martes, 17 de marzo de 2015

4 de Enero de 1992

Querido amigo:

Te pido perdón por mi última carta. Para ser sincero, no la recuerdo demasiado bien pero, por cómo me desperté, sé que no debió de ser muy agradable. Lo único que recuerdo del resto de aquella noche fue que busqué por toda la casa un sobre y un sello. Cuando por fin los encontré, escribí tu dirección y bajé la colina atravesando los árboles hasta la oficina de correos, porque sabía que si no la ponía en un buzón del que no pudiera recuperarla, nunca la enviaría. Es extraño lo importante que me pareció en ese momento. En cuanto llegué a la oficina de correos, eché la carta al buzón. Y ya no había vuelta atrás. Y me tranquilicé. Entonces, empecé a vomitar, y no paré de vomitar hasta que salió el sol. Miré la carretera y vi un montón de coches, y supe que todos iban a la casa de sus abuelos. Y supe que un montón de ellos verían a mi hermano jugar al fútbol más tarde ese mismo día. Y mi mente jugó a la rayuela. Mi hermano... fútbol... Brad... Dave y su novia en mi habitación... los abrigos... el frío... el invierno... «Hojas de otoño»... «no se lo digas a nadie»... «eres un pervertido»... Sam y Craig... Sam... Navidad... máquina de escribir... regalo... Tía Helen... y los árboles se seguían moviendo... no paraban de moverse... así que me tumbé en el suelo e hice un ángel de nieve. Los policías me encontraron de color azul pálido y dormido. No dejé de tiritar de frío hasta mucho después de que mis padres me recogieran en urgencias y me llevaran a casa. No le echaron la culpa a nadie porque solían pasarme este tipo de cosas cuando era un niño y me trataban los médicos. Simplemente me perdía y me quedaba dormido en cualquier parte. Todos sabían que había ido a una fiesta, pero nadie, ni siquiera mi hermana, pensó que fuera por eso. Y yo mantuve la boca cerrada, porque no quería que Sam ni Patrick ni Bob ni nadie tuvieran problemas. Pero sobre todo, no quería ver la cara de mi madre y menos la de mi padre si oían la verdad. Así que no dije nada. Me quedé callado y miré alrededor. Y me di cuenta de algunas cosas. De los puntos del techo. O de lo áspera que era la manta que me dieron. O de que la cara del médico parecía de goma. O de cómo todo se convirtió en un susurro ensordecedor cuando dijo que quizá debería volver al psiquiatra. Era la primera vez que un médico les decía eso a mis padres conmigo en la habitación. Y su bata era muy blanca. Y yo estaba muy cansado. En lo único que pude pensar durante todo el día fue en que nos perdimos el partido de fútbol de mi hermano por mi culpa, y que ojalá a mi hermana se le hubiera ocurrido grabarlo. Afortunadamente, lo hizo. Volvimos a casa y mi madre me hizo un té, y mi padre me preguntó si quería sentarme a ver el partido, y dije que sí. Vimos a mi hermano hacer grandes jugadas, pero esta vez nadie las aplaudió de verdad. Todas las miradas estaban disimuladamente puestas en mí. Y mi madre hizo un montón de comentarios
alentadores sobre lo bien que iba este curso y que a lo mejor el médico me ayudaría a arreglar las cosas. Mi madre puede estar callada y hablar al mismo tiempo cuando está siendo optimista. Mi padre no paró de darme «toques cariñosos». Los toques cariñosos son puñetazos de ánimo suaves que se aplican en la rodilla, el hombro y el brazo. Mi hermana dijo que ella podía ayudar a arreglarme el pelo. Era raro que me estuvieran prestando tanta atención. —¿Qué quieres decir? ¿Qué le pasa a mi pelo? Mi hermana miró a su alrededor, incómoda. Yo me llevé las manos al pelo y me di cuenta de que había desaparecido gran parte. Verdaderamente no recuerdo cuándo lo hice, pero por su aspecto, debí de haber agarrado unas tijeras y cortármelo sin ton ni son. Había trasquilones por todas partes. Era una carnicería. En la fiesta no me había mirado en el espejo durante mucho rato porque mi cara estaba distinta y me asustaba. Si no, me habría dado cuenta. Mi hermana me ayudó a recortarlo un poco, y tuve suerte porque a todos en el instituto, incluidos Sam y Patrick, les pareció que molaba. —«Chic» —fue lo que dijo Patrick. A pesar de todo, decidí no volver a tomar LSD. 

Con mucho cariño, 
Charlie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario