Encontré a Patrick y a Sam sentados en su sitio
de siempre en las gradas, y empecé a hacer
como si no los hubiera visto en un año, aunque
lo había hecho aquella misma tarde durante la
comida mientras me comía mi naranja y ellos
fumaban.
—Patrick, ¿eres tú? Y Sam... Ha pasado
tanto tiempo. ¿Quién está ganando? Madre mía,
la universidad es una cruz. El catedrático me
está obligando a leer veintisiete libros este fin
de semana, y mi novia me necesita para pintar
pancartas para su manifestación de este martes.
Que la Administración sepa que vamos en serio.
Mi padre está ocupado con su swing de golf, y
mi madre solo tiene tiempo para el tenis.
Tenemos que repetir esto otra vez. Me quedaría,
pero tengo que recoger a mi hermana de su
coaching de inteligencia emocional. Está
haciendo auténticos progresos. Me alegro de
veros.
Y entonces me alejé. Bajé al puesto de
comida y compré tres bandejas de nachos y una
Coca-Cola Light para Sam. Cuando volví, me
senté y les di a Patrick y a Sam los nachos y a
Sam su Coca-Cola Light. Y Sam sonrió. Lo
mejor de Sam es que no cree que esté loco por
fingir que hago cosas. Patrick tampoco, pero
estaba demasiado ocupado viendo el partido y
gritándole a Brad, el defensa.
Sam me dijo durante el partido que más
tarde iban a ir a la casa de un amigo suyo que
daba una fiesta. Luego me preguntó si quería
acompañarlos, y le dije que sí porque nunca
había estado en una fiesta. Había visto una en
mi casa, sin embargo.
Mis padres se habían ido a Ohio al entierro
o la boda, no recuerdo cuál, de un primo muy
lejano. Y dejaron a mi hermano como encargado
de la casa. En aquella época tenía dieciséis
años. Mi hermano aprovechó la oportunidad
para dar una gran fiesta con cerveza y todo. Me
ordenaron que me quedara en mi habitación, lo
que no estuvo mal porque era ahí donde todos
dejaban sus abrigos y fue divertido ver lo que
llevaban en los bolsillos. Cada diez minutos más
o menos, una chica o un chico borracho entraba
tambaleándose en mi cuarto para ver si podían
enrollarse allí o algo. Entonces, me veían y se
iban. Bueno, menos una pareja.
Esta pareja, que según supe luego, era
muy popular y estaba muy enamorada, entró a
trompicones en mi cuarto y me preguntó si me
importaba que lo utilizaran. Les dije que mis
hermanos me habían dicho que tenía que
quedarme allí, y me preguntaron si podían usar
la habitación de todas maneras conmigo dentro.
Dije que no veía por qué no, así que cerraron la
puerta y empezaron a besarse. A besarse
desenfrenadamente. Después de unos minutos,
la mano del chico trepó bajo la camisa de la
chica, y ella empezó a protestar.
—Venga, Dave.
—¿Qué?
—El niño está aquí.
—No pasa nada.
Y el chico siguió subiéndole la camisa a la
chica, y por mucho que ella dijera que no, él
continuó. Después de unos minutos, ella dejó de
protestar, y él le quitó la camisa, y ella llevaba
un sujetador blanco de encaje. Sinceramente,
llegados a este punto yo ya no sabía qué hacer.
Enseguida él le quitó el sujetador y empezó a
besarle el pecho. Y después le metió la mano
dentro de los pantalones y ella empezó a gemir.
Creo que ambos estaban muy borrachos. Él
intentó quitarle los pantalones, pero ella
empezó a llorar muy fuerte, así que fue a por
los suyos. Se bajó los pantalones y los
calzoncillos hasta las rodillas.
—Por favor. Dave. No.
Pero el chico le dijo suavemente lo guapa
que estaba y cosas así, y ella le agarró el pene
con las manos y empezó a moverlo. Ojalá
pudiera describirlo un poco mejor sin usar
palabras como pene, pero es que en realidad fue
así.
Unos minutos después, el chico empujó
hacia abajo la cabeza de la chica, y ella empezó
a besarle el pene. Todavía estaba llorando. Al
final, paró de llorar porque él le metió el pene
en la boca y no creo que puedas llorar en esa
posición. Llegados a este punto, tuve que
apartar la vista porque empecé a sentir
náuseas, pero aquello continuó, y siguieron
haciendo otras cosas, y ella siguió diciéndole
que «no». Incluso cuando me tapé los oídos
podía seguir oyéndole decir eso.
Finalmente, mi hermana entró para
traerme un bol de patatas fritas, y cuando
descubrió al chico y a la chica, ellos pararon. Mi
hermana se quedó muy cortada, pero no tan
cortada como la chica. El chico parecía algo
engreído. No dijo demasiado. Después de que se
fueran, mi hermana se volvió hacia mí.
—¿Sabían que estabas aquí?
—Sí, me preguntaron si podían usar la
habitación.
—¿Por qué no se lo impediste?
—No sabía qué iban a hacer.
—Eres un pervertido —fue lo último que
dijo mi hermana antes de abandonar la
habitación, todavía con el bol de patatas fritas
en la mano.
Se lo conté a Sam y a Patrick, y ambos se
quedaron muy callados. Sam dijo que ella
estuvo saliendo con Dave una temporada antes
de meterse en la música punk y Patrick que
había oído hablar de esa fiesta. No me
sorprendió, porque se convirtió en una especie
de leyenda. Al menos por lo que me han
contado algunos cuando he dicho quién es mi
hermano mayor.
Cuando llegó la policía, encontraron a mi
hermano dormido en el tejado. Nadie sabe cómo
llegó hasta allí. Mi hermana estaba
enrollándose en el cuarto de la lavadora con
uno de último curso de instituto. Ella estaba en
su primer año en aquel tiempo. Muchos padres
vinieron entonces a casa a recoger a sus hijos, y
muchas de las chicas se fueron llorando y
vomitando. A esas alturas, la mayoría de los
chicos ya se habían escapado. Mi hermano se
había metido en un buen lío, y mis padres
tuvieron una «conversación seria» con mi
hermana sobre las malas influencias. Y eso fue
todo.
El tal Dave está en último curso ahora.
Juega en el equipo de fútbol. Es receptor. Vi el
final del partido cuando Dave atrapó la pelota
que lanzó Brad para hacer un touchdown.
Supuso la victoria del partido para nuestro
instituto. Y la gente de las gradas se volvió loca
porque habíamos ganado. Pero yo en lo único
que podía pensar era en esa fiesta. Pensé en
ello sin decir palabra durante un rato largo y
después miré a Sam.
—La violó, ¿verdad?
Ella asintió. No sabría decir si estaba triste
o es que sencillamente sabía más cosas que yo.
—Deberíamos decírselo a alguien, ¿no?
Sam esta vez se limitó a negar con la
cabeza. Luego me explicó por todo lo que
tendría que pasar la chica para demostrarlo,
especialmente en el instituto, cuando el chico y
la chica son populares y siguen todavía
enamorados.
Al día siguiente, en el baile de antiguos
alumnos, los vi bailando juntos. Dave y su
chica. Y me puse hecho una furia. Hasta me
asustó un poco lo furioso que me puse. Pensé en
acercarme a Dave y hacerle daño de verdad,
como quizá debería haberle hecho a Sean. Y
creo que lo habría hecho, de no ser porque Sam
me vio y me rodeó los hombros con el brazo
como suele hacer. Me tranquilizó, y supongo
que me alegro de que lo hiciera porque creo que
me habría puesto todavía más furioso si hubiera
empezado a pegar a Dave y su novia me
hubiera hecho parar porque lo amaba. Creo que
eso me habría enfurecido muchísimo más.
Así que decidí hacer la única otra cosa que
se me ocurrió y desinflé las ruedas del coche de
Dave. Sam sabía cuál era.
Ese viernes por la noche, después del
partido, tuve un sentimiento que no sé si seré
capaz de describir alguna vez, salvo por su
calidez. Sam y Patrick me llevaron a la fiesta
esa noche, y yo iba en el asiento del medio, en
la camioneta de Sam. A Sam le encanta su
camioneta porque dice que le recuerda a su
padre. El sentimiento que tuve surgió cuando
Sam le dijo a Patrick que buscara una emisora
de radio. Y él no paró de encontrar anuncios. Y
anuncios. Y una canción de amor malísima con
la palabra «baby». Y después más anuncios. Y
por fin encontró una canción verdaderamente
increíble que trataba de un chico, y todos nos
quedamos callados.
Sam seguía el ritmo con la mano en el
volante. Patrick había sacado la mano fuera del
coche y hacía ondas en el aire. Y yo
simplemente estaba ahí sentado entre los dos.
Cuando la canción terminó, dije algo:
—Me siento infinito.
Y Sam y Patrick me miraron como si
hubiera dicho lo mejor que habían escuchado
nunca. Porque la canción había sido buenísima
y porque todos le habíamos prestado verdadera
atención. Cinco minutos únicos en la vida que
habíamos empleado de verdad, y nos sentíamos
jóvenes en el mejor de los sentidos. Después
compré el disco, y te diría cuál es, pero lo cierto
es que no lo entenderías a no ser que estuvieras
yendo en coche a tu primera fiesta de verdad, y
fueras en el asiento del medio de una camioneta
con dos buenas personas en el momento en el
que empieza a llover.
Llegamos a la casa donde era la fiesta, y
Patrick hizo su llamada secreta con los nudillos.
Sería difícil describírtela sin hacer ruido. Se
abrió una rendija en la puerta y un tío con el
pelo encrespado nos miró.
—¿Patrick, alias Patty, alias Nada?
—Bob.
La puerta se abrió, y los viejos amigos se
abrazaron. Luego, Sam y Bob se abrazaron.
Luego, Sam habló:
—Te presento a nuestro amigo, Charlie.
Y no te lo vas a creer: ¡Bob me abrazó!
Mientras estábamos colgando nuestros abrigos,
Sam me dijo que Bob estaba «más fumado que
un jodido salmón ahumado». No he podido
evitar citarlo, aunque contenga un taco.
La fiesta era en el sótano de su casa. La
habitación estaba bastante llena de humo, y los
chicos eran mucho mayores. Había dos chicas
enseñándose mutuamente sus tatuajes y los
piercings que llevaban en el ombligo. De último
curso, creo.
Un tío llamado Fritz algo se estaba
poniendo morado de bollos rellenos de nata. La
novia de Fritz le estaba hablando de los
derechos de las mujeres, y él no paraba de decir:
—Que sí, nena, que sí.
Sam y Patrick empezaron a fumar
cigarrillos. Bob subió a la cocina cuando oyó el
timbre de la puerta. Cuando volvió, traía una
lata de cerveza Milwaukee’s Best para cada uno
y a dos nuevos invitados. Eran Maggie, que
necesitaba usar el baño, y Brad, el defensa del
equipo de fútbol del instituto. ¡En serio!
No sé por qué me emocionó tanto, pero
supongo que cuando ves a alguien por los
pasillos o en el campo de fútbol, es agradable
saber que es una persona de verdad.
Todos fueron muy simpáticos conmigo y me
preguntaron un montón de cosas sobre mí. Creo
que porque era el más joven y no querían que
me sintiera fuera de lugar, especialmente
después de decir que no tomaría cerveza. Una
vez me tomé una cerveza con mi hermano
cuando tenía doce años y no me gustó. Para mí
es así de sencillo.
Algunas de las preguntas que me hicieron
eran en qué curso estaba y qué quería ser de
mayor.
—Estoy en mi primer año de instituto y
todavía no lo sé.
Miré a mi alrededor y vi que Sam y Patrick
habían salido con Brad. Fue entonces cuando
Bob empezó a ofrecer comida.
—¿Te apetece un brownie?
—Sí, gracias.
De hecho, estaba bastante hambriento
porque normalmente Sam y Patrick me llevan
al Big Boy después de los partidos de fútbol y
supongo que ya me había acostumbrado a ello.
Me comí el brownie, y sabía un poco raro, pero
aun así era un brownie, así que me gustó. Pero
no era un brownie normal. Como eres mayor,
supongo que sabes qué tipo de brownie era.
Después de treinta minutos, la habitación
empezó a desvanecerse a mi alrededor. Estuve
hablando con una de las chicas del piercing en
el ombligo, y me pareció como si ella estuviera
en una película. Empecé a parpadear un
montón y a mirar a todas partes, y la música
sonaba densa como el agua.
Sam bajó y cuando me vio se volvió hacia
Bob.
—Pero, ¿a ti qué diablos te pasa?
—Venga, Sam. Le ha gustado. Pregúntale.
—¿Cómo te encuentras, Charlie?
—Ligero.
—¿Lo ves? —la verdad es que Bob parecía
un poco nervioso. Después me dijeron que era
paranoia.
Sam se sentó junto a mí y me tomó la
mano, lo que fue genial.
—¿Ves algo, Charlie?
—Luz.
—¿Te sientes bien?
—Ajá.
—¿Tienes sed?
—Ajá.
—¿Qué te gustaría beber?
—Un batido.
Y todos en la habitación, excepto Sam,
rompieron en carcajadas.
—Está colocado.
—¿Tienes hambre, Charlie?
—Ajá.
—¿Qué te gustaría comer?
—Un batido.
No creo que se hubieran reído más alto ni
aunque lo que hubiera dicho fuera realmente
gracioso. Entonces, Sam me agarró de la mano
y me hizo ponerme de pie en el bamboleante
suelo. —Venga. Te conseguiré un batido.
Mientras salíamos, Sam se volvió hacia
Bob:
—Sigo pensando que eres un gilipollas.
Bob no hizo otra cosa que reírse. Y Sam
acabó al final por reírse también. Y yo me
alegré de que todo el mundo estuviera tan
contento como parecía.
Sam y yo subimos a la cocina y ella
encendió la luz. ¡Guau! Era tan brillante que no
me lo podía creer. Era como cuando ves una
película en el cine de día y, cuando sales afuera,
no puedes creer que haya todavía luz. Sam sacó
un poco de helado y algo de leche y una
batidora. Le pregunté dónde estaba el baño y
señaló a la vuelta de la esquina casi como si
fuera su casa. Creo que ella y Patrick habían
pasado mucho tiempo ahí cuando Bob estaba
todavía en el instituto.
Cuando salí del baño, oí un ruido en la
habitación donde habíamos dejado nuestros
abrigos. Abrí la puerta y vi a Patrick besando a
Brad. Una especie de beso robado. Me oyeron
en la puerta y se giraron. Patrick habló
primero.
—¿Eres tú, Charlie?
—Sam me está haciendo un batido.
—¿Quién es este? —Brad parecía nervioso
de verdad, no del mismo modo que Bob.
—Es un amigo mío. Tranquilízate.
Entonces Patrick me sacó de la habitación y
cerró la puerta. Puso sus manos sobre mis
hombros y me miró directamente a los ojos.
—Brad no quiere que nadie lo sepa.
—¿Por qué?
—Porque está asustado.
—¿Por qué?
—Porque es... espera... ¿estás colocado?
—En el piso de abajo dijeron que lo estaba.
Sam me está haciendo un batido.
Patrick intentó no reírse.
—Escucha, Charlie. Brad no quiere que la
gente lo sepa. Me tienes que prometer que no se
lo dirás a nadie. Será nuestro pequeño secreto.
¿Vale? —Vale.
—Gracias.
Dicho esto, Patrick se giró y volvió a entrar
en la habitación. Oí voces amortiguadas, y Brad
parecía enfadado, pero no me pareció que fuera
de mi incumbencia, así que volví a la cocina.
Tengo que decir que fue el mejor batido que
me he tomado en mi vida. Estaba tan delicioso
que casi me asustó.
Antes de que nos fuéramos de la fiesta,
Sam me puso algunas de sus canciones
favoritas. Una se llamaba Blackbird. La otra
MLK. Ambas eran muy bonitas. He mencionado
los títulos porque seguían siendo buenas
cuando las escuché sobrio.
Antes de que nos fuéramos, ocurrió otra
cosa interesante en la fiesta. Patrick bajó al
sótano. Supongo que Brad ya se había ido. Y
Patrick sonreía. Y Bob empezó a burlarse de él
diciendo que estaba colgado por el defensa. Y
Patrick sonrió más todavía. No creo que haya
visto nunca a Patrick sonreír tanto. Entonces,
Patrick me señaló y le dijo algo a Bob.
—Es especial, ¿eh?
Bob asintió con la cabeza. Patrick entonces
dijo algo que no creo que olvide nunca.
—Es marginal.
Y Bob asintió fuertemente con la cabeza. Y
la habitación entera asintió con la cabeza. Y yo
empecé a ponerme nervioso de la misma forma
que Bob, pero Patrick no me dejó ponerme
demasiado nervioso. Se sentó a mi lado.
—Tú ves cosas. Te las callas. Y las
comprendes.
No sabía que los demás pensaran cosas de
mí. No sabía que ellos miraran. Estaba sentado
en el suelo de un sótano en mi primera fiesta de
verdad entre Sam y Patrick, y recordé que Sam
me había presentado a Bob como su amigo. Y
recordé que Patrick había hecho lo mismo con
Brad. Y empecé a llorar. Y nadie en esa
habitación me miró raro por hacerlo. Y entonces
empecé a llorar de verdad.
Bob alzó su bebida y le pidió a todo el
mundo que hiciera lo mismo.
—Por Charlie.
Y el grupo entero dijo:
—Por Charlie.
No sabía por qué hacían eso, pero fue muy
especial para mí que lo hicieran. Sobre todo
Sam. Sobre todo ella.
Te contaría más sobre el baile de antiguos
alumnos, pero ahora que pienso en ello, el
haber desinflado las ruedas de Dave fue la
mejor parte. Intenté bailar, como había
sugerido Bill, pero normalmente las canciones
que me gustan no se pueden bailar, así que no
bailé demasiado. Sam estaba muy guapa con su
vestido, pero yo estuve intentando no fijarme
porque estoy intentando no pensar en ella de
esa manera.
Sí me fijé en que Brad y Patrick no
hablaron ni una sola vez durante todo el baile
porque Brad estaba bailando por otro lado con
una animadora llamada Nancy, que es su
novia. Y me fijé en que mi hermana estaba
bailando con el chico que no debía, aunque un
chico diferente la había recogido en casa.
Después del baile nos fuimos en la
camioneta de Sam. Patrick conducía esta vez.
Cuando nos acercamos al túnel de Fort Pitt,
Sam le pidió a Patrick que se saliera a la
cuneta. Yo no sabía qué estaba pasando.
Entonces Sam se subió a la parte trasera de la
camioneta, sin llevar puesto nada más que su
vestido de fiesta. Le dijo a Patrick que
condujera, y él sonrió. Supongo que no era la
primera vez que lo hacían.
En cualquier caso, Patrick empezó a
conducir verdaderamente rápido y, justo antes
de que llegáramos al túnel, Sam se levantó, y el
viento convirtió su vestido en un océano de olas.
Cuando entramos en el túnel, todo el sonido
desapareció en el vacío y lo sustituyó una
canción en el radiocasete. Una canción preciosa
llamada Landslide. Cuando salimos del túnel,
Sam soltó un grito de pura diversión y allí
estaba: el centro de la ciudad. Luces sobre los
edificios y todo lo que hace que te asombres.
Sam se sentó y empezó a reír. Patrick empezó a
reír. Yo empecé a reír.
Y, en ese momento, juro que éramos
infinitos.

Con mucho cariño,
Charlie

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