domingo, 29 de marzo de 2015

Domingo, 5 de Julio de 1942

Querida Kitty:
El acto de fin de curso del viernes en el Teatro Judío salió muy bien. Las notas que me
han dado no son nada malas: un solo insuficiente (un cinco en álgebra) y por lo demás
todo sietes, dos ochos y dos seises. Aunque en casa se pusieron contentos, en cuestión de
notas mis padres son muy distintos a otros padres; nunca les importa mucho que mis
notas sean buenas o malas; sólo se fijan en si estoy sana, en que no sea demasiado fresca
y en si me divierto. Mientras estas tres cosas estén bien, lo demás viene solo.
Yo soy todo lo contrario: no quiero ser mala alumna. Me aceptaron en el liceo de forma
condicional, ya que en realidad me faltaba ir al séptimo curso del colegio Montessori,
pero cuando a los chicos judíos nos obligaron a ir a colegios judíos, el señor Elte, después
de algunas idas y venidas, a Lies Goslar y a mí nos dejó matricularnos de manera
condicional. Lies también ha aprobado el curso pero tendrá que hacer un examen de
geometría de recuperación bastante difícil.
Pobre Lies, en su casa casi nunca puede sentarse a estudiar tranquila. En su habitación se
pasa jugando todo el día su hermana pequeña, una niñita consentida que está a punto de
cumplir dos años. Si no hacen lo que ella quiere, se pone a gritar, y si Lies no se ocupa de
ella, la que se pone a gritar es su madre. De esa manera es imposible estudiar nada, y
tampoco ayudan mucho las incontables clases de recuperación que tiene a cada rato. Y es
que la casa de los Goslar es una verdadera casa de tócame Roque. Los abuelos maternos
de Lies viven en la casa de al lado, pero comen con ellos. Luego hay una criada, la niñita,
el eternamente distraído y despistado padre y la siempre nerviosa e irascible madre, que
está nuevamente embarazada. Con un panorama así, la patosa de Lies está completamente
perdida.
A mi hermana Margot también le han dado las notas, estupendas como siempre. Si en el
colegio existiera el cum laude, se lo habrían dado. ¡Es un hacha!
Papá está mucho en casa últimamente; en la oficina no tiene nada que hacer. No debe ser
nada agradable sentirse un inútil. El señor Kleiman se ha hecho cargo de Opekta, y el
señor Kugler, de Gies & Cía., la compañía de los sucedáneos de especias, fundada hace
poco, en 1941.
Hace unos días, cuando estábamos dando una vuelta alrededor de la plaza, papá empezó a
hablar del tema de la clandestinidad. Dijo que será muy difícil vivir completamente
separados del mundo. Le pregunté por qué me estaba hablando de eso ahora.
-Mira, Ana -me dijo-. Ya sabes que desde hace más de un año estamos llevando ropa,
alimentos y muebles a casa de otra gente. No queremos que nuestras cosas caigan en
manos de los alemanes, pero menos aún que nos pesquen a nosotros mismos. Por eso, nos
iremos por propia iniciativa y no esperaremos a que vengan por nosotros.
-Pero papá, ¿cuándo será eso?
La seriedad de las palabras de mi padre me dio miedo.
-De eso no te preocupes, ya lo arreglaremos nosotros. Disfruta de tu vida despreocupada mientras puedas.
Eso fue todo. ¡Ojalá que estas tristes palabras tarden mucho en cumplirse!
Acaban de llamar al timbre. Es Hello. Lo dejo.

Tu Ana.

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