domingo, 29 de marzo de 2015

Viernes, 10 de Julio de 1942

Querida Kitty:
Es muy probable que te haya aburrido tremendamente con mi tediosa descripción
de la casa, pero me parece importante que sepas dónde he venido a parar. A través de mis
próximas cartas ya te enterarás de cómo vivimos aquí.
Ahora primero quisiera seguir contándote la historia del otro día, que todavía no he
terminado. Una vez que llegamos al edificio de Prinsengracht 663, Miep nos llevó en
seguida por el largo pasillo, subiendo por la escalera de madera, directamente hacia
arriba,
a la Casa de atrás. Cerró la puerta detrás de nosotros y nos dejó solos. Margot había
llegado mucho antes en bicicleta y ya nos estaba esperando.
El cuarto de estar y las demás habitaciones estaban tan atiborradas de trastos que
superaban toda descripción. Las cajas de cartón que a lo largo de los últimos meses
habían sido enviadas a la oficina, se encontraban en el suelo y sobre las camas. El cuartito
pequeño estaba hasta el techo de ropa de cama. Si por la noche queríamos dormir en
camas decentes, teníamos que poner manos a la obra de inmediato. A mamá y a Margot
les era imposible mover un dedo, estaban echadas en las camas sin hacer, cansadas,
desganadas y no sé cuántas cosas más, pero papá y yo, los dos «ordenalotodo» de la
familia, queríamos empezar cuanto antes.
Anduvimos todo el día desempaquetando, poniendo cosas en los armarios, martilleando y
ordenando, hasta que por la noche caímos exhaustos en las camas limpias. No habíamos
comido nada caliente en todo el día, pero no nos importaba; mamá y Margot estaban
demasiado cansadas y nerviosas como para comer nada, y papá y yo teníamos demasiado
que hacer.
El martes por la mañana tomamos el trabajo donde lo habíamos dejado el lunes. Bep y
Miep hicieron la compra usando nuestras cartillas de racionamiento, papá arregló los
paneles para oscurecer las ventanas, que no resultaban suficientes, fregamos el suelo de la
cocina y estuvimos nuevamente trajinando de la mañana a la noche. Hasta el miércoles
casi no tuve tiempo de ponerme a pensar en los grandes cambios que se habían producido
en mi vida. Sólo entonces, por primera vez desde que llegamos a la Casa de atrás,
encontré ocasión para ponerte al tanto de los hechos y al mismo tiempo para darme cuenta de lo que realmente me había pasado y de lo que aún me esperaba.

Tu Ana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario