martes, 17 de marzo de 2015

30 de Diciembre de 1991

Querido amigo:

El día después de escribirte terminé El
guardián entre el centeno. Desde entonces lo he
leído tres veces. La verdad es que no sé qué otra
cosa hacer. Sam y Patrick por fin vuelven a
casa esta noche, pero no podré verlos. Patrick
va a quedar con Brad en alguna parte. Sam va
a quedar con Craig. Los veré a ambos mañana
en el Big Boy y después en la fiesta de
Nochevieja de Bob.
Lo más emocionante es que voy a ir
conduciendo solo hasta el Big Boy. Mi padre me
dijo que no podría conducir hasta que se
arreglara el tiempo y, finalmente, mejoró un
poco ayer. He grabado una cinta de varios para
la ocasión. Se llama «Mi primera vez al
volante». A lo mejor estoy siendo demasiado
sentimental, pero quiero pensar que, cuando
sea viejo, podré mirar todas estas cintas y
recordar aquellos paseos en coche.
La primera vez que he conducido solo ha
sido para ver a mi tía Helen. Ha sido la primera
vez que he ido a verla sin que viniera nadie
conmigo, ni siquiera mi madre. He hecho que
sea muy especial. Le compré flores con el dinero
que me han dado por Navidad. Incluso le hice
una cinta de varios y la dejé en la tumba.
Espero que no creas por eso que soy un raro.
Le he contado a mi tía Helen todo sobre mi
vida. Sobre Sam y Patrick. Sobre sus amigos.
Sobre mi primera fiesta de Nochevieja mañana.
Le he contado que mi hermano jugará su último
partido de la temporada el día de Año Nuevo.
Le he contado que mi hermano se ha ido y cómo
ha llorado mi madre. Le he hablado sobre los
libros que he leído. Le he hablado de la canción
Asleep. Le he contado cuando todos nos
sentimos infinitos. Le he hablado de cuando
conseguí mi permiso de conducir. De cómo mi
madre me llevó en coche hasta allí. Y de cómo
yo conduje de vuelta. Y de cómo el policía que
me examinó no tenía pinta rara y ni siquiera
tenía un nombre raro, lo que me pareció un
timo.
Recuerdo que, cuando estaba a punto de
despedirme de la tía Helen, me eché a llorar.
Uno de esos llantos auténticos, además. No un
llanto de pánico, cosa que hago a menudo. Y le
prometí a la tía Helen que lloraría solo por cosas
importantes, porque no quiero que llorar con
tanta frecuencia haga de menos el llanto por la
tía Helen.
Después le dije adiós y conduje de vuelta a
casa.
Leí otra vez el libro esa noche porque sabía
que, si no lo hacía, probablemente me echaría a
llorar otra vez. De pánico, me refiero. Leí hasta
que quedé completamente agotado y tuve que
dormir. Por la mañana, terminé el libro e
inmediatamente después empecé a leerlo otra
vez. Cualquier cosa con tal de que se me fueran
las ganas de llorar. Porque se lo había
prometido a la tía Helen. Y porque no quiero
empezar a pensar otra vez. No de la forma en
que lo he hecho esta semana. No puedo volver a
pensar. Nunca más.
No sé si alguna vez has sentido algo así.
Que querrías dormir durante mil años. O
simplemente no existir. O no ser consciente de
que existes. O algo parecido. Creo que querer
eso es muy morboso, pero yo lo deseo cuando me
pongo así. Por eso estoy intentando no pensar.
Solo quiero que todo deje de dar vueltas. Si esto
empeora, tendría que volver al médico. Las
cosas se están poniendo feas otra vez.

Con mucho cariño,
Charlie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario